CAMPAÑA DE LOBOS. TEODORO LEÓN GROSS

Que viene el lobo! clama Rajoy pastoreando votos con su campaña apocalíptica de 'yo o el caos', y también Pedro Sánchez en su campaña desesperada de 'el caos del de 'yo o el caos' o yo'. Apelan al voto útil contra el lobo, que en su imaginario simplista son los partidos pequeños que han roto la larga hegemonía del bipartidismo. Es notorio su canguelo tras décadas frisando cómodamente el 75% de voto. Contra eso, su mantra es 'Gobierno fuerte', fetiche de prestigio en España como vacuna contra la inestabilidad agitando miedos cuyo ADN se remonta a la República. Pero los ciudadanos parecen descreer ya de ese cuento del lobo asumiendo al fin que esos 'Gobiernos fuertes' son los que han elevado la mentira a programa electoral; que esos 'Gobiernos fuertes' son los que han colonizado el Poder Judicial y los organismos de control como partitocracia; que esos 'Gobiernos fuertes' se montan televisiones públicas bananeras y gestionan la publicidad institucional con matonismo; y sobre todo que esos 'Gobiernos fuertes' han sido la coartada de cleptocracias clientelares en sus ciclos corrompidos en el poder.


Desde esas dos orillas, a pesar de todo, se usa estos días el caso andaluz como prueba de que la fragmentación trae el caos. Y es una tesis ventajista, aprovechando el tacticismo inevitable al solaparse con la campaña. De no haber fragmentación, el PSOE ya gobernaría sin oposición prolongando tres décadas de hegemonía, con Chaves y Griñán en el santoral y lavando la memoria de sus aznalcóllares, eres y demás escándalos, como en Madrid o Valencia la hegemonía PP arrastra el Tamayazo, Gürtel, Púnica o Brugal. 

El discurso 'regeneracionista' de Susana en su investidura fallida ya anticipa otras reglas del juego. Si pacta el programa de racionalización y transparencia contra la corrupción, algo habrá cambiado en el rodillo andaluz. Así que, no, Andalucía no es la prueba del caos, sino el laboratorio de un cambio a mejor para forzar que los 'Gobiernos fuertes' tengan que replegar los usos, más bien abusos, de la partitocracia. Eso sí, la presidenta aún necesita unas lecciones de aritmética para saber restar 55-47 asumiendo que eso no da para fantasear con el viejo 'Gobierno fuerte'.


Va de suyo que a los partidos tradicionales les aterra esto; como todo monopolio amenazado. El Gobierno de la derecha ha sido PP o PP; y de izquierda, siempre vía PSOE. Por eso agitan el espantajo. Toda una ironía: son los lobos quienes claman ¡que viene el lobo! Pero en esto manda el voto de los ciudadanos, que, como en Andalucía, tienen la opción de forzarles a pactar, sin mercadeo, un programa. Eso es algo que está en la cultura democrática de los países nórdicos y centroeuropeos, y sus Gobiernos encabezan los rankings de transparencia y progreso. No parece mala melodía frente al estribillo de la partitocracia: 'nosotros o el caos'.

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