“A
veces parece que fue una lástima que Noé y todos los de su grupo no perdiesen
el barco”, decía el escritor Mark Twain, a principios del siglo XX, con una
ironía rayana con el sarcasmo, porque en demasiadas ocasiones la conducta de
los humanos rebasa el nivel máximo tolerable de estupidez.
Iósif Stalin, que gobernó con mano de
hierro la Unión Soviética durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado,
hasta su muerte en 1953, pasó a la historia por sus famosas purgas, en las que
físicamente exterminaba a sus adversarios políticos —unos 700.000 fusilados— y
uno de cuyos ejemplos más conocidos fue Trotski, asesinado en 1940 en México
por el estalinista Ramón Mercader. Sin embargo, la eliminación física de los
rivales no era suficiente, porque quedaba la memoria. Por eso, durante todos
esos años, el régimen comunista se encargó de borrar toda huella del pasado que
pudiera ser comprometida y de reescribir la historia.
Así, el nombre del disidente que caía en
desgracia era suprimido de libros y enciclopedias, y las fotografías en las que
aparecía con Stalin o con otros líderes del partido o del Gobierno eran
trucadas oficialmente y de forma inmisericorde. Del tipo no quedaba ni rastro,
como se puede apreciar en las imágenes que ilustran la página. En la primera,
se puede apreciar a Nikolái Yezhov, a la derecha, que era comisario político y
mano derecha de Stalin (con la mano en el pecho dentro del abrigo) en la etapa
de la Gran Purga, entre 1936 y 1938. Mólotov y Voroshílov aparecen junto a
Stalin. Sin embargo, Yezhov cayó en desgracia y fue ejecutado en 1940, por lo
que la imagen fue retocada y su figura suprimida.
En los últimos días, el Consejo del
Poder Judicial, que se ha convertido en una caja de sorpresas, parece haber
decidido emular los procedimientos de Stalin.
El jueves pasado retiró de Internet —en
un principio la retirada era definitiva, pero luego solo fue de unas horas—
cuatro vídeos de viajes internacionales de Carlos Dívar a Colombia, República
Dominicana, Panamá y Chile. Fuentes del Consejo explicaron que con la medida
trataban de evitar que algunos medios de comunicación obtuvieran imágenes de
una de las personas que suele acompañar al presidente del Supremo en todos sus
viajes y que, según algunas fuentes, podría haber sido la persona que había
compartido cenas de lujo con él.
Este periódico y algún diario digital,
como vozpópuli, ya habían publicado fotos del personaje, aunque sin
identificarle. Desde el Consejo explicaron que los vídeos se repondrían, pero
con la cara de esta persona pixelada por tratarse de un miembro de los Cuerpos
de la Seguridad del Estado. Sin embargo, en ninguno de los vídeos la cara del
policía se retocó, sino que, como en las fotos de la Unión Soviética, se eliminaron
escenas en las que aparecía esta persona, como una del vídeo de Colombia, en la
que el presidente y su séquito bajaban por una escalera en Cartagena de Indias.
Al final, y al conocer que EL PAÍS iba a informar del escándalo, los vídeos
originales fueron repuestos.
Pero ese no es el único rastro que el
Consejo intentó borrar. Ese ayudante personal del presidente se instaló en unas
dependencias de la primera planta del edificio, en lo que había sido un
archivo, tanto es así que disponía hasta de puerta blindada. Y allí, en la
entrada figuraba un flamante rótulo con su cargo: “Jefe de seguridad y ayudante
del presidente”, seguido de su nombre.
Hace unos días el letrero fue retirado,
parece ser que para evitar que alguien pasara con una cámara y le hiciera una
foto. Tras los jocosos comentarios del personal del CGPJ, el rótulo fue
repuesto el viernes pasado.
A la vista del cariz que toman los
acontecimientos será mejor que tenga cuidado, no le vayan a desaparecer las
cinco condecoraciones que ostenta: una medalla al mérito policial con
distintivo blanco; otra medalla al mérito de la Guardia Civil con distintivo
blanco, una cruz de San Raimundo de Peñafort sencilla y otra distinguida, todas
ellas entre 1996 y 2005. En 2010 le fue concedida la medalla al mérito policial
con distintivo rojo, es decir, pensionada de forma vitalicia con el 10% sobre
su sueldo. Poca gente tendrá un historial como ese con el tipo de actividad que
realiza.
Y esperemos que no caiga ahora en
desgracia, y que no le ocurra lo que a Yezhov, el rival de Stalin.
PUBLICADO EN EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario