ESPAÑOLES EN EL SUBMUNDO. ISABEL
IBÁÑEZ
'Españoles
en el mundo' es un espacio que se emite desde 2010 y tiene una audiencia media
de dos millones y pico de espectadores. Ha logrado varios galardones. Un
programa de entretenimiento que muestra a un puñado de compatriotas repartidos
por el planeta y que viven felices después de tomar la decisión de dar un giro
a su vida y emigrar. Todo el mundo habla de él. Para bien... y para mal. Dicen
que está actuando a modo de flautista de Hamelín, salvando las distancias,
aquel cuento en el que un hombre hacía sonar su flauta y conseguía que los
ratones que agobiaban al pueblo le siguieran hasta el río, donde se arrojaban
sin pensarlo y morían ahogados. Sin ir más lejos, la embajada española en
Noruega habla sin tapujos del «efecto llamada» de este programa de TVE, que
está provocando que una legión de españoles vague por sus calles con oficio
pero sin beneficio y con tanta hambre como para recurrir a la caridad. También
hablan de la necesidad de informarse antes de lanzarse a la aventura.
Monika
Bolaños ha encontrado en Berlín su particular Hamelín -es una ciudad real de la
Baja Sajonia, en Alemania-. Su caso es de los sangrantes: «Lo he pasado mal.
Las cosas no son como dicen. ¡Qué indignación con 'Españoles en el mundo'!
Están confundiendo a todos, invitando a emigrar, sacando solo a los que les va
bien, que son un 10%». Suena hasta surrealista la historia de esta vasca de 39
años, que habla incluso de contaminación por radiactividad. Técnica del metal
con experiencia, buen inglés y conocimientos de alemán, se siente una de los
«miles de engañados por el convenio firmado entre Zapatero y Merkel el año
pasado para dar trabajo a técnicos e ingenieros; puro marketing, pocos han
encontrado un trabajo así».
Llamada por
este canto de sirena, marchó con 3.000 euros a la ciudad que, por ser la
capital, eligen mayoritariamente los españoles que se decantan por Alemania,
aunque es la que tiene más paro, un 13%. Cuando se dio cuenta de que no había
nada de lo suyo, logró un empleo «en régimen de semiesclavitud haciendo 40
camas, limpiando 15 retretes, otras tantas duchas... Ganaba 670 euros porque el
Gobierno me quita el 30% en impuestos». La despidieron «por tener asma».
Después trabajó en un 'call center'. Más tarde la aceptaron para hacer
prácticas no remuneradas en una empresa que radiografía el acero. «Era un
búnker donde no había seguridad y me radié dos veces. No me daban un dosímetro
porque decían que era caro. Un día cogí un aparato de medir, porque estaba
asustadísima, y pitaba todo el rato. Sabré si la radiactividad tiene
consecuencias en 15 años. Podría haberlo denunciado, pero tuve miedo».
Críticas en
el metro
Monika brega
hoy en una empresa de catering: pocas horas, le pagan 5 euros netos por cada
una, sin seguro médico. Gana unos 190, tira de ahorros y sigue estudiando
alemán. Comparte piso con dos personas, «900 euros cuando el que nos lo
subalquila estará pagando 300; aquí esto es legal y muy común», lamenta. «No
hay salario mínimo, en las entrevistas te hablan en bruto y no sabes lo que vas
a cobrar después de impuestos y un seguro médico privado».
Alfredo
Pérez Claeys-Bouuaert también reside en Berlín, desde marzo, y aunque él es
algo más optimista sobre el país que le ha acogido y su propio futuro allí,
tampoco ha tenido mucha suerte. Y está bien preparado: licenciado en
Económicas, máster de Estudios Económicos Europeos en Brujas y experiencia de
ocho años. Inglés, francés y buen nivel de alemán. Ya había estado en aquel
país en 2002 estudiando el idioma y ganándose la vida de camarero. «Si me
hubiera quedado habría prosperado, seguro». Volvió el pasado marzo.
«El primer
mes y medio me dediqué a perfeccionar el alemán. Otro mes lo pasé enviando
currículos, aquí las cosas no son tan inmediatas como en España, necesitas
tiempo. A final de junio me salió una colocación en una empresa de publicidad y
relaciones públicas donde hacía de todo; me pagaban 1.100 euros por jornadas de
diez horas y el jefe se pasaba el día gritando. Lo dejé y ahora estoy en un
'call center'. Cobro lo mismo, pero vivo tranquilo. Y no pierdo la esperanza de
encontrar algo interesante aquí. Se habla mucho de lo mal que está Berlín, pero
está igual de mal que otros sitios. La gente viene hablando un inglés medio y
sin alemán. Si hasta yo que lo controlo a veces tengo problemas... Lo del
idioma es complicado». Alfredo reconoce que antes de llegar a Alemania veía
«con curiosidad el programa de la tele, pero me parece que ha hecho daño, solo
sacan a gente con una posición mucho más elevada que la media».
¿Y la imagen
de los españoles en Alemania? Monika Bolaños relata que en el metro ha llegado
a escuchar críticas «porque somos muchos». «A veces, en las discotecas y
clubes, si te oyen hablar español no te dejan entrar. En mi trabajo no me dejan
dirigirme a mis compañeros en nuestro idioma. ¡Dicen que conspiramos!». El
diario 'Frankfurter Allgemeine Zeitung' publicó hasta un editorial criticando la
avalancha de españoles pese a los cuatro millones de parados que suma el país.
Pies
congelados
Pero si hay
alguna nación que está dando que hablar es Noruega. Hay 3.100 compatriotas
registrados en la embajada; 520 lo han hecho este año. En la prensa local se
han publicado reportajes sobre la situación de varios que se han visto
obligados a recurrir a la caridad e, incluso, a dormir en la calle. Gonzalo
Marina, un joven de 34 años con estudios de Ingeniería Técnica, copó páginas en
los periódicos noruegos en enero, después de que le tuvieran que ingresar en el
hospital con los pies congelados por dormir una semana en la calle. Se le
acabaron los ahorros y no podía volver a casa. Un caso extremo.
La
representación diplomática de España reconoce el problema: «La embajada de
Noruega en Madrid está dando la información correcta, pero creemos que hay un
efecto llamada debido al programa de TVE 'Españoles en el mundo', donde la
clase bien acomodada dio información de que aquí todo el mundo tiene casa,
barco y auto. Y no es precisamente correcto, sobre todo en lo que se refiere a
los extranjeros que todavía no están integrados». Tan cruda se está poniendo la
cosa que Cáritas Noruega está empezando a impartir cursos gratuitos de su
idioma a los hispanohablantes. «Los españoles que llegan nos hacen conocedores
de la problemática en un país con un idioma tan diferente y una climatología
tan dura como la nórdica. A lo que se suma la carestía de la vida,
probablemente es el país más caro del planeta».
La directora
de 'Españoles en el mundo', Carmen de Cos, sabe que hasta la entrada en la
wikipedia de este programa hace referencia al problema noruego: «Las opiniones
son libres. Éste es un espacio de entretenimiento que muestra la realidad de
unas personas que nos llaman para que contemos cómo marcharon por diferentes
motivos: trabajo, amor, dinero... y cómo les va. A algunos les va bien y a
otros no tanto. Pero a los que les va mal no llaman, no quieren contar sus
problemas y tampoco es nuestro papel buscar ese perfil. En el programa de
Noruega -hemos hecho tres-, salía una persona diciendo que si no hablas noruego
la cosa está difícil». Armada de sentido común, aconseja a aquellos que quieran
emigrar que «se informen en las instituciones, en las embajadas, que se enteren
de los profesionales que necesitan, del idioma que vale, de los salarios, los
seguros médicos...».
Moho y
drogadictos
José Manuel
Llorente, un fotógrafo nacido en Jerez de la Frontera hace 32 años, pasó cinco
en Birmingham (Inglaterra), luego regresó a España, pero se dio cuenta de que
«prefería vivir en un país más civilizado». Así que en febrero de 2009 aceptó
la invitación de un amigo residente en Noruega y viajó a Bergen. No ve la tele,
así que no culpa al programa de TVE. Domina el inglés a la perfección y tenía
casa pagada. No pintaba mal la historia. «¿Sin noruego? Quizá tengan suerte los
ingenieros con buen inglés, el resto nada. Cuando preguntas a la gente te
contestan en noruego y si ven que no dices nada en su idioma ni se molestan. Me
pasé el mes y medio que estuve allí pateando la ciudad echando currículos, unos
cien. Ni de McDonald's me llamaron». Esa es una de las mayores pegas, en
Noruega necesitas noruego, así de simple. El inglés, además, siempre lo hablan
mejor los emigrantes británicos e irlandeses, la competencia. Lo peor de todo
es sin duda lo que le decían a José en la ETT: «Me invitaban amablemente a
volverme a España. Decían 'qué bonito, qué bien vivís allí, ¿por qué no te vas
a tu país?'». Y volvió, sí, a las cinco semanas, cuando no le quedaba dinero
ya. Ahora está trabajando en la localidad vizcaína de Leioa como fotógrafo (www.bandw.es)
Irlanda es
otro punto caliente. El biólogo soriano Daniel Manrique y la diplomada en
Educación Infantil Celia Casares, de Cúllar Vega (Granada), coinciden en que
está «plagado de españoles». El primero acaba de volverse definitivamente de
Dublín tras año y medio y la segunda marchó en verano a Cork para probar
fortuna de 'aupair'. Hasta eso le salió mal, por discrepancias con la familia,
«que era muy religiosa». Pese al paro (14,7%) y a los 30 euros mensuales que
hay que abonar por el 'rescate' a los bancos, Irlanda es un destino más
atractivo que Gran Bretaña: evita el cambio a la libra, más cara que el euro. Pero
hay tanto español que ni siquiera en la hostelería es fácil encontrar algo.
Celia regresó hace poco, «como muchos de mis amigos, que en tres meses ya
estaban en casa».
Al llegar a
Dublín, Daniel, biólogo y máster en Energías Renovables, se dio «de bruces con
la realidad. Las ETT no funcionan, son unos irresponsables. Me citaron a las
siete de la mañana para una entrevista en la otra punta de la ciudad y al
llegar me sueltan que ya habían dado el puesto». Trabajó en atención al cliente
por teléfono y tres meses probando programas informáticos y videojuegos. No se
da por vencido, quizá lo intente en Finlandia o Sudamérica, «aunque esta vez
iré más preparado».
El granadino
Rafael García prefirió ir a Londres con dos amigos. Su caso evidencia la
necesidad de prever bien el alojamiento antes de partir, porque en los primeros
días te dejas los ahorros. La noche de llegada la pasaron en el Hyde Park
Hostel. «¡Que no vaya nadie! 25 personas por habitación, había drogadictos y
creo que hasta prostitución. Las ollas tenían cuatro dedos de moho, mi amiga
fue a ducharse y vomitó al ver lo que había. Nos marchamos, pero los otros
alojamientos eran muy caros. Me iba con las maletas a entregar los currículos,
más de cien». Nada, se acabó el dinero y no pudo esperar más. Llegó en febrero
y regresó en marzo. «Se puede emigrar, pero con cabeza, esto no es como en la
tele».
El Mundial
de Brasil
Rocío Gómez,
una joven gaditana licenciada en Historia, pasó un año y medio en Edimburgo.
Fue a estudiar un máster de Arqueología y a trabajar. «Todo el mundo decía que
era fácil encontrar colocación, también 'Españoles en el mundo', pero nada más
lejos de la realidad. Solo me han contratado para limpiar hostales. Como somos
tantos, hasta para recoger los vasos de los pubs te piden un nivel altísimo de
inglés. Y los contratos son tan flexibles que te hacen trabajar diez horas». Al
ver que no había futuro regresó y gracias al máster ahora trabaja en una
excavación arqueológica en Barcelona.
Más lejos
viajó el catalán José Luis Rodríguez, que trabajaba de escolta privado en
Euskadi hasta que hace un año cesó la amenaza de ETA. Como ya estaba casado con
una brasileña -lo que simplifica las cosas- optó por este país emergente, con
un paro en mínimos históricos (6%). La proximidad del Mundial de Fútbol de
2014, para el que la presidenta Dilma Rousseff quiere construir 800
aeropuertos, las posibilidades de empleo en penitenciarías y el futuro tren de
alta velocidad funcionan como un imán. Pero el país endureció en abril las
condiciones de entrada a los españoles.
En
espanolenbrasil.blogspot.com.es, José Luis aporta toda la información necesaria
para emigrar. «Me escriben a diario quince personas, se han incrementado las
peticiones de ayuda un 80%. Algunos me piden gente para casarse por papeles...».
Y advierte: «Quien piense en hacer las Américas, que se olvide». El papeleo es
complicado hasta para los que están casados con brasileños. «Si quieres abrir
un negocio te exigen un capital de 100.000 euros, 50.000 para montarlo y otro
tanto a fondo perdido, en impuestos. Íbamos a abrir una tienda de ropa, pero
nos asaltaron y nos robaron 10.000». Pero esta historia acaba bien: «Despúes de
mandar mil currículos, me cogieron de cocinero en el restaurante La Fontana...
¡Y me van a hacer gerente!».
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