¿VALDRÁ LA PENA?
Desde que se
conocieron los resultados de las últimas elecciones andaluzas el debate que se
abrió en el seno de las corrientes progresistas fue si Izquierda Unida debía
entrar o no a gobernar. No oculto que yo defendí desde el primer momento que
debería ser así por dos razones fundamentales. Una, que me parecía que esa era
la forma de evitar que gobernase el PP abriendo al mismo tiempo una nueva etapa
de políticas más avanzadas. Otra, porque creo que la izquierda pierde toda su
credibilidad ante la sociedad si, cuando puede, renuncia a transformar el día a
día del marco real en el que los seres humanos desarrollamos cotidianamente
nuestra vida. No creo que valga eso de presentarse ante los demás como quien
tiene la llave de un futuro mejor y luego desentenderse para dejar a otros la
engorrosa gestión de un presente del que, al fin y al cabo, depende el
bienestar o el sufrimiento de las personas.
Todavía hay
quien me lo reprocha. Parece que los estragos que vienen provocando las
política del gobierno de Rajoy, su ineficacia económica, el servilismo hacia
los grupos oligárquicos, y su identificación con la extrema derecha más cerril
que busca volver a las andadas del franquismo, no son suficientes para que
algunas personas entiendan que la vida real no funciona en blanco y negro.
Hasta el
momento, el gobierno del PSOE e IU se ha venido dedicando a lo que
prioritariamente debía hacer: organizar la resistencia. No había que ser un
lince para saber que debería hacer recortes porque no está en su mano
incrementar a corto plazo los recursos para hacer las políticas que serían
necesarias. Pero creo que ha sorteado con suficiente habilidad y sensibilidad
social las principales dificultades que en este sentido se han ido planteado a
lo largo del tiempo, y principalmente en la elaboración de los Presupuestos.
Basta ver lo que están haciendo las comunidades gobernadas por el PP, o el
gobierno central, y comparar.
Yo creo que
la crítica al gobierno andaluz no puede basarse en que tiene que recortar para
poder gestionar con menos recursos, como si eso fuese el resultado de una
decisión propia. Lo que hay que poner sobre la mesa es si considera eso
inevitable, cómo afronta la situación, cómo se plantea obtener más ingresos en
el futuro inmediato, o con qué efecto distribuye las cargas no solo de ese
recorte sino del conjunto de su acción política.
A mi juicio,
la presencia de Izquierda Unida en el gobierno, y el cambio de sintonía que eso
ha supuesto para un PSOE que estaba fatalmente acostumbrado a gobernar por
inercia, está sirviendo para que en Andalucía se afronten los problemas con
otra filosofía política y eso, de entrada, me parece muy importante. Como he
dicho antes, nada mejor que ir a los hechos y comparar.
Lo que
ocurre es que dentro de poco esa diferenciación entre la actitud del gobierno
PSOE-IU y la del PP tendrá que ir adquiriendo sustancia y no podrá quedarse
solo en las formas o en las intenciones.
Andalucía no
está en condiciones de salir adelante si se deja llevar solo de la inercia, si
cambian los pilotos pero se sigue avanzando por la misma vía, porque la
dirección por donde ésta transcurre, y no solo la personalidad de quien
conduce, es lo que hipoteca nuestro futuro.
El gran
error de años anteriores ha sido creer que la solución de los viejos problemas
de Andalucía (desvertebración, dependencia, desigualdad, desindustrialización…)
se resolvían logrando una mayor integración en el entorno, sin tener en cuenta
que éste, un capitalismo que empobrece a las periferias y la globalización
neoliberal, son precisamente el problema y no la solución. Esta es la dinámica
que hay romper y para ello hay que empezar ya a diseñar nuevas estrategias y a
empoderar y movilizar mucho más a la gente con pedagogía, transparencia y mucha
más participación ciudadana. Y ahí es donde yo veo, de momento, los mayores
déficits del gobierno andaluz.
FUENTE:
MAREA VERDE
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