CUANDO
CONFUNDIMOS LAS QUEJAS Y LAS DENUNCIAS, CON LAS SOLUCIONES
“Las mentiras más peligrosas son las verdades
ligeramente desfiguradas”. Lichtenberg
En tiempos revueltos y difíciles, es muy
fácil que la necesidad o el hartazgo, nublen nuestra capacidad de análisis, y
caigamos en apoyar aparentes soluciones facilonas y populistas, dentro y fuera
de la empresa. El caso de Sánchez Gordillo nos puede servir para ilustrarlo
perfectamente.
Este verano ha estado “animado” por las
acciones de reivindicación del Sindicato Andaluz de Trabajadores y su asalto a
unos supermercados en busca de publicidad, porque comida, se llevaron poca.
Sánchez Gordillo, a quien ya conocíamos de manifestaciones parecidas, ha pasado
a hacerse muy célebre, y estar un día sí y otro también en la televisión. Cosa
que abiertamente reconoce que perseguía.
Ha soltado sus 20 frases de denuncia
contra el sistema, recogiendo apoyos y atención mediática, y al escucharle uno
ve lo fácil que es caer en mezclar planos.
Una cosa es el plano de las denuncias o
las quejas, por ejemplo, que los políticos son unos chorizos, unos
incompetentes, unos interesados… que ahí coincidiríamos el 90 % de la
audiencia, de que hay dinero para los bancos y no para las medicinas, que se
recorta de un lado, pero se despilfarra de otros… Ahí estamos de acuerdo todos.
Pero, pero…
El problema viene cuando se proponen las
alternativas. Algo que la gente suele pasar por alto. Porque no da igual que se
proponga una cosa u otra, ¿verdad? Porque en muchos casos el pretendido
remedio, es peor que la enfermedad.
Hay dos niveles de proposición de
soluciones:
a)
Nivel Básico, de NEGACIÓN DE LO ANTERIOR. Como lo que veo me repugna
basta con decir que haremos lo contrario, y se proponen algunas medidas, vamos
a llamarlas, “higiénicas”, de limpieza. Por ejemplo: “Seremos lo contrario a lo
que hay”, “hay que terminar con la casta política”, “que se les quiten las
pensiones abusivas que tienen y todos sus privilegios”. ¿Quién no puede estar a
favor de esto? Todo el mundo lo apoyaríamos. Para este tipo de medidas vale
cualquier “enterao de barra de bar”.
b)
Nivel de propuestas estructurales. No basta con “controlar” a los que
mandan (aunque sea muy necesario), hay que tomar decisiones que van a
estructurar la sociedad en una dirección u otra. Y en esto, si nos equivocamos,
podemos provocar muchos más daños de los que queremos evitar. Y para esto ya no
vale cualquiera, de hecho creo que valen muy, muy pocos.
Vamos a poner un ejemplo que levante
menos ampollas que la situación política actual para que se comprenda mejor:
Supongamos que en una ciudad hay un
nivel alarmante de contaminación, y la gente se pasa el día tosiendo, y cada
vez es más frecuente algún tipo de enfermedad causada por la contaminación. La
gente empieza a hartarse y comienzan las protestas. De repente surge un tipo
llamando Sánchez Bordillo, y junto con otros, quema un camión pretextando que
echaba mucho humo por el tubo de escape, y amenaza con seguir quemando
vehículos.
Por un lado da cifras de contaminación
que todos sabemos. Las dan a diario todos los periódicos. Dice que contaminan
mucho las fábricas, los coches y las calefacciones, y que hay que reducirlo,
porque si no lo hacemos, moriremos. Como todo el mundo está tosiendo,
encuentran razonable todo lo que dice. Pero, pero…
Sólo hemos llegado al nivel básico.
Hemos descrito los males y se proponen cosas genéricas: “disminuir la
contaminación”. Vale, muy bien, ¿Cómo? Alguien sugiere que los políticos no
tengan coches tan grandes que contaminan mucho, y que no enciendan las
calefacciones de sus despachos a todo trapo, mientras a los demás cada vez nos
cuesta más pagar el gasoil de las nuestras. La gente dice: ¡Cuánta razón tiene
este hombre! El problema es que con esto arreglamos el 1% de la contaminación.
Seguiríamos tosiendo y enfermando igual.
Entonces Sánchez Bordillo, al verse en
todas las televisiones, se viene arriba, y entonces propone una sarta de
tonterías, que no se le ocurren ni al que asó la manteca. Comienza a proponer
que la gente vaya a caballo a trabajar, o que en vez de enchufar la
calefacción, nos pongamos una manta en el trabajo, o que en los meses de
invierno no se trabaje y nos den un subsidio a todos, para que no haya que
arrancar las fabricas que tanto contaminan. Y que, como habrá muchos caballos,
podemos hacer una feria del caballo en cada ciudad de España, muy bonita y
bucólica, y no sólo en Jerez.
Obviamente, pasaríamos de toser a
morirnos de hambre, matándonos unos a otros por un trozo de pan, cuando todo
quebrase. Lo que pasa es que de eso, nos daríamos cuenta cuando ya no tuviera
arreglo la cosa.
Entre las propuestas de esta gente está
la creación de un banco público. Quizá alguien debería explicarles, que en
España somos los mayores expertos de bancos públicos del mundo. Nosotros
creamos las cajas de ahorro, que como todo banco público, está en manos de
políticos… Y ya vemos el inmenso agujero que han generado, que ha contribuido a
arruinar nuestro país. Es asombroso, porque todas estas propuestas suelen
empezar rajando de los políticos, para a renglón seguido, pedir cosas que van
siempre con el apellido de “públicas”, que alguien debería decirles, que todo
lo que se llama “público”, significa que está en manos de los políticos. Y creo
que a los políticos cuanto menos les dejemos en sus manos, mucho mejor J.
Siento decir que del pozo donde estamos,
no se sale con propuestas del siglo XX, ni mucho menos del siglo XIX, sino del
siglo XXI. Los folklorismos, pueden sonar bien, pero provocan la ruina muy
rápidamente, sobre todo, en un entorno donde no te puedes endeudar para tapar
la ineficacia de las locuras. Como decía Abraham Lincoln: “La demagogia es la
capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores”.
Lo mismo ocurre en las empresas. A
veces, cuando llego veo a mucha gente quejándose, y a poca con verdaderas ideas
de cómo arreglarlo. Quejarnos sabemos todos, poner a parir a los demás,
también. Decir obviedades es sencillo. Del tipo: “esto no se vende”, “aquí
dirigen como el culo” “Esto lo arreglaba yo en dos patadas”. Pero cuando les
preguntas cómo hay que hacerlo, viene la frase universal: “A mí no me pagan
para eso…”. Y a seguir quejándose y criticar.
Donde he trabajado, siempre he visto
bien las quejas y las sugerencias, pero había una norma sagrada: “Todo el mundo
se puede quejar de cualquier cosa, pero al lado de una queja, debe haber una
propuesta de mejora”. Porque de esta forma, pasamos a estar del lado de las
soluciones, no del lado de los problemas.
Hay personas que al quejarse, sin dar
soluciones viables y eficaces, sólo incrementan el daño. Si hacemos como en
Grecia, que queremos seguir viviendo del cuento, con el dinero que nos prestan
indefinidamente y de forma creciente, y para eso, quemamos coches y comercios…
no sólo no ayudamos, sino que proyectamos una imagen de gente por civilizar que
no tiene muchas ganas de trabajar. Con lo que todavía nos darán menos.
Quizá Sánchez Gordillo haya querido
abrir una embajada del caos de Grecia en España. Si alguien, con un afán de
protagonismo desmedido, que denuncia lo que todos sabemos, y que da soluciones
que valdrían para una España rural del siglo XIX, ¿para qué nos sirve?
También, quizá, los que desde dentro de
una empresa en problemas, se dedican a torpedear todavía más esperando sacar
una ventaja individual, encuentren eco en otros.
Pero una cosa es denunciar y criticar, y
otra dar soluciones reales, no populistas, a los problemas. Es mucho más
importante conocer las propuestas, que las quejas. Y esto a veces lo olvidamos.
Cuando alguien proteste examinemos detenidamente las propuestas, si las tiene.
Hay que cambiar las cosas, sin duda,
pero cualquier barbaridad, no vale. No siendo que estemos en Málaga y
terminemos en Malagón.
Fernando Sánchez Salinero www.idpyme.com
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