JUAN BONILLA. ARTÍCULO PUBLICADO DIARIO SUR. 27 03 2011
Por bonito que quede decir que «todas las guerras son la misma guerra», no parece que ni Historia ni la actualidad puedan darle la razón al verso -porque finalmente la frase no pasa de ser un verso borgiano, y no de los más afortunados, un eslogan para camisetas pacifistas-. Igualar, como se ha tratado de hacer con insistencia, el conflicto libio con la guerra de Irak es un sinsentido, pero flaco favor le hace a la misión de las Naciones Unidas quien, por temor a la palabra guerra, llama, en efecto, como yo mismo acabo de hacer, conflicto a lo que merece el nombre de guerra, que es palabra que habría que escribir siempre con mayúsculas y en color distinto al del resto del texto.
Así que nos hemos encontrado este panorama: los grandes partidarios de bombardear e invadir Irak para buscar unas armas de destrucción masiva que -seamos serios- todos sabíamos que no iban a encontrarse nunca porque no existían son reacios ahora a impedirle a Gadafi que utilice sus aviones contra su población, y son los mismos que acusan de incoherentes a quienes se opusieron a los bombardeos de Irak y sin embargo ven razonable y necesario -e incluso un poco tardía- la actuación de las Naciones Unidas en Libia.
¿Incoherentes? ¿No es más incoherente quien piensa que toda actuación militar responde al mismo orden de cosas? ¿No es más incoherente quien está diciéndonos que el desembarco en Normandía y la destrucción de Hiroshima son exactamente lo mismo? ¿Se puede estar a favor de la primera y repudiar la segunda sin incurrir en incoherencia? Yo creo que sí, pero yo debo ser un incoherente al que le parece que las de Libia e Irak no son la misma guerra, aunque sólo sea porque en el primer caso hubo un levantamiento popular contra el tirano que respondió declarándole la guerra a su propio pueblo, utilizando sus carros de combate y sus aviones contra su población civil, armando a sus partidarios hasta los dientes, mientras que en el segundo caso la excusa para derribar al tirano era ficticia, y a pesar de que había razones de peso para descabezarlo -el gaseo de los kurdos- se fue dejando pasar oportunidades de hacerlo abandonar el poder -la primera guerra de Irak- porque a Occidente le interesaba su permanencia como muñeco débil de la región.
Pero veamos un ejemplo de coherencia. Lo tenemos en la izquierda española, ay, ese cansancio impotente. Ahí ha aparecido Cayo Lara diciendo que todo esto no es más que una guerra del petróleo, y condenando que las Naciones Unidas intervengan en Libia y que España colabore. La coherencia de su postura radica en que también condenó apasionadamente la intervención en Irak. Así que si condena siempre las intervenciones militares de las Naciones Unidas, sobre todo si las encabezan los americanos, lo tiene fácil, se trata de una coherencia sin esfuerzo: desde luego sin esfuerzo mental alguno. Imagino que Cayo Lara e Izquierda Unida condenarían el desembarco en Normandía, también, y que -con cuánto retraso y cuántas víctimas- se pusiera fin a las masacres de los Balcanes: esas injerencias internacionales en conflictos regionales, según ellos, siempre tienen intereses ocultos.
Y no voy a quitarles la razón en eso, pero al menos podrían preguntarse: sean cuales sean esos intereses ocultos de las grandes potencias en los conflictos regionales, ¿es mejor que intervengan o es mejor que dejen en paz a los pequeños goliats de cada zona para que aplasten a quienes están cerca sin que nadie les tosa? O sea, ¿es mejor no hacer nada?
Las potencias internacionales dejaron sola a la España republicana y roja -temerosas de estar apoyando al comunismo si ganaban la guerra- con una España nacional y azul muy potenciada por nazis y fascistas italianos. No sé qué piensa Cayo Lara de esa no intervención de Inglaterra y Estados Unidos en el año 36, pero sé, porque lo he leído, lo que pensaban muchos republicanos que esperaban que el mundo se conmoviese ante el desafío franquista: nos han dejado solos. Y ese nos han dejado solos es lo que podría haber pensado con toda razón la población libia si ahora las Naciones Unidos hubieran mirado hacia otra parte aduciendo que si en Egipto no hubo guerra civil, por la sensata actuación del Ejército, en Libia tampoco la habría. Sensatez es una cosa que no le sobra a un Gadafi al que le sobra todo lo demás.
Así que en su coherencia de izquierdas, en su coherencia pacifista, Cayo Lara ¿qué propone? ¿Qué deberíamos hacer según él? No intervenir. Con un internacionalismo así, para qué querremos nacionalismos. No intervenir para que un sádico como Gadafi siga haciendo de las suyas contra su propio pueblo al fin rebelado, ante la impasibilidad de la comunidad internacional. Esa es la coherencia de nuestra izquierda pacifista. Es fácil preferir la incoherencia -que no es tal- del que parece que cambia de opinión de una guerra a otra, por la sencilla razón de que no, no todas las guerras son la misma guerra, y como dice el verso de Julio Martínez Mesanza, «la guerra nace de la paz injusta».
Eso mismo pensaba yo, el silencio de Inglaterra y Francia en la Guerra Civil Española. ARTURO ANDRADE
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo. Javier Riz
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