Se esperaba/temía un viernes negro, con
la foto del Rey presidiendo un Consejo de Ministros previa a un Consejo de
Ministros ya sin el Rey y con las tijeras a punto. Se adelantó al miércoles
porque Mariano Rajoy, esta vez sí, asumió por completo su papel de presidente
portador de malas noticias y prometedor de sudor, lágrimas y esfuerzos. El
mayor recorte de la democracia.
Rajoy mostró la valentía y el coraje de
los que había abdicado en seis meses de escaramuzas inútiles y eufemismos
fantasmales. Hay que reconocérselo, aunque no tanto como lo hicieron sus
correligionarios porque el fervor dio lugar a un espectáculo penoso: los
diputados del PP aplaudiendo con entusiasmo mientras su jefe anunciaba que va a
reducir el subsidio a los parados, dejar a los funcionarios sin la paga
extraordinaria de Navidad y subir el IVA a todo el que compre casi cualquier
producto. Me recordó la misma bancada ovacionando a Aznar tras llevar al país a
la guerra de Iraq. ¿Qué motivos tienen para aplaudir?
También fue, Rajoy, sincero al decir que
ha rectificado todo su programa económico. Por una razón: no le quedaba margen
ninguno para elegir, porque las circunstancias excepcionales le han obligado a
adoptar medidas excepcionales. Lo fue menos al referirse a la pesada herencia recibida.
Ninguna duda cabe de que la de Zapatero es la peor jamás dejada por un gobierno
democrático, pero desde que gobierna Rajoy -con su varita mágica- los
indicadores de confianza que tanto marcan la salud de nuestra economía han
empeorado con pertinacia, desde la prima de riesgo que bate todos los récords
conocidos hasta la Bolsa que los bate igualmente, pero hacia abajo. Los
inversores y los mercados financieros desconfían más de nosotros ahora que
antes.
En medio año Rajoy ha hecho lo que nunca
iba a hacer. Dijo que no subiría los impuestos y ya ha subido el IRPF, el IBI y
el IVA. Prometió no abaratar el despido y aprobó una reforma laboral que lo
convierte en semigratuito. No iba a reducir el sueldo de los funcionarios y les
ha quitado una paga extra y aumentado la jornada (por cierto, ¿perderán la
extra los diputados y senadores? Ya están tardando unos y otros en anunciar que
sí). Juró no recortar el desempleo y ayer lo recortó. Nunca jamás iba a haber
copago, y ya está implantado para las medicinas. No sigo porque va a ser más
fácil escribir el recuento de las cosas que anunció que no haría y no ha hecho
que seguir enumerando las que ha terminado haciendo en contra de sus
compromisos.
Por lo demás, Rubalcaba estuvo moderado
en su réplica. Probablemente porque sabe que a Rajoy no le quedaba otra salida
y que él en su lugar no hubiera actuado de manera muy distinta.
PUBLICADO EN MÁLAGA HOY
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