Francisco V. Soler Tormo (Valencia, 1965), Doctor en Economía por la UNED. Profesor Asociado en el Departamento de Economía Aplicada – Estructura Económica de la Universitat de València, Técnico del Banco de España, miembro del IUDESCOOP, Instituto Universitario de Economía Social y Cooperativa de la Universitat de València. Autor de distintas publicaciones sobre el cooperativismo de crédito en España.
1. ¿Cuáles son a su juicio las causas de la crisis mundial?
En una ocasión, oí como contestación a una pregunta similar que el culpable de la crisis no había sido “el mercado”, sino “los mercaderes”. Bien, tal vez haya algo de cierto en ello; los mercaderes se han emborrachado de mercado y han desarrollado una economía (y sobre todo un sistema financiero) virtual y especulativo, desvinculado de las necesidades reales, que tarde o pronto tenía que estallar (no se ha de olvidar que la última década estuvo plagada de sucesivos pinchazos de “burbujas”). ¿Responsabilidades? De todos un poco. De los especuladores, de los reguladores que ha mirado hacia otro lado o además han incentivado un crecimiento irreal, o, incluso, de mucha gente corriente que se ha visto envuelta en una espiral en la que parecía “tonto” el que no se apuntara a ser rico.
2. ¿Y en España, a qué se debe la crisis?
España presenta unas peculiaridades propias. Se habla de tres crisis distintas, pero interrelacionadas. Una de carácter financiero, importada del exterior por el estallido de la crisis subprime. Una segunda, generada por la extraordinaria burbuja inmobiliaria, con duros efectos sobre la economía real y la financiera. La tercera crisis es de competitividad, que condiciona la recuperación y que se pone de manifiesto en el escaso dinamismo exterior de nuestra economía. Por tanto, hay causas inmediatas derivadas del reciente comportamiento de los agentes económicos (especulación inmobiliaria) y otras, más de fondo, que se arrastran.
3. ¿Qué responsabilidad tiene el actual gobierno en la crisis?
Sinceramente creo que poca. La crisis se genera por fenómenos estrictamente económicos con independencia del color del gobierno de turno. Eso no excluye la responsabilidad de los reguladores y los gestores de la economía nacional que debían haber previsto lo que se avecinaba. Ahora bien, si tomar medidas en momentos de excepción es difícil, más difícil todavía es adoptarlas cuando las cosas van aparentemente bien, como ocurrió poco antes del estallido. El principal reproche, visto lo que ha ocurrido, es la lentitud a la hora de percibir la crisis sobrevenida, aunque seguramente tampoco creo que se hubiera avanzado mucho con ello.
4. Algunos sectores están criticando el papel jugado por los sindicatos, se preguntan cómo es posible que en un país con más de cuatro millones de parados no se haya producido todavía ninguna huelga general.
Creo que en la actualidad los sindicatos se encuentran frente a unos dilemas difíciles de afrontar. En primer lugar, hay una percepción generalizada de que la crisis se ha debido a unas “alegrías” desenfrenadas e infundadas, y que, por tanto, toca una resaca que conlleva duros sacrificios. Por tanto, los sindicatos temen que el rechazo a las medidas que pueda establecer el gobierno se interpreten como una respuesta miope y una falta de responsabilidad que dificulte la recuperación futura. Por otra parte, son conscientes de que el recorte de los beneficios sociales no es la panacea para salir de la crisis.
5. Qué opinión le merece Algunas soluciones como el retraso de la edad de jubilación o la propuesta de los empresarios de abaratar el despido
Hay cierto cinismo escondido en algunas propuesta de la patronal (dirigida por un empresario que no se le puede catalogar de “modélico”), puesto que la crisis se percibe como la oportunidad de resucitar demandas “liberales” que la población no aceptaría en circunstancias normales. De todas formas, las dos propuestas de la pregunta son muy distintas.
El presumible retraso en la edad de jubilación habría que plantearlo dentro de una reflexión más profunda y debidamente fundada en datos objetivos sobre la sostenibilidad del actual sistema de pensiones. Este sistema actual puede que a largo plazo resulte demasiado generoso, en cuyo caso habría que replantearlo, pero creo que no en la línea de retrasar la edad de jubilación.
Más dudas se plantean con el abaratamiento del despido: los empresarios contratan o despiden según vaya su negocio, con independencia de las “limitaciones” que imponga la reglamentación laboral. Por tanto, las soluciones deben orientarse en otra dirección.
6. ¿Qué otros cambios se podrían hacer, que necesariamente no afectara al abaratamiento del despido?
Es necesaria una reflexión para flexibilizar y adaptar el mercado laboral español, y a este respecto se están planteando propuestas interesantes. No soy un especialista en el mercado laboral, pero creo que se deben desarrollar las medidas que reduzcan la dualidad de los trabajadores, que aumenten la flexibilidad en cuanto horarios, la adaptación de los salarios a las circunstancias o la participación de los trabajadores en las decisiones empresariales.
7. ¿Puede ocurrir en España lo mismo que está pasando en Grecia?
Imposible no hay nada, pero en la actualidad el riesgo de que ocurra lo mismo es reducido. Grecia no sólo presentaba unos datos muy negativos sobre sus finanzas públicas, sino que, además, mintió sobre ellos, por lo que su credibilidad se ha debilitado peligrosamente.
8. ¿Qué medidas llevaría usted a cabo para salir de la crisis?
Caramba, esta pregunta sí que es difícil. Creo que las medidas más efectivas son las que se mantienen a largo plazo pero, lógicamente, tienen sus efectos muy poco a poco. Estas medidas deberían ir encaminadas a hacer frente a algunas debilidades estructurales como el desfase tecnológico o la falta de innovación. En este sentido, es preciso llevar a cabo una definitiva reforma del sistema educativo y hacer consciente a la sociedad de su importancia. Este paso es previo para dinamizar el aparato productivo español.
La reforma laboral es importante, aunque no en la dirección que algunos apuntan. Debería orientarse en reducir las desigualdades que existen entre los trabajadores según el tipo de contrato que les sea de aplicación.
9. ¿Cuándo acabará la crisis?
Con la respuesta anterior se deja entrever que la salida seguramente será lenta. Una cosa es recuperar el crecimiento, cosa que puede que ocurra este año o el que viene a lo sumo. Otra cosa es aumentar el empleo, lo que tardará más aún. Y otra es recuperar los niveles próximos de pleno empleo anteriores a la crisis. Si la crisis de comienzos de los 90 tardó casi una década en permitir una tasa reducida de paro, la actual, más grave, puede que tenga una duración algo mayor.
10. ¿Qué cree usted que pensarán los países más pobres de la tierra de la crisis?
La crisis actual tiene dimensiones planetarias. Incluso puede que se hable en un futuro de un antes y un después, por cuanto ha supuesto un paso en el cambio de unas relaciones internacionales en las que potencias emergentes, en especial China, han afianzado su posición frente al mundo “desarrollado”. También es significativo que se ha hablado poco de sus efectos sobre los países más pobres. De hecho, han “gozado” de un cierto aislamiento, por no haber participado en las burbujas especulativas. Esto no quiere decir que no hayan sufrido sus efectos, derivados básicamente de la menor actividad comercial y financiera o, simbólicamente, en la reducción de la ayuda al desarrollo.
Puede dar la impresión de que están expectantes pensando que esta crisis no va con ellos. Si lo miramos desde una óptica optimista, la crisis podría difundir la idea de “volver a los orígenes”, a las bases, a la economía productiva y no especulativa, a la transparencia,… En definitiva, todo ello iría a favor de todo el mundo.
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