SU NEGRO ERA ÉL
De
inconcebible ha calificado Jesús Caldera, ex ministro y vicepresidente de la
Fundación Ideas, adscrita al PSOE, la actuación de Carlos Mulas, director de la
misma, que pagaba hasta 3.000 euros por artículo a una columnista completamente
desconocida porque no había motivos para conocerla: no existe. Amy Martin, que
firmaba esos artículos en la web de la Fundación era, en realidad, el propio
Mulas.
Es
inconcebible, en efecto, que la codicia de bajo voltaje de un personaje le
arrastre a una deshonra profesional y personal tan grave. Carlos Mulas-Granados
tiene un currículum notable: doctor en Economía por la Universidad de
Cambridge, máster en Relaciones Internacionales por la de Columbia, profesor
titular en la Complutense y consultor del Fondo Monetario Internacional. En la
primera legislatura de Zapatero fue subdirector de la Oficina Económica del
Presidente (eso podría explicar en parte la política económica de Zapatero) y
estuvo en el comité de redacción del programa electoral socialista en 2008 y
2011.
Todo eso lo
ha tirado por la borda por 50.000 euros, que es el importe abonado por la
Fundación a la fantasmal Amy Martin por textos de temática amplia y variopinta:
lo mismo escribía sobre el cine nigeriano que sobre la central nuclear de
Fukushima, la crisis de la Eurozona o la medición de la felicidad, según
difundió El Mundo, alertado por algún enemigo interno. Un saber enciclopédico,
tan enciclopédico como el engaño: los artículos los perpetraba el propio
Mulas-Granados, para sacarse un sobresueldo que complementaba su salario en la
Fundación (5.600 euros mensuales).
De modo que
el director del laboratorio de ideas del socialismo español ha innovado en
materia de negros intelectuales. En vez de contratar al clásico negro que le
escribiera columnas que él firmaría como suyas a cambio de una modesta soldada,
Carlos Mulas se convirtió en negro él mismo, creando una columnista de ficción
a la que hacía autora de artículos que él escribía y cobraba (y pagaba con el
dinero de la Fundación bajo su control).
Este tipo de
corruptelas de pícaro que no tiene por qué comprometer a la organización son
más fáciles de atajar. Caldera no ha hablado de la presunción de inocencia, ni
ha abierto un expediente ni se ha escudado en ningún otro pretexto: lo ha
destituido como director de la Fundación y le ha pedido que devuelva los 50.000
euros. Por desvergonzado negro de sí mismo. Bien hecho.
FUENTE: MÁLAGA HOY
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