PACTO POR EL CHIRINGUITO
Firmar un
Pacto contra la Corrupción es magnífico. De hecho en la misma sesión ya podrían
firmar un Pacto contra la Injusticia. Y un Pacto contra las Enfermedades
Incurables. Quizá también un Pacto contra los Atascos. Casi de una sentada se
puede dejar encarrilado el país. Y si acaso un Pacto por las Cigalas Gratis, y
un Pacto por la Sonrisa Colectiva, y un Pacto por los Buenos Pactos. Eso
encajaría con el espíritu de la Constitución bicentenaria de 1812 al definir
para qué sirve el Gobierno: «la felicidad de la Nación». Y lo mejor es que los
pactos, entre las estrategias de marketing político, salen bien baratos.
Así que,
alehop, asunto resuelto. Se firma el Pacto, canapés, fotos, y ahí se acaba con
la corrupción que tanto preocupa a los españoles:
-¿Entonces
estamos de acuerdo en que la corrupción es intolerable?
-Lo vuestro
desde luego es intolerable.
El país ya
puede descansar tranquilo. Como cuando Camps, ya procesado, fue la estrella de
la firma del Manifiesto contra la corrupción de su partido, entre los elogios
entusiastas de Rajoy y de Arenas. Y ese mismo sentimiento de confianza se podrá
disfrutar cuando firmen ahora un pacto para establecer que la corrupción es
inapropiada. Sí, tal vez haya quien recuerde algunos antecedentes, como el
Pacto contra el Transfuguismo, o el Pacto contra el Terrorismo, o el legendario
Pacto de Toledo de las pensiones, incumplidos sistemáticamente por las partes
como papel mojado. Aquí nunca se ha cumplido un pacto, pero eso es lo que tiene
el marketing político: no se trata de que se cumpla, sino de la foto en primera
del periódico. El pacto en definitiva tiene la credibilidad de las auditorías:
-Hola
buenas, soy el auditor. Por favor denme los libros en B y que venga el
responsable de contabilidad en negro.
-Enseguida.
¿Desea ver también al coordinador de mordidas?
Claro que
también podrían dejarse de teatro, prescindiendo de estas mascaradas con el
atrezo de las buenas intenciones, y hacer lo que hay que hacer: suspender a los
imputados; expulsar a los condenados; no llevar candidatos procesados; dejar de
ensalzar a gente como José 'Pepiño' Blanco o Luis 'el Cabrón' Bárcenas o Pujol
jr. mientras se les investiga; publicar las cuentas del partido en la web con
toda transparencia -de momento solo PSOE, UPyD y Ciudadanos- y sus donantes;
promover tribunales independientes de control; cortar el nepotismo multiplicado
con la crisis; acabar con los indultos políticos; no amarrar a los ex en
empresas privatizadas. Ese es el pacto, y no hay que firmarlo sino hacerlo por
convicción. Pero ese pacto de confianza con los ciudadanos parece lejos. De
momento solo se adivina un pacto de casta con un objetivo inequívoco: mantener
el chiringuito
FUENTE: DIARIO SUR
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