LA VERDAD Y LA MENTIRA
No hay nada
más hermoso que buscar la verdad, y no hay nada más indigno que buscar la
mentira y tratar que esa mentira se convierta en verdad" (Cicerón).
Sepa,
querido lector, que de convocarse ahora elecciones generales la participación
ciudadana bajaría unos 12 puntos en relación con las elecciones generales de
noviembre del año 2011. A esto se le ha venido en llamar desafección ciudadana
hacía la política y los políticos. Desafección que nos lleva a una situación
preocupante por cuanto supone, para muchos, que la democracia es la responsable
directa de la crisis económica y responsable, además, de la crisis política e
institucional. Tal desafección ha acabado en Europa con partidos tradicionales
en Italia, Grecia y Portugal y ha llevado al apoyo a opciones políticas
extravagantes o populistas de, digamos, dudosa base democrática.
En la
desafección han contribuido, sin duda alguna, los escándalos intolerables de la
corrupción política y la incapacidad para corregir la deriva de la situación
económica, pero también trae causa de la forma de hacer política y del modo de
actuación de los partidos políticos. Tal es así, que los políticos y los
partidos ocupan los últimos lugares del desprestigio social, alcanzando la
cuota de desaprobación ciudadana en un porcentaje próximo al 90 por ciento. Me
preocupa que en política se mienta, como dice el poeta, "más de la
cuenta" y, quizá, sea la mentira la que está debilitando la democracia y
llevándonos a una sociedad apolítica. Así pues, si queremos retomar el camino
que nos lleve al prestigio social habría que empezar por pedirles y exigirles
la verdad, cueste lo que cueste. El futuro se gana a través de la verdad.
La pérdida
de credibilidad empezó con un programa electoral falso y con la imposición en
consecuencia de un programa ideológico que no figuró para nada en la oferta
electoral. Siguió con mentiras camufladas a través de juegos incomprensibles de
palabras. Recuerden aquello de "no vamos a subir los impuestos, solo vamos
a cambiar su ponderación"; o aquello otro: "no vamos a subir el IVA,
sólo vamos a incrementar la imposición sobre el consumo"; o no se trata de
una amnistía fiscal sino de una "declaración tributaria especial", o
las más recientes "la indemnización que se pactó fue una indemnización en
diferido, y como fue una indemnización en diferido, en forma efectiva de
simulación..."
Se continuó
con frases o palabras que sólo pretendían ocultar o confundir. Así
"externalizar" en lugar de privatizar, o "línea de crédito o
apoyo financiero" en lugar de rescate, o "recargo temporal de
solidaridad" por copago. Y terminó con el anuncio extravagante del
presidente de Gobierno, después de muchos meses gobernando, diciendo que no ha
cumplido con su programa electoral pero que ha cumplido con su deber.
Y en el
camino más mentiras y la absoluta pérdida de credibilidad: no se iba a abaratar
el despido; no se iban a traspasar las líneas rojas en materias tan sensibles
como sanidad, educación y política social... Y a todo ello, además, las
mentiras sobre el escandaloso caso Bárcenas y digo "mentiras" porque
la ocultación de la verdad es también una de las formas de mentir. Lo peor de
todo, si es que puede haber aún algo peor, es que lo enumerado ha sido amparado
en cierto modo por quién prometió decir la verdad y "llamar al pan, pan y
al vino, vino". La verdad es la condición necesaria para el ejercicio de
la política porque con la verdad se convence y sólo se puede convencer si se
tiene credibilidad, o lo que es lo mismo si se dice la verdad. En política no
se pude hacer ostentación de unos valores y luego actuar y vivir de otra
manera. No se puede, ni se debe mentir porque si nos mienten y nos
acostumbramos a que nos mientan: ¿como vamos a creerlos cuando nos digan la
verdad?.
Es cierto
que la credibilidad es muy exigente porque implica honestidad y coherencia
social, pero también lo es que no es tolerable que la mentira y la indecencia
dominen en la política. En consecuencia, hora es de hacer camino y como para
hacer camino hay que dar el primer paso, empecemos por exigir que se respete y
garantice la verdad y empecemos por elegir a los que se basan y se esfuerzan
sin cesar en la verdad, hasta el cansancio, porque con ellos podemos contar. La
verdad nos hace más libres, es una exigencia democrática y, además, es un
derecho que hay que reconocer, respetar y garantizar a los ciudadanos frente a
la clase política y a los políticos. No debemos olvidar, otra vez Cicerón, que
"la verdad se corrompe o con la mentira o con el silencio".
MÁLAGA HOY
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