ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
El poder curar a alguien, poder paliar el dolor, evitar el sufrimiento e incluso la muerte, ha sido desde época prehistórica un privilegio concedido a un reducido número de personas, que según las épocas recibían ese don por mandato divino, permitiéndose el traspasar los conocimientos adquiridos de generación en generación a otro reducido número de seres.
Los componentes mágicos vinculados a tareas curativas o medicinales se usaron como método para controlar a las poblaciones, ejerciendo y provocando en ellas presiones, miedos, etc., es decir, quien tenía el poder de salvar una vida tenía capacidad para manipularla. Este es uno de los motivos por los que creencias religiosas y curación han estado estrechamente vinculadas a lo largo de la historia de la humanidad. Entrando en período propiamente histórico se comenzó a separar creencia religiosa y la ciencia médica; los griegos teorizaron sobre cuestiones curativas, remedios, intervenciones quirúrgicas, etc. Fue aquí donde definitivamente se apartó a la mujer de la posibilidad de intervenir lícitamente en la creación de la ciencia médica, habrá que esperar al siglo XX para que se permita al conjunto de las mujeres formar parte del ámbito científico médico como creadora de éste, no como mero sujeto que recibe los aportes teóricos.
Durante el largo período que conocemos como Edad Media, la medicina quedó relegada en el ámbito europeo a meras teorizaciones vinculadas con las creencias religiosas cristianas, se apartó de la posibilidad de experimentar, se mantuvo un alejamiento entre el paciente y el médico puesto que la observación de los fluidos corporales y del aspecto externo bastaban para diagnosticar, nada de auscultación.
A lo largo de todas las épocas prehistóricas e históricas las mujeres han adquirido conocimientos curativos y medicinales que han aplicado en ellas mismas y a otras mujeres, provenientes de una observación y carácter empírico relacionados con la supervivencia y con la necesidad, puesto que si ellas mismas no se ocupaban de su propia salud, nadie más lo haría. Paliar el dolor, reconocer los problemas físicos e intentar solucionarlos o mitigarlos, ha sido una de las funciones de magas, curanderas, «brujas y hechiceras», matronas, comadronas, etc.; se les permitía ciertas prácticas médicas puesto que los varones no querían o no deseaban entrar en contacto físico con la población femenina.
Llegada la Época Moderna, la medicina y la ciencia en general «renacen» tras la radical liberación de la doctrina católica. Serán los protestantes quienes con mayor rigor decidan separar religión o creencia religiosa del conocimiento científico; ellos comprendieron que el poder que ejercía un médico era tremendo, el médico decidía los hábitos de vida que debían llevar las personas, decidía quién viviría y quién moriría, por ello la medicina debía estudiarse y enseñarse sólo en las universidades alejadas de influencias religiosas.
Por supuesto las mujeres no podían aprender medicina (ya se sabe, sólo unos pocos pueden tener el control del universo); se las relegó a tareas asistenciales y se les permitió que siguieran ejerciendo como matronas y comadronas, la tarea maternal. Les pareció inmunda y creyeron en un principio que desde esa parte de la medicina no se podía controlar ni obtener poder (algo de lo que posteriormente ha cambiado, en especial durante todo el siglo XX, el denominado «siglo del niño», puesto que todo gira en torno a la infancia).
La mujer ha sido para la ciencia médica un mero objeto de estudio por su posibilidad reproductiva, se la ha excluido ser objeto de cualquier otro estudio y por supuesto se la ha mantenido al margen del poder que genera la ciencia médica. Si bien es verdad que desde el siglo XX hasta hoy se les permite estudiar, enseñar y ejercer la práctica médica, también hay que reconocer que se las ha adoctrinado y convencido de la bondad científica, de la necesidad de progreso y avance científico-tecnológico pese a quién pese, el sufrimiento de unos pocos será beneficioso para muchos.
Se las suele excluir, aunque ninguna mujer que haya estudiado y/o ejerza la medicina, o cualquier otra rama científica, lo reconocería; de hecho se las ha excluido de puestos de responsabilidad, de la toma de decisiones a gran escala, ¡qué mujer conocemos que sea la que ha descubierto una vacuna!, ¡qué grupo de científicas han patentado algún medicamento!, etc.
Pues bien, llegados a este punto, he de decir que toda esta disertación sobre el papel de la medicina a lo largo de la historia, del papel de la mujer en la medicina, quiero que sirva para que reflexionemos sobre la actualidad que nos rodea, vivimos en el Primer Mundo, disfrutamos de un momento a nivel científico magnífico puesto que la teoría y la técnica están del lado del ser humano, es decir, podemos alargar nuestra vida y parece ser, o eso nos dicen los médicos, que los dolores y molestias pueden paliarse fácilmente por un módico precio. Todos los seres humanos sufrimos, sentimos el dolor, nos asusta padecer, por ello nos ponemos a disposición del médico, nos entregamos en cuerpo y alma, que nos dice que tomemos esas pastillas tres veces al día, que no comamos tal o cual cosa, pues lo hacemos, que debemos hacernos pruebas radiactivas una y otra vez, lo hacemos, etc.
Durante años hemos sido cobayas o ratas de laboratorio, el efecto placebo y la experimentación agresiva que se ha ejercido en la población que, a pesar de saber que estamos siendo manipulados, nos dejamos hacer con conciencia de ello, y lo más grave, sabemos que antes de experimentar con nosotros, sí, los del Primer Mundo, lo han hecho de un modo más agresivo y radical con los que viven en el Tercer o Cuarto Mundo, sin que ellos siquiera lo sepan, los han, ¿qué digo?, los hemos engañado.
Ahora bien, en cada continente, en cada país, se suelen anteponer excusas, razonamientos, motivos, etc., para «matizar» los posibles desencantos y fraudes que desde el mundo científico y médico puedan suceder; así en España, que presume de tener un sistema de sanidad público cuasi perfecto, se ha decidido que debemos ponernos a la altura de otros países y crear un sistema sanitario desastroso, para que así las empresas privadas se forren, me explico: con la excusa de dar competencia sanitaria a las comunidades autónomas, el Estado se desentiende; pues bien, las comunidades autónomas han decidido que la sanidad pública pase paulatinamente a ser una sanidad privada financiada con fondos públicos, es decir, cualquiera que tenga titulación sanitaria (no importa si los títulos son homologados, falsos, de otros países con los que no hay acuerdos académicos, si la persona conoce el idioma español, tenga expedientes judiciales, etc., se pueden citar multitud de casos, extraoficialmente por supuesto….) cobrará un sueldo pagado con fondos públicos.
Este tipo de subcontratas lo que favorecen es que la administración autonómica «se lave las manos» ante cualquier dificultad médica a nivel judicial, económico, etc. En otros ámbitos, todo funcionario de carrera no puede ejercer su oficio de manera privada; pongamos ejemplos de ámbitos concretos, como el judicial: todo el mundo comprende que un juez no puede ejercer como abogado a nivel privado, que un policía no puede dedicarse a tareas de vigilancia privada, maestros y profesores funcionarios de carrera no pueden impartir clases en academias privadas a los niveles con los que trabaja en lo público, etc.
Sin embargo, con la medicina, debido al poder que han tenido y siguen teniendo, ante la vida y la muerte, todos claudicamos, es de los pocos cuerpos o ámbitos en los que ser funcionario público o interino no tiene parangón: tienen un trabajo como funcionario pagado de las arcas públicas, pues bien, se les permite ejercer desde lo privado.
Quién no conoce, es más, quién no ha tenido que recurrir a estas artimañas, para qué voy a engañarles, yo misma, si quería curarme no podía ser desde la sanidad pública directamente, así que los diversos médicos funcionarios de los diversos centros sanitarios públicos que visité, ¡todos eh!, ¡todos!, me invitaron a que solucionase mi problema pasando previamente por sus consultas privadas, desembolsando diversas cantidades en tarjeta o metálico para finalmente colarme en las listas de espera y hacerme las pruebas necesarias para curarme, eso sí, desde la sanidad pública que en España y en Andalucía son de lo mejorcito a nivel mundial.
Bueno, reflexionemos, siempre he sido partidaria de lo público, es decir, educación y sanidad públicas, que favorecen la igualdad y el acceso a todos, sin embargo, estoy empezando a virar, harta de tanta hipocresía, decidamos realmente, ¿qué queremos, un sistema público o privado?, pero no estos sistemas mixtos que perjudican al conjunto de la población y sólo benefician a quienes disponen de mayor capital económico o relaciones de influencia. Se pretende refundar, redefinir o no sé que re-, sobre la economía capitalista y el neoliberalismo. No se podrán solucionar los problemas a nivel mundial o global mientras no se solucionen a nivel local y cercano, a pequeña escala es más fácil encontrar soluciones y luego extrapolarlas a la famosa macroeconomía.
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