ZANAHORIAS, NUEVOS Y CAFÉ. SANTOS GUERRA.


"ZANAHORIAS,HUEVOS Y CAFÉ" En: SANTOS GUERRA, M.A. (2008): “La pedagogía contra frankestein”. Graó. Barcelona
La terapia cognitiva insiste en que una cosa son los hechos (aquello que sucede o que nos sucede) y otra la forma de reaccionar ante ellos. Un mismo acontecimiento puede ser vivido por alguien como una catástrofe y por otro como una bendición. Uno puede ser destruido por la desgracia y otro se hace más fuerte al pasar por ella.
Le brindo la siguiente historia que muy bien puede generalizarse para cualquier situación adversa de la vida de una persona.

Una hija se quejaba ante su padre por los problemas que tenía en la vida y por todo aquello que le resultaba difícil. No sabía qué hacer para salir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Todo le salía mal. Parecía que la solución de un problema era el origen de otro nuevo más importante.

Su padre, que era jefe de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas de agua y las colocó sobre el fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una de las ollas colocó zanahorias, en otra echó media docena de huevos y en la tercera colocó unos puñados de granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó los tres fuegos. Sacó las zanahorias y las colocó en una fuente. Sacó los huevos y los depositó en un plato. Finalmente sacó el café y lo colocó en un tercer recipiente.

Mirando a su hija dijo:
- Querida ¿qué ves?
- Zanahorias, huevos y café, contestó ella sorprendida.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara uno de los huevos y que los rompiera. Después de quitarle la cáscara observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma. Humildemente, la hija preguntó:
- ¿Qué significa esto?, padre.
El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma situación, agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto blanda, fácil de deshacer. Por el contrario, el huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero después de estar en el agua hirviendo su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos, después de estar en agua hirviendo habían conseguido transforma el agua.

- ¿Cuál eres tú? – Le preguntó el padre a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta ¿Cómo reaccionas? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor le tocan, te vuelves débil y pierdes la fortaleza? ¿Eres un huevo que comienza con un corazón frágil? ¿Posees un espíritu débil, pero después de una muerte, de una separación o de un despido lo has vuelto fuerte y duro? Por fuera eres igual, pero ¿eres amargada y áspera, con espíritu y corazón endurecido por el dolor? ¿O eres como el café? El café cambia el agua hirviente, cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mayor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor, y haces que las cosas y las personas que están a tu alrededor mejoren.

La hija pensó en la lección. Su respuesta ante la ingeniosa invitación del padre a superar la dificultad provocó en ella el silencio reflexivo y la respuesta fue un beso. Es una hermosa y útil lección. Podemos comprobar cada día, en cualquier lugar de trabajo, en cualquier etapa de la vida, que con las mismas circunstancias hay personas amargadas y personas felices. Lo veo en las escuelas. Con los mismos compañeros, similares niños, parecido sueldo e idénticos medios, hay profesores felices y profesores atormentados.

En efecto, la piedra está ahí. El distraído tropieza con ella, el violento la utiliza como proyectil, el emprendedor construye con ella, el campesino la utiliza de asiento cuando está cansado. Para los niños es un juguete. Drumond la poetizó, David mató con ella a Goliat y Michelangelo hizo de ella la más hermosa escultura. En todos estos casos la diferencia no estuvo en la piedra sino en la persona. No digo con esto que las circunstancias carezcan de importancia. Tampoco digo que no haya que luchar para conseguir que las situaciones con las que se encuentran las personas sean positivas.

Lo que digo es que ante la inevitabilidad de un fracaso, de una muerte, de una enfermedad, de una catástrofe, la forma de reaccionar sea positiva y no destructiva. ¿Resucitará la amiga por medio de un dolor insoportable por su ausencia? ¿Sedará vuelta atrás en el tiempo para evitar el accidente ocurrido si la desesperación es absoluta? ¿Alguien se beneficiará por el hundimiento, la depresión y el caos interior? No nadie. ¿No será mejor tratar de encajar las derrotas, los fracasos, los errores, las adversidades y la muerte de un ser querido siendo inteligentemente positivos con nosotros mismos?

Decididamente es mejor comportarse como el café que sigue siendo café y hace que el agua hirviendo tenga ahora un sabor exquisito. Existe un arte hermoso y complejo en la vida de las personas que interesa mucho cultivar. Me refiero al arte (y a la ciencia) de conseguir con dos signos menos un signo más. Hay que colocarlos de forma conveniente. Lo más triste es dominar el arte contrario: hacer de un hecho positivo dos motivos de desaliento.

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