LA PELA. CRISTÓBAL VILLALOBOS


LA PELA
el mundo se tambalea entre el resurgimiento del islamismo antiamericano y los pechos de Catalina de Cambridge, en España la noticia de la semana es la ofensiva nacionalista catalana. Las calles de Barcelona, esa ciudad a la que los cursis siempre añaden el epíteto de condal, se han visto desbordadas por una marea de independentistas, muchos de los cuales habrán nacido en Badajoz o en Murcia.


El nacionalismo catalán ha constituido, a lo largo de su breve historia, una unidad de destino en lo monetario, todo un entramado político, social y cultural destinado a una misión suprema: sacar dinero del estado centralista y opresor para beneficiar a la burguesía catalana. La pela como único y fundamental leitmotiv político.

Hoy, la burguesía, los catalanes de siempre, controlan, tras décadas de dominio político, casi todos los estratos de la sociedad, con lo que les resulta muy fácil movilizar a todos aquellos catalanes, nacidos en cualquier parte del mundo, y que para ellos son ciudadanos de segunda por su clara impureza de sangre, con el fin de hacer fuerza ante el Gobierno de Madrid.

Así siguen jugando al juego de siempre, de Prat de la Riba a Pujol, a la amenaza constante, al chantaje diario. Hoy, pedido ya el rescate de sus finanzas, tras dilapidar todo el presupuesto de décadas y endeudarse hasta lo inimaginable, toca volver a tensar la cuerda, esta vez más de lo normal, para volver a sacar dinero, para que todo siga como siempre. Quizás los políticos catalanes sigan la máxima de Lampedusa, que dice que hay que cambiarlo todo para que nada cambie. Sólo que a ellos les vale con la simple amenaza.

El problema de España ya no es el del siglo XIX, en el que unas minorías poderosas, en Cataluña y el País Vasco, jugaban al nacionalismo, mediante algún tonto útil, con el único fin de conseguir réditos políticos y, sobre todo, económicos, sino el de unas sociedades enfermas en las que se les inyecta odio a sus ciudadanos desde su más tierna infancia.

Nos encontramos hoy ante unas generaciones de vascos y catalanes, también ocurre en menor medida en otras regiones, a las que, por dejadez del Estado, los diversos gobiernos autónomos han educado según una historia y una realidad falsa, creada a medida según los intereses de esas minorías dirigentes.

Vuelven a amenazar, como hace dos días, con la secesión, así que los españoles, hartos de tantos rollos, contemplamos los exabruptos con hastío, con el aburrimiento que da escuchar las mismas mentiras año tras año. Quizás, tal y como prometen, la independencia llegue algún día a Cataluña. Nos habrán ganado por agotamiento.

PUBLICADO MÁLAGA HOY

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