NOS AGUARDA EL INVIERNO
Lo siento, tengo que reconocerlo, el inefable José María Aznar tiene razón: el movimiento 15M es “marginal” y “antisistema”. Por muy paradójica que parezca la frase “No soy antisistema, el sistema es anti yo”, lo que se asume con el apelativo “antisistema” es que todo aquel que cuestiona el marco económico y político actual está contra él.
Ejemplos de estos cuestionamientos son el quebrantamiento de la jornada de reflexión y la ocupación reciente de dos inmuebles. El movimiento es antisistema de la misma manera que el sistema es maquiavélico. Contra la crueldad del sistema, lo atroz es ignorar su violencia y brutalidad y criminalizar a los que toman partido jugándose la piel para que algunas familias puedan dormir bajo techo o para despertar las conciencias.
Lo que ha hecho el 15 M es resucitar una idea premoderna, anterior a El Príncipe de Maquiavelo, y tan obvia que parece obsceno que haya sido olvidada por todos los políticos actuales: la moral debe ser la guía de la política y no hay ley inmoral que deba cumplirse. Le falto decir a Aznar, pero claro, para decir estas cosas hay que pararse a pensar, que el 15M es premoderno, incluso prehistórico en su asamblearismo y su solidaridad.
Tiene razón también Aznar cuando califica al 15M de marginal, pero no en el sentido que él alude. Habla el expresidente de la marginalidad del 15M en relación a su poca relevancia, lo cual es extraño, por unas cuantas sencillas razones: el movimiento es tan relevante como para que él mismo haya tenido que dar en repetidas ocasiones su opinión al respecto, ha propulsado el cambio a trompicones del programa electoral socialista que intenta fagocitarlo y se presenta como la verdadera oposición en la próxima legislatura frente al más que probable gobierno del PP. Además, ha sido copiado en multitud de países.
¿Por qué digo entonces que el 15M es marginal? Por una razón mucho más poética y que una mente abstrusa como la de Aznar dudosamente podría concebir. Es marginal como el que acampa al margen del río. ¿Has visto el diario torrente de gente laboriosa bajar por la Gran Vía? ¿No los ves ensimismados en el sentido que le confiere el movimiento individual y en masa, todos juntos pero separados? Como me recuerda ese constante trajín nervioso y ordenado a los dudosos cuadros de Marinetti. ¿Te has parado en algún instante frente a esa corriente irracional de seres funestamente atareados? ¿No te has sentido marginal? Si no lo has hecho, prueba.
El 15M no sigue la corriente, por eso es marginal. Es marginal porque acampa al margen, se para, reflexiona, crea un silencio frente al ruido, un silencio atronador que bulle en los cerebros de los políticos. Se reúne y propone un minuto de silencio antes de que repiquen las campanas de Sol para dar las doce, la hora en la que comienza la incertidumbre, la hora de las brujas. Como una banda de bárbaros paganos esperando al nuevo año, rindiendo culto a una nueva era, sacrificando sus comodidades para dormir a la intemperie rindiéndole un irónico culto al sol: “In Sol we trust” rezaba otro de los lemas. Y todo esto, ¿cómo no le va a resultar irrisorio a un ser que vive en un mundo de PIBs, primas de riesgo, sistemas autonómicos, devaluaciones, imposiciones fiscales, EREs y demás racionalísimas y gilipollescas abstracciones. El 15M proclama la hora de los seres humanos y estos siempre vivirán poéticamente o estarán muertos en vida.
El marginal del 15M ha roto con el proceso de seducción impuesto por la democracia: “Te quiero democracia, pero estás como ausente”, otra frase magistral de autor anónimo; es más la declaración del despechado que del esperanzado en que vuelva la chispa del amor. Se termino la seducción democrática, se desvelaron las podredumbres del Don Juan envejecido, castrado, cobarde, cariacontecido, al que se le presentan todos los fantasmas de su existencia. No lo olvidemos, la democracia y Don Juan prometen amor eterno con un solo propósito, la seducción, que perdamos la voluntad y nos postremos ante ellos. Capitalismo y democracia son esencialmente la seducción llevada a su límite más obsceno.
El partido de Aznar ganará las elecciones. Seguiremos habitando el margen por un tiempo, preparándonos para un verano en el que cosecharemos y, por fin, podremos bañarnos en el río. Ahora nos aguarda el invierno. La ribera estará fría y nublada.
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