“MALAS”
Desde el comienzo de los tiempos, la humanidad se ha planteado infinidad de preguntas. Algunas, de difícil respuesta, fueron contestadas por magos, druidas y sacerdotes, de forma más o menos tranquilizadora.
La incertidumbre de la duda, era calmada por augurios de buen porvenir, vida eterna, reencarnación o recompensas en el más allá. No tardaron en descubrir la utilidad de estas teorías, no ya para explicar sino para justificar el orden establecido, algo siempre interesante para quienes se benefician de dicho orden.
Cuestionarlo era dudar de lo divino, y podía despertar las iras del/los todopoderoso/s. Era necesario dejar claro qué era lo correcto, de acuerdo con el status quo, y qué lo incorrecto, aquello que podía amenazar el bienestar de los bienhallados. Y así, apareció el pecado. Y apareció con nombre de mujer.
Cuando Epimeteo aceptó el regalo de los dioses y recibió a Pandora como esposa, no sabía a lo que se exponía. No hizo caso de las advertencias de su hermano Prometeo y cayó en sus redes. La armonía reinaba en el mundo hasta que esta mujer, abrió el ánfora que contenía todos los males llevada por su perniciosa curiosidad. Así llegaron a nosotros, la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la tristeza…
Curioso fue lo que le ocurrió a Sansón, ese guerrero invencible que, llevado por la pasión, confió su gran secreto a la malvada Dalila. Esta, tras haberlo seducido con sus encantos, le arrebató su fuerza sin piedad. Podría decirse, de forma irreverente, que lo hizo “por los pelos”.
Tampoco debemos olvidar la muerte de Hércules. Este gran héroe, que venció a leones, centauros y titanes, fue finalmente derrotado por los celos de una mujer. Deyanira, que así se llamaba su esposa, no dudó en seguir los consejos de Neso para conservar a su amado. No tuvo en cuenta la enemistad del centauro y se dejó llevar por promesas de amor eterno, sin sospechar que tal hechizo acabaría dejándola viuda.
Y qué decir de la mala malísima de la mitología griega: Clitemnestra. Casada con Tántalo, vio como este y sus hijos morían a manos de Agamenón. Crueldades del destino, fue obligada a desposarse con el asesino de su familia con el que incluso, llegó a tener nuevamente descendencia. Pero la desgracia de esta mujer, no acabó ahí. Tuvo que presenciar el sacrificio de su hija Ifigenia para lograr vientos favorables que permitieran a los barcos griegos llegar a Troya. El promotor del homicidio fue, una vez más, Agamenón. Cuando este regresa victorioso de Troya, es asesinado por su esposa, que será repudiada, criticada y pasará a la historia de la literatura como una asesina despiadada. Nada se dice de lo que ocurrió primero.
Imprescindible nombrar al bueno de Adán, que tuvo la mala cabeza de confiar en una mujer y comer el único fruto que Dios le había prohibido. Esa mujer, Eva, es según la tradición, la culpable de la muerte, el dolor, la vergüenza y el trabajo: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" (Génesis 3:19).
La curiosa Pandora, la traidora Dalila, la celosa Deyanira, la vengativa Clitemnestra y la irrespetuosa Eva. Son sólo algunos de los ejemplos donde se muestra la valoración que sobre la mujer han venido haciendo aquellos cuya misión era dar respuestas. Aquellos que decidían qué era lo bueno y qué lo malo, y se esforzaron en presentar lo femenino cómo un peligro que había que someter y controlar. Hoy por hoy, nos hemos liberado de las cadenas de la magia, el oscurantismo y la superstición. Pero cabe preguntarse hasta que punto hemos superado esos esquemas mentales que han venido justificando el sometimiento de una parte de la humanidad con respecto a la otra, y ver cuán cerca o lejos estamos de dejar de ser las “Malas”.
Mayra Alonso Rodríguez
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