DAME
DINERO, QUE QUIERO MORIR, DAME DINERO
A veces, cuando uno está desesperado,
solicita un aparente remedio para su desgracia, que, curiosamente, no sólo no
arregla la situación, sino que la agrava. ¿Es bueno que dependamos tanto de la
financiación, ya sea una empresa o un estado? Quizá lo que diga no sea muy
popular.
Quiero hacer una invitación colectiva a
la autocrítica. Sólo si cambiamos el pensamiento como sociedad, seremos capaces
de remontar la situación, si sólo buscamos a quien echarle la culpa, nos
quedaremos anclados en la protesta. Y con esto no digo que no haya que
protestar, que hay que hacerlo sin fisuras frente al atropello. Pero, como digo
cuando trabajo dentro de una empresa, para protestar, primero debemos empezar a
dar ejemplo cabal.
Estaréis de acuerdo conmigo, que hace
poco tiempo la gente pedía créditos como si no hubiera que devolverlos, como si
con pagar los intereses fuera suficiente. Y uno se sorprendía por la cantidad
de dinero que se daba prestado a personas, empresas y estados. Y, como no hay
nada peor que tener capacidad para materializar nuestros deseos, nos lanzamos a
comprar desaforadamente como si todo se pudiera arreglar yendo al banco a
aumentar la póliza de crédito ¡Habíamos descubierto el genio de la lámpara en
forma de banquero!
Pero, desgraciadamente, la realidad no
es así. En algún momento hay que pagar No podía durar una situación donde
empresas que vivían de incrementar cada vez más sus deudas, vendían a otras
empresas que hacían lo mismo, que a su vez vendían a particulares que para
poder permitirse el desmadre pedían préstamos. Era como si en un casino alguien
estuviese a nuestro lado siempre dispuesto a financiar nuestro juego, nuestras
copas y resto de vicios. En ese entorno sería absurdo trabajar “como Dios
manda” (como diría el castizo).
De hecho, estos años de atrás quien era
prudente era un “anticuado”. Nadie valoraba una gestión EFICIENTE de las
empresas, los estados y las familias. Total, el crédito era ilimitado… ¿No
tenías un Q7? ¡Eras un pringado!
Y ahora nos encontramos con una sociedad
que EXIGE, sí, que exige que se le siga dando dinero. Pero ¿Hasta qué límite?
Porque habrá un límite ¿no? O, ¿alguien piensa que nos podemos endeudar sin
límite, pidiendo dinero para pagar los intereses?
El año pasado el estado español (todas
las administraciones) ingresaron 377.000 millones, pero gastamos 468.000, es
decir, gastamos 91.000 millones más de los que generábamos. Cada día, nos
gastábamos 249.300.000 € más de los que ingresábamos.
En pesetas: ¡CADA DÍA NOS ENDEUDÁBAMOS
EN 41.482.000.000 ptas! ¡Cada día! ¿Esto se puede soportar durante mucho
tiempo? Obviamente, no. A esto hay que sumar las deudas que contraíamos las
empresas y las familias, que es mucho más.
En algún momento deberemos entender que
lo que no puedes pagar, no te lo puedes permitir, por mucho que te coman la
cabeza con el rollo del “estado de bienestar”, y que pedir dinero, no sólo no
arregla el problema, sino que lo agrava.
Lo mismo pasa con algunas empresas. Ves
que la gestión es ineficiente. Ves que aquello es deficitario, lo mires por
donde lo mires. Las deudas son reflejo de muchos otros males. Creen que hinchar
la bola les puede salvar, y sólo provocan que la caída sea más dura. Sé que
estas afirmaciones no son populares y que se aplaude más a los que dicen que
tenemos derecho a que otros nos den el dinero. Pero el sentido común no dice
eso.
Tiene que empezar el tiempo de la
autocrítica y de aceptar al nivel que estamos en todos los ámbitos. A nivel
personal, seguramente tenemos que comprar menos cosas, y gastarnos menos dinero
en chorradas y cuchipandas. A nivel empresa, empezar a desandar el camino de
las vacas gordas y volver a hacer cosas que ya no hacíamos, y, además,
prepararnos para el nuevo escenario en el que vamos a vivir. Y como país,
aceptar que este nivel de deuda es insostenible. Los políticos, que, en
general, no tienen ni idea de gestión, arreglan todo con impuestos y más
impuestos. Da igual el color, porque lo que les iguala es la ignorancia. Y los impuestos
son pan rancio para hoy y mucho hambre para mañana.
Todo, menos racionalizar al país, ¡que
eso pierde elecciones! Y se acaba la mamandurria.
Hacen dos cosas: crujirnos a impuestos y
seguir pidiendo dinero.
Y el dinero se puede conseguir de dos formas:
O nos lo prestan otros países comprando
nuestra deuda.
O el banco europeo “da a la máquina de
hacer billetes” y nos lo presta.
Tienen consecuencias distintas, y ambas
nefastas. Basta con ver a Grecia. ¿De qué han servido los 80.000.000.000 € que
les hemos dado? De nada, de hacer cada vez más imposible la solución. ¡Dame
dinero, que no quiero cambiar, dame dinero!
Entiendo a los griegos. Algunos
políticos les están diciendo que no hay que devolver las deudas, y entonces
cuanto más nos saquen al resto de los europeos, mejor… Lo malo de eso, es que
es mentira. Y veremos el precio que tienen las mentiras y la demagogia.
El dinero prestado, cuando la gestión no
es eficiente y rentable, no hace sino hundir más al mal gestor. Le da tiempo,
pero incrementa la carga. Es la función del prestamista al lado del ludópata.
Lo mejor es hacerle ver que no puede seguir en el casino de la locura.
Lo más asombroso, es que una vez
superado el desconcierto y el dolor, de asumir lo que realmente somos, aflora
lo mejor de cada uno, y nos damos cuenta de que somos mucho más capaces de
hacer cosas, de las que hasta ahora no éramos conscientes, y además con muchos
menos recursos, y que las cosas más importantes, tanto en la vida, como en la
gestión de las empresas y los países, son gratis y se fundamentan en el
esfuerzo y el sentido común, y en que para que un país pueda gastar, lo primero
es producir.
Por poner un ejemplo: El PIB de Alemania
del 2011 fue de 2.570.000 millones de €, el de España 1.073.383.
El PIB per cápita, es decir lo que
produce un alemán medio es 31.400 € al año, un español 23.300 € al año. Un
alemán medio (hablando en términos generales de país) produce un 35% más que un
español. No estamos en la misma situación, por mucho que nos vendan la moto.
La tentación de dar a la máquina de
hacer billetes es muy alta, y las consecuencias terribles. En otro post
probablemente analizaré por qué creo que Alemania es tan contraria a “dar a la
manivela”.
Si alguno tiene ganas de leerse un
cuento de 3 folios os dejo un link. Es una gran metáfora de esta situación, de
la fragilidad del sistema económico, pero sólo aconsejo leerlo si estás
animado, si estás depre, no. Ya me contaréis.
http://es.scribd.com/doc/93380853/La-plaga
Podemos salir de esta situación, pero
asumiendo nuestro estado, haciendo autocrítica, con sensatez y llamando a las
cosas por su nombre, tanto en una familia, una empresa o un estado. Si nos
empeñamos en mirar para otro lado y creemos que la solución es que “alguien”
financie nuestra irreflexión, ¡vamos arreglados!
Un saludo y creo que la sensatez, al
final, se va a imponer.
PUBLICADO EN EL BLOG de Fernando Sánchez
Salinero
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