EL
DEPORTE: UNA ENSEÑANZA. LA PIEZA CLAVE: EL ENRENADOR
El
deporte es una competición cada vez más exigente. Hay que poner alma corazón y
vida para ser los mejores y competir con los mejores. La rivalidad personal, local, regional,
nacional e internacional no se ven como un problema, sino un reto, cada vez más
alto, cada vez más grande, cada vez con una repercusión más extraordinaria y gratificante.
Nadie
sabe hasta dónde puede llegar hasta que no supera tiempos, marcas, etapas,
límites, fronteras que hasta ayer
parecían imposibles. El deportista que llega a los laureles de la fama, es el
primer sorprendido. El reconocimiento local, nacional o mundial, puede llegar,
pero no se regala en ninguna disciplina. Es una conquista.
Individual
o colectivamente, se necesita disciplina, entrenamiento y esfuerzo, capacidad
de sacrificio y constancia, empatía y compañerismo. Algo sólo al alcance de los
valientes, física y psicológicamente. El deporte, a parte de mantener en forma,
es siempre una escuela donde se aprenden auténticos valores. No en teoría, sino
en la práctica y en la vida.
La
naturaleza ayuda, pero es plural, diversa.
Siempre se buscaba la armonía de una “mens sana in corpore sano”; pero es la voluntad y la fuerza
interior, lo primero y fundamental. A veces se olvida. Cabeza y corazón priman
sobre la anatomía del deportista. El cuerpo de un deportista es como es, alto o
bajo, fuerte o frágil, raramente débil
aunque pueda tener, incluso, alguna aparente o real
deformidad. La diferenciación por sexos nunca es discriminación. Las
características continentales de razas, lenguas, etnias, o creencias se asumen
con total normalidad y nunca suponen un obstáculo, ni para los mismos
deportistas ni para los organizadores.
Las
recientes Olimpiadas y los Juegos Paralímpicos han supuesto una alegría, un
orgullo, y una inmensa lección para todos. Los participantes lo han dado todo
para lograr las mejores marcas. La aragonesa paralímpica, Teresa Perales, ya es
una leyenda. Ha conseguido 6 medallas en 6 pruebas en Londres 2012. Es la
paralímpica española más laureada de la historia, con 22 medallas. Si nadie ha
escatimado elogios a Michael Phelps, quiero mostrar mi orgullo y mi
reconocimiento a nuestra admirable nadadora, en silla de ruedas, reina de estos
juegos. Como acaba de decir, Alberto Contador, reciente ganador de la Vuelta
Ciclista a España:“Cuando conseguir algo cuesta tanto, se saborea de forma
especial”.
En
España estamos acostumbrados a los triunfos, de Nadal, Fernando Alonso,
Contador, la Selección de Baloncesto, de Futbol, y a los héroes de las medallas
olímpicas y paralímpicas en las diversas y variadas disciplinas. (Cualquier
país siente, por supuesto, el orgullo de los suyos). Lo que quiero señalar es
que lo vemos ya tan normal, que a veces ni valoramos suficientemente sus
hazañas, porque estamos mal acostumbrados. Los vemos, pero… nos metemos poco en
su piel, en el día a día de su esfuerzo, y en sus impresionantes historias
humanas.
Los
medios de comunicación suelen resaltar y enfrentar colores, banderas, “piques”,
gestos raros, zancadillas, comentarios altisonantes, rivalidades, porque eso
vende más que resaltar el compañerismo, la amistad, el estímulo, la disciplina
de superación y el espíritu de equipo. Y sin embargo es en esto en lo que son
un modelo para la juventud y para todos. Hay otros, y en otras disciplinas, pero precisamente
el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha querido resaltar esa faceta, en
una deporte que todos conocen. Al presentar a dos futbolistas de equipos
rivales al premio Príncipe de Asturias de los Deportes, los ha puesto como
ejemplo. Ni Iker Casillas ni Xavi Hernández, futbolistas del Real Madrid y del
Futbol Club Barcelona (las dos instituciones más conocidas en el mundo),
esperaban este premio. “Más que premiar al fútbol, es un galardón a los valores
de compañerismo y esfuerzo que encarnan unos deportistas excepcionales que han
sabido transcender la rivalidad y las diferencias en aras de un objetivo común.
Ellos –eternos rivales en sus equipos- nos han demostrado hasta dónde se puede
llegar, cuando se orilla lo que separa y antepone lo que une. Todo un ejemplo
moral y cívico para las próximas generaciones” (La Razón).
Hay que
felicitar a estos grandísimos jugadores que tanto en sus clubes como en la
Selección lo han logrado todo. También
al jurado que les ha otorgado el premio. Un premio que les alcanza no por su
club de origen, sino por su trayectoria en la Selección, la Roja, donde olvidan
rivalidades y se esfuerzan por lograr la camaradería para que pueda surgir la
magia en el campo y que lleguen los triunfos del equipo, que es lo que a los
espectadores les interesa, además de disfrutar con su asombroso juego.
La
pieza clave: el entrenador.
Después
de haber dicho lo que antecede, espero que no me interpreten mal. No intento
restar un ápice a los deportistas, ni a su capacidad de sacrificio, a su
espíritu luchador, ni a su fortaleza mental. Pero es aquí donde entra el entrenador, el ser que
marca los tiempos, el que quita yerros,
el que lima discrepancias, el que da confianza y encuentra resortes,
tácticas, medios, para hacer equipo y
lograr los triunfos. El que los conoce, aprecia y quiere para sacar lo mejor de
ellos mismos. El entrenador: es el que manda, sin hacerse notar.
En el caso que hemos comentado, son ellos
mismos quienes lo han reconocido: “El míster es clave en todo el engranaje del
equipo y en la armonía que existe en el grupo. Es un pieza fundamental, se merece todo el reconocimiento",
ha comentado el catalán, refiriéndose al técnico Vicente del Bosque. Sienta en
el banquillo o alinea a quien cree, pero nunca arbitrariamente o por capricho.
Lo explica. Lo importante es estar
preparado y disponible para ser útil al equipo.
La
trayectoria del técnico, su serena normalidad para manejar con mano izquierda un
vestuario plagado de estrellas, a quienes no resta protagonismo, incluso su
humildad que procede de su gran
humanidad y del aprecio y apoyo en su familia imponen.
Pero
hay que estar atentos. Hay peligros mayores que la rivalidad de los deportistas. Esta, con un buen entrenador nos ha llevado,
como dice Miguel Ors a “la utopía del bienestar, de compañerismo, de rivalidad
sana, descarnada de celos, envidias y egos. No parece España. ¿A que no
políticos?”
Efectivamente,
la “desunidora casta sindical y política” es un peligro que está ahí. La
rivalidad entre clubes y las rivalidades regionales cuando se mete por medio la
política puede ser una bomba de consecuencias impredecibles. Los directivos, algunos
al menos, sucumben a los cantos de sirena de la política. “El fallo de nuestro
tiempo consiste, -decía Churchill-, en que los hombres no quieren ser útiles,
sino importantes”. Sucedió con Laporta, el anterior Presidente, y Rosell, actual Presidente del Barça, ya
estuvo en primera línea de la “Diada”, para no ser menos. Y, para el presente
curso, es decir ya mismo, el Barcelona vestirá la señera (bandera de Cataluña)
como segunda equipación. Y Guardiola, el anterior entrenador, envió su cariñoso
y solidario voto independentista desde el extranjero. Tomar partido por la
independencia, es partir la competición, viciarla. ¿Abandonará el Barça la liga
española? El fabricante de sus camisetas, teme por la bajada de las ventas.
Pero a ellos, ¡ni se les pasa por la imaginación ni la merma de ingresos, ni
dejar la liga! ¿Con quién iban a competir que diera más juego y “más tela”?
Ahora bien, cuando el Barça juegue lejos de su estadio con la “señera” (que
ellos se han apropiado), el equipo rival ¿juega contra Cataluña?
He escrito todo esto, créanme, porque a nivel
nacional, en política, necesitamos un míster como Del Bosque con sentido común
y bonhomía. O una mujer, resuelta y con su sexto sentido. Alguien parecido al temple, la visión, la
capacidad y la personalidad y la sencillez del salmantino. Alguien con ideas
claras, capaz de definir los objetivos y buscar los triunfos del equipo.
Alguien capaz de hacer chupar banquillo a alguna estrella y lograr el triunfo
con el esfuerzo de figuras de segunda fila. ¡Hay mucho en juego! Dicho en forma
deportiva: ¡nos estamos jugando mucho! ¡Estamos poniendo “al equipo” en peligro
porque estamos jugando con fuego! Tal
vez, algún juez debería sacar alguna tarjeta, para evitar el juego sucio y que
el encuentro no se vaya de las manos. ¿Lo harán? ¿Existen árbitros de esa
categoría? ¡Clarificarían mucho el panorama!
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