SE PUEDE APRENDER SIEMPRE
Se puede aprender siempre, si se quiere.
Nos puede enseñar alguien incluso cuando muere. En ese momento y después,
podemos saber algo que no sabíamos antes. ¿No es así siempre? ¿No lo es más aún
en Semana santa?
En todo caso, quien es capaz de pensar,
no pude dejar de hacerlo nunca, ni en vacaciones ni en Semana Santa, aunque
para algunos puedan ser la misma realidad. En esta semana se nos fue un genio,
Mingote, admirado, comprendido y respetado, por toda la sociedad.
Un ilustre
pensador humorista, capaz de crear con cuatro rasgos, en un dibujo y una frase
concisa, la grandeza o el absurdo, la incoherencia o la picaresca, el deseo o
la miseria de una sociedad, los sentimientos y las perversiones del hombre
mismo, desde la edad de piedra a nuestros días. Sin herir con su claridad.
Usando clave lírica, amable y tolerante sin dejar de ser aguda. Intelectual,
sencillo y accesible. Capaz de, resumiendo la actualidad en una viñeta, dibujar
al mismo tiempo en el lector una sonrisa y provocar en él un pensamiento. Un
genio, un maestro, un académico de la Lengua, un Marqués, pero sobre todo un
filósofo y un hombre bueno, tal como él quiso plasmarse en su autorretrato. Un
hombre que siempre tuvo en su boca y en su pluma una palabra amable. Por eso
Antonio Mingote, fue “el Picaso de los periódicos”, según lo definió Francisco
Umbral. Un retratista de la actualidad hecha noticia, desde el primer café.
Antonio, aprendió a dibujar de forma
autodidacta. Antes de llegar a La Codorniz (1946) que le lanzó a la fama,
dibujó en La Cabra en Guadalajara, mientras estaba en la Academia de
Transformación de Infantería. Era una revista extra oficial que se distribuía
en la Academia. "Pero a él la vida militar no le gustaba, le aburría. Y
eso que llegó a comandante". Por eso, "en cuanto pudo vivir del
dibujo, dejó el Ejército".
En 1953 llegaría al ABC, su casa desde
entonces. En sus páginas se convirtió en "el último de los grandes
dibujantes de su generación pero, además, en el más innovador de ellos".
Podría pensarse que al venir del ejercito y entrar en ABC, el periodista
Mingote sería un conservador, pero puede decirse que no, que como sus
personajes, él ha sido un "liberal, encantador, educadísimo, muy
respetuoso". Mingote "pensaba que tener ideas fijas era como tener
quistes" ha dicho hoy su viuda, Isabel Vigiola, que no se separó un solo
día de sus esposo en los 46 años que pasaron juntos. "Era una persona que
siempre quería la paz y que no conocía el odio, no era fanático y sí fácil de
convencer a través de las ideas", ha señalado Vigiola en declaraciones, en
la capilla ardiente del dibujante, escritor y académico, fallecido a los 93
años.
Posiblemente la obra más elocuente y
filosófica de Mingote, Hombre solo, apareció en 1970. Pero sus viñetas son pura
filosofía de cada día. “Unos años después publicó Hombre atónito donde se
sorprende por los incomprensibles registros del comportamiento humano”. La
sorpresa es la forma de pensar de los niños y los genios. Su obra Historias de
la gente, narra en clave humorística y con dibujos suyos, el devenir de la
Humanidad desde el paleolítico hasta nuestros días. Un libro de 350 páginas
para disfrutar y aprender.
Aunque nunca fue un gran deportista,
siempre estuvo atento a ese mundo y plasmó con su pincel los grandes logros del
deporte nacional. Se puede decir que todo pasó por su cabeza, y a su modo lo
fue “pasando por el aro”. Posiblemente la expresión castellana comenzara en el
circo. Pero el circo es un espectáculo y el deporte también. Eso quedó reflejado
en “Las canastas de Mingote”, porque el baloncesto era eso, y los anotadores
tienen una altura. Incluso constató, que también los españoles ya no eran tan
bajitos. Se sirvió del baloncesto para meter a los entrañables personajes del
Quijote y Sancho en el siglo XXI. Y muy a menudo utilizó la competición para
ilustrar la vida y la lucha política.
Discrepar es bueno, enriquecedor y hasta
la misma víspera. Es admirable la nota, casi necrológica de Alfonso Ussía (La
Razón 4/4/2012) titulada Otra para Antonio: “a un paso de irte y yo de perder a
mi mejor amigo, lo de Fred Astaire, nos sigue separando. Pero no estoy
dispuesto a que sea así. Queridísimo Antonio, tienes mi permiso para decir allá
donde vayas, que será el mejor de los lugares entre los azules prodigiosos, que
te he reconocido que Fred Astaire bailaba bastante bien. Mientras tanto, buen
viaje, que la luz ilumine tu sonrisa”.
Su partida puede seguir enriqueciéndonos
y poniendo un poco de humor en nuestras vidas, al tiempo que nos deja el
ejemplo de su trabajo, honestidad y sencillez. ¡Casi nada! ¡Una pérdida enorme!
Posiblemente ahora esté más cerca de todos o, nosotros un poco más cerca del
sabio, del hombre y del personaje.
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