ÉTICA
POLÍTICA
Estimada trabajadora de la cadena de
supermercados Mercadona.
Todos hemos podido ver el vídeo en el
que, al encontrarte con que numerosos de los jornaleros del Sindicato Andaluz
de Trabajadores intentaban expropiar diversos alimentos básicos de tu
supermercado para donarlos a un banco de alimentos, intentaste evitarlo y
recibiste el empujón de uno de ellos. Como resultado te sentiste humillada y te
quedaste llorando en un rincón. Muchos políticos, analistas y medios de
comunicación han salido en tu defensa y se han convertido, sorpresivamente y
por primera vez, en defensores los trabajadores, mejor dicho de una trabajadora
como tú. Ahora, varios días después, probablemente sigas indignada con los que
te empujaron y te sientas arropada y agradecida con estos defensores.
En primer lugar quiero decirte que es
comprensible tu reacción instintiva de oposición a quienes intentaban llevarse
la comida en el centro donde trabajas, por eso es necesario recurrir a la razón
para no limitarnos al instinto. Para empezar hemos de precisar que tu trabajo
consiste en cobrar los productos a los clientes, no custodiarlos ni impedir su
sustracción ni apropiación sin pago. Cuando intentaste evitarlo no estabas
cumpliendo con tu trabajo, tomaste posición en un conflicto que no era el tuyo,
porque la discusión por la propiedad de unos litros de aceite, otros de leche y
alguna lata, entre el dueño de la cadena de supermercados y unos activistas que
querían repartirlo entre familias sin recursos para comer, era un asunto ajeno
a las condiciones laborales de tu contrato.
Estimada trabajadora, no sé si has oído
hablar de las clases sociales o de la lucha de clases. Básicamente consiste en
reconocer que en una sociedad hay ricos y pobres, y que se encuentran en conflicto
porque a más riqueza para los ricos, más pobreza para los pobres. Algo mucho
más indignante si son estos pobres los que, con su trabajo, logran que los
ricos amasen su fortuna. Con tu gesto del otro día tu tomaste una posición en
esa lucha, en ese conflicto. Cuando tuviste que decidir entre los pobres que
deben recurrir a la caridad del banco de alimentos donde irían destinados los
productos sustraídos del supermercado donde trabajas y el patrimonio de la
familia Roig, propietaria de la cadena, con un beneficio en el año 2011 de a
474 millones de euros, tú, libremente, te pusiste al lado de los segundos. No
te quiero culpar por ello, insisto en que pudo ser una reacción instintiva que
te hizo olvidar que esos productos que pasan durante cuarenta horas por tus
manos no son tuyos, son de una familia millonaria, tu solo trabajas cobrando a
los clientes. Te equivocaste a la hora de defender los intereses de una clase
social, defendiste los del rico a pesar de que tú eres una trabajadora y tus
intereses son opuestos a los de él: para que él sea rico tu debes cobrar menos,
si tu cobrases más el sería menos rico. Tus intereses, aunque algunos insistan
en lo contrario, no son los mismos que los del dueño de Mercadona. No eres la
única que confunde los intereses de su clase con los de los ricos, basta
observar cuántos trabajadores han votado al Partido Popular para que apruebe
una amnistía fiscal a los ricos que defraudan a Hacienda o destine dinero
público a bancos dirigidos por directivos que ganan cientos de miles de euros
y, al mismo tiempo les obligue a esos trabajadores a que paguen más IVA por el
material escolar de sus hijos o los despida como empleados públicos si son
interinos.
En cuanto a los que te han defendido y
te han presentado como víctima de unos ladrones de supermercado que no respetan
la ley, quiero que sepas que solo lo han hecho para utilizarte contra los de tu
propia clase social, nunca esos políticos y periodistas de Intereconomía o de
la COPE se hubieran preocupado por ti si te hubieras quedado sin trabajo, nunca
se han interesado porque una cajera cobre un sueldo digno. Es más, a esos que
les molestó tanto el empujón que sufriste, nunca dijeron nada cuando a los
trabajadores que pedían que no les despidieran con la nueva reforma laboral, que
sus hijos tuvieran calefacción en el colegio o que las medicinas siguieran
siendo gratuitas para nuestros pensionistas los policías les abrían la cabeza
con una porra.
Querida trabajadora, el otro día
lloraste desconsolada después del empujón, sin duda te sentiste sola. Te
sentiste sola porque estuviste defendiendo las propiedades de un millonario que
gana 474 millones al año, y mientras tanto ese millonario bien podría estar
disfrutando de sus vacaciones de agosto en un lujoso hotel o en un yate mientras
tu defendías su dinero. En cambio, los sindicalistas que tomaban la comida de
tu supermercado nunca están solos porque saben cuál es su clase social, saben
de qué lado están, se ayudan, y por eso fueron a por comida a tu supermercado
que, por cierto, no es tuyo. En tu mano está no volverte a sentir sola, no
volver a llorar por nada parecido. Esas personas que te empujaron cuando te
pusiste del lado del empresario son las mismas que volverán a por comida para
ti si mañana eres tú la que no tienes para comer. Serán ellos los que te ayuden
y no los periodistas de Intereconomía. Solo necesitas reconocer a los tuyos,
son todas esas personas que luchan para que nadie pase hambre mientras otros se
hacen millonarios. Si los vuelves a ver en el supermercado donde trabajas,
recuerda que no son tus enemigos, que la comida del supermercado no es tuya,
que quizás mañana tú no tengas trabajo y la necesites, que ellos las estarán
cogiendo para ti y que el dueño de Mercadona gana 474 millones al año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario