GEOPOLÍTICA Y EL MUNDO ÁRABE. DANIEL QUIJANO

GEOPOLÍTICA Y REVUELTAS EN EL MUNDO ÁRABE.


El 17 de diciembre de 2010 un joven tunecino llamado Mohamed Buazizi, vendedor ambulante desesperado, sin perspectivas de futuro y harto de la corrupción generalizada en el gobierno de Túnez, decidió inmolarse. Él no podía saberlo, pero su muerte dio paso a una revuelta generalizada que se extendió por el país norteafricano y acabó con la salida por la puerta trasera del presidente Ben Alí. En realidad, Ben Alí era un dictador aferrado al poder desde 1987, consentido y mimado por las democracias occidentales (sobre todo por Francia e Italia).

La explicación de este cortejo es que estando él en el poder, el integrismo islámico no tendría posibilidades de conseguir cotas de poder en Túnez. Esa es la excusa que han puesto tradicionalmente los dirigentes de las democracias del Primer Mundo para justificar la presencia en países como Túnez, Egipto o Siria de gobernantes perpetuos con comportamientos dictatoriales. Lo mismo podríamos decir de monarquías absolutas (¡qué repelús da hablar de absolutismo en el siglo XXI!) como las del Oriente Próximo (Arabia Saudí, los emiratos del Golfo Pérsico).

Y lo mismo podríamos decir de Libia, aunque el camino seguido por el coronel Gadafi a lo largo de los casi 40 años que lleva en el poder ha sido algo más sinuoso. Se hizo con el poder en 1967, en un país que había descubierto recientemente que vivía sobre un lecho petrolífero y gaseoso de gran valor económico. Gadafi ideó una tercera vía frente a comunismo y capitalismo (véase su Libro Verde) que pretendía engañar a su pueblo sobre la bondad de su régimen, pero que en realidad no engañó a nadie fuera de sus fronteras.

Aislado internacionalmente, financiando atentados contra intereses norteamericanos y sometido a un bloqueo que afectaba a su población pero no a él y a su familia (formada y dueña de empresas prósperas dentro y fuera de Libia) hace unos años decidió presentar una cara reformista frente a Occidente, pidió perdón y se le retiró el bloqueo. En España vivimos el esperpento de verlo abrazarse al rey Juan Carlos (otra anacronía, dicho sea de paso) en la puerta de su jaima instalada en el Pardo y vigilada por una cohorte de vírgenes-guardaespaldas.

Los sucesos de Túnez tuvieron un efecto dominó sobre casi todo el mundo árabe. En Túnez el gobierno cayó; en Egipto el ejército decidió patrocinar una transición pacífica hacia unas elecciones libres que teóricamente llegarán el próximo noviembre. Hubo y está habiendo manifestaciones en Siria, Arabia Saudí, Yemen, Jordania, Bahréin... En Yemen, uno de los países árabes más pobres, el gobierno está al borde del colapso.

Sin embargo los dictadores se aferran al poder y reprimen las manifestaciones populares con violencia, ajenos a la realidad o quizás demasiado conscientes de ella. Ocurre que los ciudadanos de estos países ya no están aislados por su régimen. Internet llega a todas partes, y quienes ven que en Europa hay otro mundo diferente al que ellos ven a diario, tan sólo cruzando el estrecho mar que los separa de sus costas, han decidido protestar. Los ciudadanos de estos países se preguntan porqué en Europa sí y en sus lugares de origen no. Todos quieren tener una lavadora, un coche y un trabajo digno, y por eso protestan, luchan y mueren.

Libia es un país particular dentro del mundo árabe. Habitado por unas 140 tribus, Gadafi ha beneficiado tradicionalmente algunas de ellas y a otras las ha marginado. No ha permitido el desarrollo excesivo de sus fuerzas armadas, sabedor de que si hubiera un núcleo militar de algunas tribus contrarias al régimen podría suponer una amenaza. Es por ello que ahora tiene que recurrir a mercenarios subsaharianos, que mientras sean pagados son soldados fieles y eficaces.

La revuelta libia suscitó rápidamente la atención internacional. Gadafi no hizo como Ben Alí o Mubarak. Muy al contrario, ha dicho repetidas veces que para irse tendrán que matarlo. Como los rebeldes no tenían poder militar, en poco tiempo estuvo a punto de sofocar la revuelta. Es entonces cuando las democracias occidentales se preguntaron qué hacer. Italia y Alemania llamaron a la calma. La ONU votó una resolución un tanto ambigua que permitía atacar a las tropas de Gadafi desde mar y aire pero no contemplaba una intervención terrestre.

El fantasma de Irak tiene una sombra alargada. Estados Unidos rehusó liderar la misión “Dawn Odissey”, un nombre más de juego de Playstation que de operación seria. La OTAN acabó al mando de las operaciones, pero no se ha salvado de las críticas. Para los rebeldes es una actuación a medias e insuficiente, máxime cuando se envía ayuda humanitaria pero no militar; para muchos países no es lícito intervenir en Libia. Ahora no, habría que decir, porque la geopolítica tiene estas cosas: según el interés decide si es lícito o no intervenir. O lo que es lo mismo, si hay interés o no en intervenir. Como quiera que Estados Unidos no quiere mancharse más, la patata caliente queda en manos de otros países que ni quieren ni están habituados a llevar esta responsabilidad.

Algunos como España entraron a impulso del momento, casi por un calentón. El presidente Zapatero, que prometió al llegar al poder en 2004 que pediría permiso al Parlamento para la participación de tropas españolas en el extranjero, envió aviones de combate a la zona sin previo aviso. Salió de Irak (que fue lo que le dio las elecciones) pero sigue en Afganistán (no sabemos muy bien para qué) y ahora se están atacando objetivos gadafistas sin finalidad aparente, porque los rebeldes carecen de capacidad operacional para avanzar más allá de Misurata.

El berenjenal vuelve a florecer otra vez. Y no sabemos muy bien cómo acabará. La realidad es que los intereses económicos de la zona añaden incertidumbre a los próximos movimientos de la comunidad internacional. Mientras tanto, en Costa de Marfil hay una guerra civil en marcha (¿cuántas guerras civiles hubo, hay y habrá en ese patio trasero del planeta que es África?). Resulta que los candidatos no aceptan los resultados de unas elecciones que las más de las veces en estos países son adulteradas y, cuando no, sólo van a cambiar a un corrupto por otro. Pero allí no hay intereses geopolíticos, económicos ni religiosos. Simplemente son negros luchando contra negros. Y eso no le importa a nadie, ¿verdad?

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