El
pasado año 2011, llegó a mis manos, un documento que me hizo pensar. Era la
carta a un compatriota, escrita por el inmigrante vietnamita Thanh Minh que
trabajaba en Japón, en Fukushima, como
policía. Vivió el Tsunami, y el posterior desastre.
“Hermano: ¿Cómo estáis tú y tu familia?
Estos últimos
días, todo era un caos. Cuando cierro mis ojos, veo los cadáveres. Cuando abro
los ojos, también veo los cadáveres.
Cada uno de
nosotros debe trabajar 20 horas al día, sin embargo, me gustaría que hubiera
días de 48 horas, para que podamos seguir ayudando y rescatar gente.
Estamos sin agua
y electricidad, las raciones de alimentos se encuentran cerca de cero. Apenas
se consigue trasladar a los refugiados antes de que haya nuevas órdenes para
trasladarles a otro lugar.
Actualmente
estoy en Fukushima, a unos 25 kilómetros de la planta de energía nuclear. Tengo
tanto para decirte que si pudiera escribirlo todo, seguramente se convertiría
en una novela acerca de las relaciones y comportamientos humanos en tiempos de
crisis.
Aquí la gente
mantiene la calma - su sentido de la dignidad y el comportamiento adecuado son
muy buenas - así que las cosas no son tan malas como podrían serlo. Pero dado una
semana más, no puedo garantizar que las cosas lleguen a un punto en que ya no
se pueda proporcionar la debida protección y el orden.
Son seres
humanos después de todo, y cuando el hambre y la sed reemplacen la dignidad,
van a hacer lo que tienen que hacer. El gobierno está tratando de proveer
suministros por vía aérea, con alimentos y medicinas, pero es como dejar caer
un poco de sal en el océano.
Hermano, hubo un
incidente realmente conmovedor. Se trata de un niño japonés que dió a un adulto
como yo, una lección sobre cómo comportarse como un ser humano.
Ayer por la
noche, me enviaron a una escuela de gramática para ayudar a una organización de
caridad a distribuir alimentos a los refugiados. Era una larga fila que
serpenteaba de un lado a otro y vi a un niño de alrededor de 9 años de edad.
Llevaba una camiseta y un par de pantalones cortos. Estaba haciendo mucho frío
y el niño estaba en el final de la cola. Me preocupaba que en el momento que le
llegara el turno, no hubiera ningún alimento. Así que hablé con él. Dijo que
estaba en la escuela cuando ocurrió el terremoto. Su padre trabajaba cerca y se
dirigía a la escuela. El estaba en el balcón del tercer piso cuando vio el
coche de su padre barrido por el tsunami.
Le pregunté
acerca de su madre. Dijo que su casa está junto a la playa, que su madre y su
hermana pequeña, probablemente no se salvaron. Volvió la cabeza, se secó las
lágrimas cuando le pregunté acerca de sus familiares. Estaba temblando por lo
que me quité la chaqueta de policía y se la puse a él. Ahí fue cuando mi bolsa
de ración de alimentos se cayó. La recogí y se la di a él. "Cuando llegue
tu turno, podrías quedarte sin alimentos. Así que aquí está mi parte. Yo ya
comí. ¿Por qué no te lo comes?"
El muchacho tomó
mi comida, se inclinó. Pensé que se lo comería de inmediato, pero no lo hizo.
Tomó la bolsa, se acercó al principio de la cola y la puso con toda la comida
que estaba esperando para ser distribuida.
Me sorprendió.
Le pregunté por qué no se lo comía, en vez de añadirla a la pila de los
alimentos. Él respondió: "Porque veo gente con mucho más hambre que yo, si
lo pongo allí, se van a distribuir los alimentos por igual".
Cuando escuché eso me di vuelta para que la
gente no me viera llorar.
Una sociedad que
puede educar a un niño de 9 años de edad para que entienda el concepto de
sacrificio por el bien común, es una gran sociedad, un gran pueblo.
Bueno, en estas
pocas líneas envío a ti y a la familia mis mejores deseos. La hora de mi turno
ha llegado nuevamente.”
Ha Thanh Minh .
((Fue
publicada en New America Media, el 19 de marzo de 2011. Fue traducido por el
MNOAL editor Andrew Lam, autor de "Come Oriente Occidente”.”Escribiendo en
dos hemisferios", condensado en Shanghai Daily).
Este relato es verídico. Estas personas son
reales. El país del que habla existe. No es un cuento, ni una utopía. Lo digo por si
alguien percibe alguna diferencia o contraste entre los comportamientos
individuales y colectivos que se
describen y los de aquí. Padres, educadores, agentes sociales, políticos y gobierno,
¿es suficiente lo que hacemos? ¿Nadie tiene que aprender disciplina,
sacrificio, respeto, solidaridad, amabilidad, dignidad, orden, justicia,
igualdad, saber exactamente lo que se debe hacer y hacerlo, tener conciencia.
Un
terremoto y un tsunami ¿son la mayor catástrofe o es la falta de valores? Japón
se está levantando del fango y de la crisis. ¿Y nosotros? No solo tenemos que
respetar la vida en general y la vida humana en particular, también tenemos que
aprender a vivir como seres humanos civilizados. Deberíamos recordar, lo que en
su día dijo Martin Luther King: “O vivimos todos juntos como hermanos, o
pereceremos todos juntos como idiotas”.
En la peores circunstancias es cuando sale nuestro espíritu de sacrificio y solidaridad por los demás, nuestro espíritu heroico. Pero a veces da la sensación que surge solo cuando puede ser reconocido o cuando las desgracias nos golpean cerca, entonces nuestra abnegación por los demás lo llevamos a límite, incluso a riesgo de la propia vida. ¿Por que no lo hacemos también cuando nuestro heroísmo no va a ser reconocido, o se va a confundir con el heroísmo de la multitud?, ¿o cuando las desgracias no nos golpean directamente?, ¿o cuando no somo suficiente consciente por que las noticias no nos llegan ni nos preocupa que nos lleguen? ¿O cuando simplemente no nos preocupa las consecuencias directas o indirectas de nuestros actos?
ResponderEliminarTenemos en nuestros país un tsunami devastador de gente sin trabajo, sin posibilidad de ganarse su sustento diario, ¿Por que no compartimos con esas persona nuestro trabajo, en silencio, y en vez de 8 horas, trabajamos solo 6 horas diarias, por ejemplo?. ¿Por qué no nos solidarizamos con las personas de otros países con trabajos en esclavitud y solo consumimos productos que garanticen que se han respetado los derechos humanos? Dos ejemplo, entre muchos otros actos de heroicidad que se podrían enumerar, y que solo con esos dos sencillo acto de heroicidad, sacaríamos de la esclavitud y la desesperación a millones de personas ¿No nos gusta ser héroes anónimos, quizás?