¡LA PERSPECTIVA ES LA PERSPECTIVA!
¡Hay que ver lo que es la perspectiva! Todas valen, pero no todas valen igual. Hay perspectivas mejores, las hay peores y las hay excepcionales. Yo suelo habitar en la Filosofía, pero me encanta dar grandes paseos por la Historia (quienes me conocen lo saben. Soy un lector impenitente. Esta última semana he hollado por tres jardines: “La desbandá”, de Luis Melero, “Málaga, paraíso perdido”, de Antonio Soler y “Las vestiduras recamadas”, de González Anaya).
Sobre la historia tengo mi visión y doy mi versión, que, sin duda, no es la más verídica (aunque no sea falsa).
¡La perspectiva es la perspectiva!
Es curioso que, hasta ahora, los que más y mejor (¿) han escrito sobre la guerra civil española, eran no españoles. “Eran”, porque hoy tenemos historiadores españoles que en nada desmerecen a los no españoles. Pero el “chovinismo” autonómico contrasta con el “antichovinismo” español. Sigue funcionando y parece estar instalado en el “imaginarium” español.
Porque, (ya se sabe), la visión y versión de los vencidos-republicanos en nada coincide con la visión y versión de los vencedores-franquistas, a los que, no sé por qué, se llaman/los llaman “nacionales”. ¡Como si no fueran igual o más “nacionales” los legítimos republicanos¡
Historiadores franceses, ingleses, norteamericanos,… , no implicados, pero republicanos, monárquicos de toda la vida, demócratas. Esa es su carga ideológica desde la que se acercan a la guerra civil española, en la que un golpe de estado intenta y consigue derribar a la república.
Paul Preston, de Liverpoool, catedrático de la London School of Economics, acaba de publicar “El holocausto español. Odio y exterminio de la guerra civil y después” (el término holocausto -aunque suena al holocausto judío a manos de los nazis- es una palabra más polivalente y ambigua que el término “genocidio”). Ya antes había publicado “La destrucción de la democracia en España”, “La guerra civil española”, “Franco, caudillo de España”, “Idealistas bajo las balas”, “Juan Carlos I, el rey de un pueblo”.
En “El holocausto español….” Dice que “quiere ser objetivo”, pero sobre la quema de conventos, no descarta la existencia “de elementos provocadores de la derecha”, y a Calvo Sotelo lo mató, por casualidad, “uno de los guardias de asalto”. Una sospecha es algo subjetivo, no objetividad.
No seré yo quien diga algo bueno de Queipo de Llano y sus bravuconadas, por la radio, con un lenguaje sexual soez, paleolítico, primitivo, llamando “mariquitas” a los republicanos y “sementales-garañones” a los suyos, como si la hombría y la altura de espíritu estuvieran ubicadas bajo los calzoncillos.
Pero sí creo que junto a José Cazorla y Segundo Serrano Poncela estuvo Santiago Carrillo en las matanzas de Paracuellos del Jarama (donde fueron asesinados entre 2.200 y 2.500 fusilados) y Torrejón de Ardoz, siendo un partidario-defensor de la bolchevización del P.S.O.E (Me temo que, ahora mismo, está respetándose su ancianidad, pero que, el día que fallezca, salgan más y más documentos de su implicación en los asesinatos, a pesar de su juventud).
Se dice que la Historia se reconstruye sobre documentos escritos. Pero es que éstos también son escritos por “interesados”, vencedores o vencidos, que, mientras unos ven el bélico acontecimiento como una cruzada para salvar a España del ateísmo comunista, al que iba encaminada la República, los otros lo ven como un golpe militar, seguido de un golpe de estado, en toda regla.
Se puede escribir historia sobre unos documentos o sobre los otros. ¿Cuáles son más de fiar? ¿Con cuáles trabaja P. Preston?. ¿Puede ser objetiva su “historia”, aunque ese sea su objetivo?
Además los que hicieron la guerra, en primera fila, como mi padre, que le pusieron un fusil en las manos el 18 de Julio y no lo soltó hasta el 1 de Abril, ya en los Pirineos de Lérida “expulsando de España a los comunistas” (eso es lo que le decían los mandos militares), tras haber estado en Extremadura, en Madrid, en Zaragoza (“durmiendo con el agua y el barro hasta las rodillas en las barricadas, donde más de un compañero amanecía muerto y, para quitar el frío del cuerpo nos hacían tomar, al amanecer, “matarratas”, (que debía de ser un alcohol casi puro), en Tarragona (donde tuvo una “novia de guerra”, llamada Juanita).
La visión que mi padre, protagonista, tenía de la guerra y la versión que él me daba en aquellas madrugadas cuando íbamos, en verano, a acarrear, era una visión y una versión auténtica, pero muy alicorta, muy limitada.
Es como si alguien quisiera inspeccionar/evaluar/describir un piso, encerrado en el cuarto de baño (que también forma parte del piso) pero la perspectiva que del piso pueda tener, desde allí, no es la mejor). El que una visión sea verdadera no implica que sea ni toda ni la mejor visión. Los de adentro y los de afuera las cuentan desde sus perspectivas. Creemos, pues, que la perspectiva de los de afuera (historiadores no españoles) debe ser más imparcial y más desinteresada.
Pero una guerra civil es un acontecimiento social, humano, vivido/sufrido, (la “Desbandá”, malagueña, con la muerte en los talones y sobre la cabeza, respirándose en el ambiente, por la Carretera de Almería) no es un edificio estático. O “Málaga en llamas” de la norteamericana Gamel Woolsey, esposa de Gerald Brenan, desde Churriana.
Pero los de afuera no se enfrentan al acontecimiento bélico español vírgenes, sino que vienen cargados con unos pre-juicios desde los que manejan unos documentos u otros, para paliarlos y matizarlos, para negarlos, para exagerarlos,….
No seré yo quien reste méritos a hispanistas como Michael Richard (en su “Tiempo de Silencio”) o a H. Southworth, o a Ian Gibson. Quizá ya no es tan admirado Hugh Thomas. Aunque haya disfrutado, en otros tiempos, con D. Jorgito, el Inglés (Borrow) y con Washington Irving.
Paul Preston es un inglés, monárquico, parlamentario de toda la vida, que ve la guerra civil española desde la perspectiva republicana. Como Pierre Vilar es un republicano francés, cuyo país está dando asilo y acogida a todos los republicanos huidos de las tropas franquistas.
Las perspectivas del gallego Santos Juliá o de Gonzalo Fernández de la Mora, en nada se parecen a la de Ángel Viñas, al que yo leía con entusiasmo en mis tiempos mozos.
Pero tenemos, ahora mismo una pléyade de historiadores españoles, profesionales, dignos de ser leídos y estudiados. Desde el más antiguo Tuñón de Lara, Julio Aróstegui, Rafael Abella,… hasta los más cercanos, desde Haro Tecglen a Javier Tusell, desde García de Cortázar hasta el extraordinario Ricardo Miralles, los excelentes Javier Cervera y Gabriel Cardona, Francisco Moreno, Luis Romero, Pedro Montoliu, Blanco Escolá. (Omito a los autodenominados historiadores, desde Ricardo de la Cierva hasta Pío Moa, César Vidal, Federico Jiménez Losantos (el batallón franquista) que dicen hacer historia, también, sobre textos escritos).
¿Hubo más o menos “limpieza” en territorio nacional a manos de los republicanos (anarquistas, comunistas, socialistas) que en territorio republicano a manos de los nacionales “DURANTE EL ACONTECIMIENTO BÉLICO”?.
El “Y después”, del subtítulo de la obra, vence el platillo de la balanza. Porque no hubo un “después” republicano, a no ser esporádico (“los maquis”) o desde el exilio.
Una cosa hay cierta. Es que el territorio iba, poco a poco, pasando de manos republicanas a manos franquistas, y no al revés. La represión física, en ese “después” es lógicamente franquista, (aunque sea absolutamente inmoral).
Los franquistas la hicieron, los republicanos “no pudieron”. El “después” sólo le corresponde a un bando. Pero está instalado en el imaginario español una “superioridad moral de las izquierdas” sobre las derechas (a las que no seré yo quien las considere “superiores”).
Además, yo no considero a Franco con una capacidad y categoría intelectual suficiente (como la de un Mussolini o un Hitler) para liderar un “fascismo” español.
La Historia está hecha de jirones, como la realidad que ya no puede verse en directo, donde la perspectiva de la fuente informativa en y desde la que uno ve el pasado, condiciona tanto la visión como la versión.
Mi conocimiento de las cosas es la suma de dos sumandos: el sumando subjetivo (lo que yo pongo) y el sumando objetivo (en este caso, el documento escrito). Manejar documentos escritos distintos y ser distinto (republicano o franquista, religioso o ateo, demócrata o no, docto o indocto,….) da una suma total distinta.
El País y Público no son el ABC, como la SER y Radio Nacional no son Onda Cero ni Punto-Radio, como La 1ª de TVE y la Sexta no es Antena 3.
Dime qué lees, qué oyes, qué ves y te diré cual es tu visión/versión de la España Actual.
P.D. A España llegaron los viajeros románticos y, desde su “alta cultura coronada”, recorrieron nuestros pueblos y chocando con nuestro “atavismo”, nuestro “atraso”,… nos dejaron unos documentos que hemos declarado “sacrosantos” y los veneramos como “radiografías” exactas de nuestra pobre realidad, cuando el contraste queda difuminado y la exageración es más que posible (ya he citado más arriba a Borrow, a W. Irving...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario