REPSOL
NO ES ESPAÑA
La única manera de entender las razones
que provocan el furor con que el gobierno español, los medios de comunicación y
tantos tertulianos de toda laya defienden a Repsol no puede ser otra que
comprobar el amplio listado de ex autoridades del Estado, incluyendo actuales
ministros, que han estado en su nómina, las miles de páginas y horas de su
publicidad que financian a los medios y quién sabe qué otro tipo de influencias
más inconfensables e inconfesadas.
Defender la españolidad de Repsol es
algo demasiado forzado y olvidar que los que ahora lo hacen con tanto ímpetu
fueron, en su gran mayoría, los que promovieron y llevaron a cabo la
privatización de empresas que entonces sí que eran efectivamente españolas, no solo
porque la totalidad o la inmensa mayoría de su capital era español, lo que
quizá incluso sea lo de menos, sino porque la estrategia empresarial que
perseguían respondía a intereses nacionales y no globales que apenas si
repercuten en el progreso de España y en el bienestar de sus ciudadanos.
Desde que fue privatizada, Repsol tiene
su cerebro y su alma puestos en otros lugares e intereses y no se puede decir
que haya sido España en su conjunto quien se haya beneficiado de su actividad
empresarial. Utiliza paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga
fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de pequeñas y medianas empresas
española al someterlas a condiciones de pagos draconianas a pesar de que cuenta
con abundantes recursos financieros y liquidez suficientes.
Es por ello una perversión inaudita que
el gobierno y ex políticos en su nómina salgan a defenderla y que no dijeran
nada cuando Repsol actuaba de esa manera lesiva para la economía nacional.
Y si la actuación en España de Repsol ha
resultado tan escasamente beneficiosa para nuestros intereses nacionales su
comportamiento en el exterior resulta sencillamente vergonzoso y justifica que
los españoles “de bien y como Dios manda”, por utilizar la expresión que tanto
le gusta a Mariano Rajoy, hubieran condenado hace tiempo sus desmanes y
tropelías, especialmente, por cierto, en las tierras que en los discursos
oficiales tanto alabamos considerándolas como nuestras hermanas. En Ecuador,
Bolivia y otras latitudes ha provocado grandes daños medioambientales y
sociales y vulnera constantemente los derechos humanos de pueblos enteros,
generando una ingente deuda ecológica allí donde actúa. Como otras
multinacionales, que en realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha promovido
gobiernos totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de
pagar impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han exigido ha
puesto el grito en el cielo y recurrido a su españolidad, como ahora, para
recabar el apoyo de gobiernos y medios de comunicación.
¿Dónde estaban entonces los defensores
del libre mercado y la competencia, de la justicia, la libertad y los derechos
humanos?
En Argentina, como en otros países,
Repsol utiliza las respectivas filiales nacionales, como hacen todas las
empresas multinacionales, para fijar los llamados “precios de transferencia”
(artificialmente bajos para hacer que aparezcan pérdidas allí donde conviene y
beneficios en donde pueden conseguir tratamiento fiscal y condiciones políticas
más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de los recursos
nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las necesidades de la
población y satisfaga los respectivos intereses nacionales, se utiliza como
parte de una estrategia de maximización de beneficios global que, entre otras
cosas, pasa por considerar al petróleo, y al resto de las materias primas, como
una commodity, es decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo
sino, sobre todo, a su utilización como activo financiero para especular con él
en los mercados.
Confundir los intereses de Repsol con
los de España es un insulto a la inteligencia de los españoles. Ni es española
por la composición de su capital -mayoritariamente en manos de intereses
extranjeros-, ni por la estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho,
porque beneficie principal o sustancialmente a las familias o empresas españolas.
Más bien todo lo contrario.
Y la defensa numantina que ahora quiere
hacer de Repsol el gobierno resulta verdaderamente patética y vergonzosa cuando
día a día se somete sin más a los mercados, a los bancos que han provocado la
crisis, a los grandes grupos empresariales y al gobierno alemán que impone
medidas totalmente lesivas para los intereses españoles. ¡Eso sí que merecería
una respuesta valiente y patriota por parte de nuestro gobierno y de los medios
de comunicación!
Lo que está haciendo el gobierno es
patético y se debe decir claramente: no está defendiendo los intereses de
España y de sus ciudadanos, como dice, sino de una gran empresa a la que
España, el bienestar de su población o la situación de las empresas que
verdaderamente están aquí tratando de sacar adelante la actividad y el empleo
sin gozar del apoyo y los privilegios de Repsol, le importan un rábano en el
día a día de sus actuaciones
Ya está bien de tanto teatro y de tanta
sumisión ante los grandes. Lo que necesitamos en España no son precisamente
repsoles que se dediquen a ganar dinero a espuertas en Argentina y otros países
a base de mal explotar sus recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios
a paraísos fiscales, sino un gobierno digno que se plante ante quienes de
verdad están llevando a la ruina a la economía española.
Es muy triste ver a los grandes medios de comunicación ser tan serviles hacia una transnacional, que apenas paga impuestos en España sobre sus negocios.
ResponderEliminarIncluida TVE que dedicó en su telediario de la segunda edición ocho veces más tiempo a este asunto que a los recortes en la educación.
Qué país... dirían algunos con razón.