“POBRES CHICAS”
Para los Kayan de Myanmar, la belleza de una mujer se calcula en el número de anillos que se acomodan entre sus hombros y su cabeza. Dicen los etnólogos, que esta costumbre proviene del intento de proteger sus frágiles cuellos del ataque de los carnívoros, pero no tardó en convertirse en una forma de perpetuar el dominio del varón, que estaba autorizado a retirar los anillos si sospechaba de la infidelidad de su esposa.
Así, la simple duda del marido sobre la “buena cabeza” de “su” mujer, hacía que esta la perdiera literalmente, ya que la atrofia de los músculos del cuello, le impedía sujetarla. Se trata de un patrón estético que se ha ido perpetuando generación tras generación esclavizando a quienes viven sujetos a él. En este caso, como en tantos otros, quien lo sufre es la parte femenina de la población.
Menos mal que en occidente no hacemos esas cosas… somos civilizados, así que, como mujer, puedo estar tranquila. ¡Uy!, ¡que tarde se me ha hecho!, voy a perder la cita para la cera. ¡Qué gran invento! Quema, y duele, pero… deja la piel estupenda. Luego iré a que me hagan una cura, porque el piercing es monísimo, pero menuda infección tengo en el ombligo. ¿Qué me pongo para salir? Algo ceñido, que resalte la fabulosa obra del doctor López. Dos tallas más de sujetador por sólo un par de cicatrices y un leve dolor de espalda. Claro que… con estos michelines…
No importa, me pongo una faja. ¡Uf¡ casi no puedo respirar, pero parece que tuviera una talla menos. Y ya que casi no como por la dieta… que se note, porque entre el hambre que paso y lo que me gasto en pastillas adelgazantes, como para no marcar cintura. Ahora unos buenos tacones para subir el culete y… ¡Lista para salir! Pobres chicas kayan, ¿cómo podrán soportarlo?
Mayra Alonso Rodríguez
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