EL DIVORCIO CATALÁN. FRANCISCO J. FERRARO


EL DIVORCIO CATALÁN
LA reivindicación de independencia no estaba ahora en la agenda del Gobierno catalán, pero los hechos se han precipitado. La vuelta de tuerca que tocaba venía determinada por las restricciones financieras de la Generalitat, y se concretaba en conseguir un pacto fiscal semejante a los territorios con conciertos fiscales (Navarra y País Vasco), pero la frustración por las restricciones económicas ha alentado a muchos catalanes a una huida hacia adelante en forma de reclamación de independencia y, tras la masiva manifestación de la Diada, Artur Mas ha hecho suya la opción secesionista. Así que tenemos "un lío", como diría Rajoy, además en un mal momento, pues se va a desviar la atención de los problemas económicos y va a debilitar la confianza de los mercados e instituciones europeas en la capacidad de España para abordar las reformas económicas necesarias.


No simpatizo con los nacionalismos, soy consciente de que Cataluña ha recibido del resto de España importantes beneficios (e incluso privilegios) a lo largo de la historia, también sé que las razones históricas de su pretendida legitimidad independiente son cuando menos discutibles, y creo que es poco razonable que una mayoría exigua pueda imponer al resto de una comunidad (sea una región, provincia, comarca, ciudad, barrio o calle) la independencia sin contar con la opinión de su entorno... pero la dinámica centrífuga catalana ha alcanzado ya un punto sin retorno.

La imperfecta redacción del Título VIII de la Constitución y las posteriores concesiones homogeneizadoras a las nuevas comunidades autónomas generaron una espiral de diferenciación-emulación que ha conducido a un Estado Autonómico ingobernable, y a la permanente insatisfacción de las "comunidades históricas", a pesar de las crecientes concesiones competenciales. Según las encuestas, la opción nacionalista no ha dejado de aumentar entre los catalanes desde la Transición, y así lo pone de manifiesto el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (junio 2012), según el cual el número de los que votarían a favor de la autodeterminación no ha parado de subir en poco más de un año coincidiendo con la crisis económica y el fracaso del Estatut, elevándose al 51,1%, mientras que sólo votaría en contra el 21,1%. Probablemente, si se hiciese una encuesta en el día de hoy el porcentaje a favor de la autodeterminación aumentaría aún más.

En una tesitura como ésta es posible que el PP y el PSOE se encuentren tentados de responder al reto secesionista con una concesión menor, como el pacto fiscal. Creo que sería la peor opción: es profundamente injusta, abre un camino de agravios en el resto de España y sería un mero aplazamiento a la demanda de independencia. Por tanto, creo que ha llegado el momento de hacer frente a un problema que amenaza con convertirse en secular.

A los españoles no nos interesa la independencia de Cataluña. Es la comunidad que más aporta a España en términos de PIB, de innovación y de producción industrial, y su papel en el campo de las ciencias, las artes y la cultura es muy relevante para el conjunto de España. A los catalanes tampoco les interesa la independencia, pues un proceso secesionista frenaría la inversión, perdería parte de su principal mercado (el resto de España), alentaría a la deslocalización industrial, tendría que enfrentarse a los costes de montar un nuevo Estado, su encaje en la Unión Europea sería costoso y, en cualquier caso, dependería de la buena voluntad de España...

Pero si quieren la independencia de forma claramente mayoritaria no debemos impedírselo, como no podemos retener a un hijo mayor de edad que se quiere ir de casa o al cónyuge que quiere una vida independiente. Es comprensible que nos sintamos abandonados, pero no son aconsejables las respuestas viscerales alimentadas por el despecho y los tópicos anticatalanistas. No sólo no podemos mantenerlos retenidos para siempre, sino que debemos facilitar la hipotética independencia, pues una dinámica de dificultades sólo conducirá a enfrentamientos y rencillas. Avanzado el siglo XXI es esperable un comportamiento civilizado como el que están teniendo la inmensa mayoría de los catalanes que reivindican su capacidad para elegir. Seamos generosos, a fin de cuentas los catalanes son y serán de nuestra familia, participaremos juntos en la Unión Europea y espero que en un futuro cercano las diferencias nacionales en Europa pasen a un segundo plano.

Ahora bien, las facilidades para una posible independencia deben estar claramente condicionadas: deben derivarse de una mayoría holgada en un referéndum, que debería realizarse en un plazo no muy lejano; si el resultado es negativo para la opción independentista el referéndum no se podría repetir en un largo periodo de tiempo; y previamente deben determinarse las condiciones económicas e institucionales de la independencia.
PUBLICADO MÁLAGA HOY

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