LA SOCIEDAD EN LA QUE VIVIMOS
Querido Iñaki, en tu programa de CNN+ el pasado jueves, te preguntaste varias veces cómo ha surgido entre nosotros esa joven generación de deportistas que, además de su gran calidad, son chicos serios, sencillos, disciplinados, trabajadores y humildes ¿son una rara excepción o un indicio prometedor en nuestra sociedad?
Creo que los que te respondieron en el programa recurrieron a tópicos de rigor y que tu pregunta -como tantas otras que planteas- merece una reflexión más seria. Quizás yo hablo desde mis muchos años, pero aquí va un elemento de respuesta.
Esos deportistas han tenido algo que no tienen hoy nuestros jóvenes: una formación basada en el esfuerzo, la disciplina, la paciencia y la aceptación de muchas derrotas. Yo conocí algo de eso, junto a otros mil defectos que tuvo mi educación (rigor, miedo, falta de apertura a la justicia social…). Pero, en la sociedad de mi infancia, esfuerzo, paciencia y disciplina eran patrimonio común de todos: en la derecha el esfuerzo para el enriquecimiento y el propio egoísmo. En la izquierda el esfuerzo por la solidaridad y la justicia.
Creo que hoy casi no queda nada de aquello. La derecha ha descubierto que no son necesarias la paciencia ni el esfuerzo para enriquecerse: aquel capitalismo de corte calvinista que describió Max Weber, basado en esfuerzo paciente, ha sido sustituido por la especulación financiera y el llamado capitalismo de casino: hay maneras mucho más fáciles y rápidas de enriquecerse. Y los inacabables casos de corrupción entre nosotros, creen algunos que no son excepciones sino puntas de iceberg: porque aunque se corre algún riesgo con eso de la corrupción (o la evasión fiscal), tampoco es un riesgo demasiado grande y, en cambio, es mucho más rentable que el del esfuerzo paciente.
A su vez, la izquierda ha abandonado también el esfuerzo paciente y se ha travestido en lo que otras veces llamé “izquierda barata” (parodiando una frase del mártir Bonhoeffer que acusaba a su protestantismo de caer en “la gracia barata”), o izquierda “de cintura para abajo”. No importa el nombre pero quizá sí que importa la clásica pregunta que hace Habermas: sin un fundamento absoluto e incondicional (“religioso” dice este autor) para la solidaridad ¿es posible a la larga mantener el esfuerzo y la disciplina necesarios para intentar cambiar el mundo, exponiéndose además a no ver los resultados de ese esfuerzo?
Creo que en eso del esfuerzo y la capacidad de renuncia reside la diferencia entre esa generación de deportistas y buena parte de nuestra juventud. Dicho esto, quisiera agregarte, que más allá de los efectos adormecedores y alienantes que hoy nos producen la Roja, y Nadal y Contador y Lorenzo… tengo muchas críticas contra la estructura del deporte en nuestro mundo. Los gastos de la Fórmula Uno, o del París-Dakar (perfumados con unas gotitas de solidaridad, para disimular), claman literalmente al cielo. De la trata de mujeres que ha desencadenado el mundial de Sudáfrica, los medios no habéis dicho nada. Y la dignidad de una sola mujer vale más que una copa del mundo.
Suelo decir, y perdona, que, bajo capa de una neutralidad informativa, los medios de comunicación tenéis el defecto de alinear al mismo nivel, y presentar en el mismo escaparate, la mierda y el jabugo. Con el inconveniente ulterior de que, como la primera es mucho más barata, acabáis dándonos mayores dosis de ella. Y sin embargo, volviendo a la juventud para terminar, hay otro grupo de jóvenes que merecerían más presencia pública y de los que vosotros no soléis hablar (bien sea porque no los conocéis o porque teméis perder audiencia). Son chavales y chavalas que dedicarán buena parte, o la totalidad, de sus vacaciones no a ir a Sudáfrica y ver el mundial, sino a trabajar solidariamente en el Tchad, en el Congo, o en países sudamericanos. La triste muerte de cuatro de éstas muchachas en un accidente en Perú, nos las ha puesto un momento de relieve. Pero apenas les hemos dedicado nada más allá del espacio estricto de la noticia. Y sin embargo, se merecían muchas más páginas de las que se ha llevado la Roja.
Esta es mi humilde respuesta. Ya te dije que puede que sea sólo el clásico lamento de viejo. Pero a lo mejor da algo que pensar. Y tú, no dejes de lanzarnos ese tipo de preguntas como la del pasado ocho de julio. Un abrazo.
José I. González Faus.
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