HOMENAJE JORNALEROS
De todos es sabido que la Fama es caprichosa. Sonríe a unos
pocos elegidos, algunos de ellos merecidamente y a otros de forma desmesurada,
cuando no injusta. Nunca, lamentablemente, recuerda la Fama a aquellos que
permitieron a otros pasar al recuerdo. Esta semana el mundo social recuerda con
panegíricos a una duquesa que dicen fue muy moderna, pero se empeña en olvidar
a todos los que con sus manos, esculpidas por el dolor de mil labores,
trabajaron duramente para crear un patrimonio incalculable.
Durante siglos, las sombras de la injusticia, la enfermedad
y el hambre forjaron el día a día de los jornaleros y campesinos andaluces. La
explotación ignora a sabiendas los nombres propios de aquellos desgraciados.
Pero nosotros sabemos que llevaban nuestros apellidos, eran nuestros abuelos, y
en aquellos campos de labranza, que no les pertenecía por derecho, aunque sí
por trabajo, vertieron la sangre que ahora corre por nuestras venas. El
Rompeolas quiere hoy acordarse de los desheredados de nuestra historia: mujeres
y hombres hechos de tierra y barro, arropados por el sudor y el polvo,
doblegados por la violencia y la necesidad, mujeres y hombres que sabían
perfectamente y en carne propia que la riqueza no es posible sin la miseria, y
que su drama era la semilla de la que luego brotaban escudos y títulos de
nobleza.
No hablarán de ellos los cantares de gesta, no aparecerán en
los retratos de los grandes pintores, no descansarán en pétreos mausoleos, pero
moldearon el fértil paisaje de nuestra tierra, la regaron con su esfuerzo,
sembraron nuestros olivos y cuidaron nuestras vides, ennoblecieron las villas y
pueblos, nos hicieron ser como somos. Nos dieron la vida a tí y a mí.
Llegado el momento, ansiosos de libertad y progreso,
abrazaron la causa social y lucharon por su emancipación, algunos hasta la
muerte. Al cabo de los siglos disfrutamos de todos los derechos de los que
ellos carecían. Por eso pensamos que sería indigno por nuestra parte celebrar
funerales en la catedral, rendir honores a la aristocracia, en lugar de
recordar a los verdaderos protagonistas de la historia, la verdadera nobleza de
la tierra, los señores de la labranza, del vino, el aceite y el pan: los
jornaleros andaluces.
Va por ellos este poema de Miguel Hernández:
Jornaleros que habéis cobrado en plomo
sufrimientos, trabajos y dineros.
cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.
Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles.
Rabadanes del hambre y del arado:
españoles.
Esta España que, nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,
de una cosecha pasa a otra cosecha:
esta España.
Poderoso homenaje a las encinas,
homenaje del toro y el coloso,
homenaje de páramos y minas
poderoso.
Esta España que habéis amamantado
con sudores y empujes de montañas,
codician los que nunca han cultivado
esta España.
¿Dejaremos llevar cobardemente
riquezas que han forjado nuestros remos?
¿Campos que han humedecido nuestra frente
dejaremos?
Adelanta, español, una tormenta
de martillos y hoces, ruge y canta.
Tu porvenir, tu orgullo, tu herramienta
adelanta.
Los verdugos, ejemplo de tiranos,
Hitler y Mussolini, labran yugos.
Sumid en un retrete de gusanos
los verdugos.
Ellos, ellos nos traen una cadena
de cárceles, miserias y atropellos.
¿Quién España destruye y desordena?
¡Ellos! ¡Ellos!
Fuera, fuera, ladrones de naciones,
guardianes de la cúpula banquera,
chuecas del capital y sus doblones:
¡fuera! ¡fuera!
Arrojados seréis como basura
de todas partes y de todos lados.
No habrá para vosotros sepultura,
arrojados.
La saliva será vuestra mortaja,
vuestro final la bota vengativa,
y sólo os dará sombra, paz y caja
la saliva.
Jornaleros: España, loma a loma,
es de gañanes, pobres y braceros.
¡No permitáis que el rico se la coma,
jornaleros!
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