En Estados Unidos existen pocas cosas
tan sagradas como el contrato. Y repudiarlo es algo similar a una herejía.
"Es un tipo de obligación que llevamos impresa en nuestro ADN". Pero
Andrew Ross, profesor de sociología en la New York University, lleva incitando
a ese sacrilegio desde que en octubre decidió dar una charla en el contexto del
movimiento Ocupa Wall Street titulada ¿La deuda universitaria es un contrato?
En el atrio del Deutsche Bank en Wall Street, Ross detalló la gravedad de la
deuda universitaria estadounidense, que supera el billón de dólares (786.163
millones de euros), los cálculos que
vaticinan que uno de cada cinco estudiantes será perseguido por impago -en 2005
se les prohibió declararse en quiebra-, dejó claro que el sistema de préstamos
a estudiantes es un negocio suculento para las instituciones financieras que se
convierte en una trampa mortal para los jóvenes en tiempos de crisis e incitó a
los estudiantes a hacer algo.
Un mes después, su nombre se convirtió
en uno de los muchos implicados en la campaña Ocupa la Deuda Estudiantil,
creada por el grupo Education & Empowerment de los indignados
estadounidenses y con el que se aspira a reunir un millón de firmas de
universitarios dispuestos a no pagar su deuda hasta que se cumplan una serie de
demandas concretas: desde devolverle la gratuidad a las universidades públicas
a que se desvele la contabilidad de las privadas y la eliminación de los
intereses en los créditos a estudiantes. "Negarte a pagar una deuda por
voluntad propia y no solo por falta de fondos es controvertido, porque tiene
una fuerte implicación moral y consecuencias prácticas, así que sabemos que
será una carrera de fondo", afirma Ross, quien considera injusto que su
sueldo esté vinculado al endeudamiento de los estudiantes.
El coste de las matrículas se ha
incrementado en un 900% en los últimos 30 años y desde 1999 las cifras de la
deuda estudiantil también se han disparado en un 511%, hasta alcanzar en 2010
el billón de dólares, una cifra superior a lo que los ciudadanos
estadounidenses le deben a las tarjetas de crédito, 550.000 millones de euros.
Y con el mayor índice de paro de jóvenes licenciados de la historia de EE UU
(9,1%) la devolución de esa deuda se ha convertido en un quebradero de cabeza
no solo para ellos sino para el Gobierno, que ve cómo la capacidad de consumo
(dos tercios de la economía se apoya en el consumo privado) de los jóvenes, se
reduce exponencialmente.
Eso no te deja tiempo para estudiar así que el doctorado se
alarga eternamente (ella lleva siete años) y las deudas también. Es una trampa,
pero solo atrapa a los que no somos ricos. Si puedes pagar, tardas la mitad en
escribir tu tesis. Sé que es mi problema haber decidido hacer un doctorado en
una universidad cara pero si solo la gente con dinero tiene el privilegio de
acceder a lo más alto de la educación es que el sistema está equivocado. ¿No
nos habían vendido que el sueño americano consistía en que todos podíamos
aspirar a nuestros sueños? La realidad es que el sistema educativo es
brutalmente clasista".
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