SÁNCHEZ GORDILLO
Asaltar un supermercado es asaltar un
supermercado. Las razones pueden cargarse tanto como las armas, y además
disparar. Pero la necesidad real, aquí, no ha sido una razón. "Tened
presente el hambre", escribió Miguel Hernández. El hambre. En España, en
realidad, no hay hambre. Esto hay que tenerlo presente para empezar a hablar.
En España, todavía, tenemos un sistema de garantías sociales que no existe en
otros países, ni en otras situaciones. Que no existe, por ejemplo, en el Cuerno
de África.
El hambre es otra cosa, porque en el
Cuerno de África, con todos esos cientos de familias abandonadas sobre la piel
árida del desierto, sin comida y sin agua -verdaderamente: sin agua y sin
comida, algo muy distinto a lo que vivimos- no hay comedores sociales. Por eso
cuando Juan Manuel Sánchez Gordillo hace alusión al hambre, hay que decirle:
Eh, el hambre es otra cosa. Tú no has vivido el hambre. Nadie que tú conozcas
pasa hambre, auténtica hambre, en la España de hoy, en nuestra imperfecta,
disparatada, desbaratada España, sí; pero no hambrienta. Equivocada,
corrompida, adulterada, también; pero no hambrienta. El hambre es diferente,
duele. El hambre se produce en lugares donde no existen los supermercados,
donde no hay una tienda que asaltar. Eso es el hambre. No el teatro.
Ha habido mucho de teatro en el asalto
al supermercado de Sánchez Gordillo y su grupo de convencidos seguidores. Y
como todo buen actor, ahora se regodea escuchando las críticas: las buenas y
las malas, porque como explicó Carmen Sevilla, lo importante para un actor es
que hablen de él, aunque sea mal, y si es con foto, mejor. Que sea un teatro
ideológico, comprometido, quizá a lo Alfonso Sastre, es algo que realmente
importa poco. Lo importante, creo, es deslindar el hecho en sí del debate que pretender
forzar, como si el debate justificara la acción, cuando no es así. En caso
contrario, dándole pábulo a su presunta intencionalidad, estaremos entablando
una conversación con un delincuente sobre el fondo ideológico de su comisión de
un delito, cuando son asuntos bien distintos: uno, la agresión contra la
seguridad pública; otro, un diálogo que a todas luces no necesita de sustos
bravucones a unas dependientas, haciendo uso de violencia y de intimidación,
como bien puede apreciarse en el vídeo.
A Sánchez Gordillo, sencillamente, le
importa más que hablen de él que el motivo de la conversación. Tiene en su
despacho un cartel del Che, que es un personaje apasionante, sí, pero también
alguien que firmó la sentencia de muerte de cientos de personas. En democracia,
el fin no justifica los medios. Pero en la dialéctica de los puños y las
pistolas, sea falangista o anarquista, la democracia es un estorbo para tomar
la calle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario