ESPAÑA
HUELE A PUEBLO
Las calles llenas de niños con camisetas
de España. Prejuicios al garete gracias a otros niños grandes que conquistaron
la gloria. El fútbol es la infancia recuperada de que habló Savater. En los
ochenta años que vivió mi padre sólo conoció un triunfo de la selección.
A
punto de cruzar su rubicón geográfico, el 21 de junio de 1964, cuando Marcelino
batió a Yashin en la final de aquella Eurocopa, mi padre tenía 38 años. Yo
tenía siete y mis hermanos Juan y Blas, gallegos como Marcelino, cinco y dos,
respectivamente. El adversario en el Santiago Bernabéu era la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. 1964 es el año de mayor natalidad en la
historia de España. Los niños que nacieron en esa fecha tuvieron que hacer la
comunión, el bachiller (y reválida), muchos vivirían la emigración de sus
padres, hicieron la mili, los largos noviazgos, la transición, la llegada del
euro y de la cultura digital y hasta un cambio de milenio sin ganar nada.
Los niños de ahora lo viven de otra
manera. Mientras sus padres, los niños que conocieron la pertinaz sequía de
títulos, no saben qué hacer para capear los estragos de la crisis, a ellos se
les quedan pequeñas las tallas de las camisetas de España con los nombres de
sus ídolos en el dorso. Dos días antes de que muriera mi padre, vino al mundo
mi hijo pequeño, su octavo nieto, su tocayo Paco. Desde aquel 2006 del relevo
generacional, a sus cinco años mi hijo ya ha ganado dos Eurocopas y un Mundial.
Y está tan entregado a la causa que quiere que su padre, del Calvo Sotelo de toda
la vida, se deje el pelo "como Piqué".
Qué dos Españas tan distintas la del gol
de Marcelino y la de los goles de Fernando Torres. En marzo de 1964, tres meses
antes de la primera Eurocopa, desaparece el Juzgado militar especial de
Actividades Extremistas cuyo último titular, el coronel Eymar, presidió el
consejo de guerra que un año antes llevó ante un pelotón de fusilamiento a
Julián Grimau en un proceso que describe el magistrado Juan José del Águila en
su libro sobre el Tribunal de Orden Público.
La Eurocopa actual remite a una España
democrática, moderna, europea, donde la palabra fusilar remite a la copistería.
Un país abierto. No es baladí que cinco de los siete jugadores españoles que
marcaron en la última Eurocopa jueguen o hayan jugado en Inglaterra: Torres,
Silva, Mata, Cesc, Xabi Alonso. La pérfida Albión de las crónicas de Matías
Prats. Los niños le quitaron el complejo a sus padres. Viva España, viva
Fuentealbilla, el pueblo de Iniesta, que se casa ahora, en mi aniversario de
boda y del gol de Puyol a Alemania en Sudáfrica. España huele a pueblo, cantaba
Benito Moreno, a maceta regada, a niño no hagas eso, a no me da la gana.
PUBLICADO EN MÁLAGA HOY
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