BOLINAGA. JOAQUÍN PÉREZ AZAUSTRE


BOLINAGA
En un mundo sin tiempo, en su espiral cíclica cargada por la repetición del acto que sucede eternamente, Josu Uribetxebarria Bolinaga sigue secuestrando a Ortega Lara cada amanecer y siendo partidario de su asesinato por inanición, matándolo de hambre, en ese zulo angosto de tortura diaria. En un mundo sin tiempo, Bolinaga también sigue asesinando a tres guardias civiles, dinamitando así no sólo sus vidas, sino también las de sus familias, sus padres y sus hijos, la precipitación perversa de unas existencias hacia un dolor silente, entristecido, que ya no podrá hallar un consuelo de calma. Pero en el mundo hay tiempo, como lo hay para la anatomía: por eso ahora Bolinaga sufre en carne propia lo que ni el Código Penal, ni el sistema penitenciario español, ni la voluntad política cambiante y sometida a una especie de ingenuidad biempensante pueril, han logrado infligirle: un castigo humano, deparado por su propia biografía biológica, por su carga genética, si no proporcional, correspondida al menos, aunque sea muy remotamente, con el dolor que ha causado Bolinaga en sus víctimas.


Con el diagnóstico actual del terrorista, podría haber entrado en el tercer grado penitenciario, lo que habría derivado en una excarcelación más o menos controlada. Pero el Gobierno, al escoger la vía de la libertad condicional, ha trasladado la cuestión hervida de la situación de Bolinaga al juez central de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro, con lo que elude cierta responsabilidad directa en Instituciones Penitenciarias.

Según el artículo 92 del Código Penal, los presos terroristas que deseen optar a la libertad condicional, sean enfermos incurables o no, una vez que obtengan el tercer grado y se desvinculen de la organización terrorista, tras haber pedido perdón a las víctimas, podrán acceder a ella. Con libertad condicional o sin ella, no parece probable que Josu Bolinaga se disculpe ante nadie, ni tampoco la masa ciudadana que lo apoya en la calle, con su foto elevada sobre el pecho, como en la manifestación del viernes en San Sebastián, pidiendo su libertad, a pesar de la prohibición de la Audiencia Nacional.

La ventaja de este Gobierno es tener enfrente una oposición seguramente imperfecta, pero honrada, que no va a hacer electoralismo en la calle, jaleando a la sufrida Asociación de Víctimas del Terrorismo para criticar nada, para tratar de remover el dolor vivo; porque el PSOE se ha mostrado, en este tema, junto al Ejecutivo.

El hombre que prefería abandonar a José Ortega Lara en un enterramiento antes que liberarlo, recibe la solidaridad de cierta parte de la población vasca: la peor, la más representativa de la brutalidad siniestra, que no ha mostrado nunca ningún pesar por el funcionario de prisiones secuestrado. Más allá de las leyes de los hombres, Bolinaga morirá ajusticiado en su crimen sin tiempo: sin salvación, sin decencia o recuerdo.

PUBLICADO EN MÁLAGA HOY

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