SER MAESTRO HOY
José M. Esteve intenta desvelarnos a lo largo de “La aventura de ser maestro” algunas de las claves de la profesión a la que muchos nos podríamos a enfrentar en un futuro no muy lejano.
El autor comienza con el retrato del que podría ser “el profesor primerizo” y muestra por escrito alguno de los sentimientos con los que muchos de nosotros quizá podríamos identificarnos : “nadie nos enseña a ser profesores” , “ tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer” .
Después del trance de “las primeras clases” y solo a través del paso del tiempo, modificando errores y quedándote con lo positivo es cuando uno puede ganarse la libertad de ser profesor, al menos éste es el caso del emisor.
Puedo sentirme identificada en algunos aspectos cuando describe la actitud del “profesor primerizo”, puedo reconocer los temores e inseguridades que se relatan y me muestro de acuerdo con esta idea. No me he encontrado aun con el caso de un profesor que afronte su primera clase con una seguridad real.
En los párrafos siguientes me alegro de leer algunas frases que Esteve traslada de autores como Unamuno que muestra sus preocupaciones por enlazar “pensamiento y sentimiento” en textos tales como la necrológica de Giner de los Ríos, precursor de la Institución Libre de Enseñanza. También se mencionan los nombres de Mari Carmen Díez y su visión de la escuela como aquel sitio al que se va a aprender y a compartir tiempo, espacio y afecto o Fernando Corbalán que nos dice que en clase tenemos que divertirnos.
Hay en este texto una idea que se repite en varias ocasiones: “el objetivo es ser maestro de humanidad”. El autor intenta hacernos ver que ese es el verdadero objetivo por el que vale la pena ser profesor. A partir de esta frase se nos habla también del aprendizaje y los mecanismos más adecuados con los que enseñar a través de los cuales descubrimos las verdaderas tareas del docente: “… para hacer que tus alumnos aprendan la respuesta, no tienes otro camino más que rescatar la pregunta original. No tiene sentido dar respuestas a quienes no se han planteado la pregunta…”
Me parece también positiva la idea que se nos desvela de que el profesor debe ser aquel que se encargue de “volver las miradas de los alumnos hacia el mundo que nos rodea y rescatar las preguntas iniciales obligándoles a pensar”, es una idea que comparto y que me gustaría llevar a cabo cada vez que diese una clase es ese futuro hipotético.
Luego se habla de la renovación pedagógica como una forma de egoísmo en la que el profesor necesita encontrarse vivo en la enseñanza y no caer en los mismos hábitos año tras año. No creo que se trate tampoco de “egoísmo” sino de la voluntad de un profesor por mejorar y no quedarse estancado aunque siempre se mantenga dando las mismas asignaturas.
De acuerdo en que la renovación puede servir al propio profesor para reciclarse y cambiar en chip en beneficio propio pero esta renovación no creo que vaya unida a un sentido egoísta porque la entiendo como un cambio que pretende la mejora para con los alumnos también, ya que sin ser así esos cambios no tendrían mucho sentido.
En cuanto a la identidad personal me ha parecido interesante esa división entre “Primaria” y “Secundaria”. No he conocido de cerca el caso de ningún estudiante de Magisterio que luego en la práctica me hayan podido transmitir las vivencias que se relatan en el texto pero no dudo de que los ejemplos citados estén faltos de razón, no hay que olvidar que José María Esteve es catedrático de Teoría de la Educación, de la Universidad de Málaga y debe conocer profundamente la situación del alumnado de Magisterio y su traslado a la práctica.
Cuando se habla del profesor de secundaria, se dice que quizá este no se haya despojado de sus cualidades investigadoras, que ha estudiado algo que en ningún caso pretendía formarlos como profesores, etc. En este caso y sintiéndome en parte perteneciente a este grupo, comparto ciertos aspectos pero me parece que el autor nos presenta quizá un perfil situado en un lado extremo.
No creo que en la realidad ni mucho menos de forma generalizada, se trate siempre de un perfil que se tenga que dar en el profesor de secundaria. Los habrá que se encuentren con las dificultades relatadas por Esteve, no me cabe duda, pero también habrá quienes se enfrenten desde un primer momento con las dificultades que se le ponen en el camino y supla satisfactoriamente todos los impedimentos, más que virtudes, que su formación anterior le haya aportado para el ejercicio docente.
Comparto también la idea de que como interlocutores que vamos a ser, necesariamente debemos como mínimo conocer ciertas técnicas de comunicación grupal. Quizá esto nos permitiría afianzar nuestro control del aula como esa clase que “funciona como un sistema de comunicación e interacción”. Dar la importancia a los silencios tanto como a las palabras, saber distinguir los distintos climas que se crean en el grupo de clase, los distintos tonos de voz o la constante actitud de autocrítica, son aspectos que deben tenerse en cuenta por parte del profesor.
El tema de la disciplina, por otra parte, debería poder resolverse, como se cita, “encontrando una forma de organizar a la clase para que trabaje con un orden productivo “ pero creo que no es tan fácil como puede parecerlo en la teoría que representa este texto. Es algo más complejo que se ve sujeto a las circunstancias bajo las cuales se puede actuar con unos mecanismos más acertados que otros para que esa situación no desemboque en un daño grave pero no creo que el actuar de un modo u otro pueda garantizar el éxito siempre. De acuerdo en que el razonamiento y el diálogo son las mejores armas.
Por la parte que atañe a los contenidos y niveles lo que está claro es que el profesor debe siempre adaptarlos al nivel de sus alumnos, intentando siempre que esta adaptación sea para mejorar y no al contrario, no se debe confundir la adaptación de un nivel determinado con la necesidad de bajar el nivel para obtener mejores resultados a nivel general. Pienso que la adecuación de los contenidos y niveles siempre debe estar a favor del progreso del alumnado, progreso que debe conducirlo siempre a dar el máximo de sus posibilidades de la manera más enriquecedora posible.
Nunca está de más reflexionar sobre la enseñanza que nos rodea y forma parte de nosotros tanto tiempo, en algunos ya no solo como alumnos sino como profesores, profesión que directa o indirectamente se encuentra altamente comprometida con la sociedad.
Laura Franco Carrión
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