EL
DIVORCIO CATALÁN
LA reivindicación de independencia no
estaba ahora en la agenda del Gobierno catalán, pero los hechos se han
precipitado. La vuelta de tuerca que tocaba venía determinada por las
restricciones financieras de la Generalitat, y se concretaba en conseguir un
pacto fiscal semejante a los territorios con conciertos fiscales (Navarra y
País Vasco), pero la frustración por las restricciones económicas ha alentado a
muchos catalanes a una huida hacia adelante en forma de reclamación de
independencia y, tras la masiva manifestación de la Diada, Artur Mas ha hecho
suya la opción secesionista. Así que tenemos "un lío", como diría
Rajoy, además en un mal momento, pues se va a desviar la atención de los
problemas económicos y va a debilitar la confianza de los mercados e
instituciones europeas en la capacidad de España para abordar las reformas
económicas necesarias.
No simpatizo con los nacionalismos, soy
consciente de que Cataluña ha recibido del resto de España importantes
beneficios (e incluso privilegios) a lo largo de la historia, también sé que
las razones históricas de su pretendida legitimidad independiente son cuando
menos discutibles, y creo que es poco razonable que una mayoría exigua pueda
imponer al resto de una comunidad (sea una región, provincia, comarca, ciudad,
barrio o calle) la independencia sin contar con la opinión de su entorno...
pero la dinámica centrífuga catalana ha alcanzado ya un punto sin retorno.
La imperfecta redacción del Título VIII
de la Constitución y las posteriores concesiones homogeneizadoras a las nuevas
comunidades autónomas generaron una espiral de diferenciación-emulación que ha
conducido a un Estado Autonómico ingobernable, y a la permanente insatisfacción
de las "comunidades históricas", a pesar de las crecientes
concesiones competenciales. Según las encuestas, la opción nacionalista no ha
dejado de aumentar entre los catalanes desde la Transición, y así lo pone de
manifiesto el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la
Generalitat (junio 2012), según el cual el número de los que votarían a favor
de la autodeterminación no ha parado de subir en poco más de un año
coincidiendo con la crisis económica y el fracaso del Estatut, elevándose al
51,1%, mientras que sólo votaría en contra el 21,1%. Probablemente, si se
hiciese una encuesta en el día de hoy el porcentaje a favor de la
autodeterminación aumentaría aún más.
En una tesitura como ésta es posible que
el PP y el PSOE se encuentren tentados de responder al reto secesionista con
una concesión menor, como el pacto fiscal. Creo que sería la peor opción: es
profundamente injusta, abre un camino de agravios en el resto de España y sería
un mero aplazamiento a la demanda de independencia. Por tanto, creo que ha
llegado el momento de hacer frente a un problema que amenaza con convertirse en
secular.
A los españoles no nos interesa la
independencia de Cataluña. Es la comunidad que más aporta a España en términos
de PIB, de innovación y de producción industrial, y su papel en el campo de las
ciencias, las artes y la cultura es muy relevante para el conjunto de España. A
los catalanes tampoco les interesa la independencia, pues un proceso
secesionista frenaría la inversión, perdería parte de su principal mercado (el
resto de España), alentaría a la deslocalización industrial, tendría que
enfrentarse a los costes de montar un nuevo Estado, su encaje en la Unión
Europea sería costoso y, en cualquier caso, dependería de la buena voluntad de
España...
Pero si quieren la independencia de
forma claramente mayoritaria no debemos impedírselo, como no podemos retener a
un hijo mayor de edad que se quiere ir de casa o al cónyuge que quiere una vida
independiente. Es comprensible que nos sintamos abandonados, pero no son
aconsejables las respuestas viscerales alimentadas por el despecho y los
tópicos anticatalanistas. No sólo no podemos mantenerlos retenidos para
siempre, sino que debemos facilitar la hipotética independencia, pues una
dinámica de dificultades sólo conducirá a enfrentamientos y rencillas. Avanzado
el siglo XXI es esperable un comportamiento civilizado como el que están
teniendo la inmensa mayoría de los catalanes que reivindican su capacidad para
elegir. Seamos generosos, a fin de cuentas los catalanes son y serán de nuestra
familia, participaremos juntos en la Unión Europea y espero que en un futuro
cercano las diferencias nacionales en Europa pasen a un segundo plano.
Ahora bien, las facilidades para una
posible independencia deben estar claramente condicionadas: deben derivarse de
una mayoría holgada en un referéndum, que debería realizarse en un plazo no muy
lejano; si el resultado es negativo para la opción independentista el
referéndum no se podría repetir en un largo periodo de tiempo; y previamente
deben determinarse las condiciones económicas e institucionales de la
independencia.
PUBLICADO MÁLAGA HOY
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