NATIVOS
Y FORASTEROS: GENTE CONTRA PSICÓPATAS
“Sabemos que el hombre blanco no
comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo
significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae
de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga,
y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus
antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos
y no le importa.
“La sepultura de su padre y los derechos
de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al
cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o
adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un
desierto.
“Yo no entiendo, nuestras costumbres son
diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.”
(Tomado de la Carta del Jefe Seattle al
presidente de los Estados Unidos)
El hombre blanco es el capitalista (real
o potencial) venido de Europa para buscar fortuna al precio que sea. Despoja al indígena, saquea y depreda. Destruye la tierra y no entiende que el costo
es muy superior a cualquier beneficio financiero para el depredador. Su actividad es absolutamente
antieconómica. En vez de crear riqueza
para producir bienestar, la destruye dañándoles sus vidas a las presentes y a
las futuras generaciones.
Ahora lo podemos entender con total
claridad, cuando la ofensiva contra la Madre Tierra es definitiva porque la
capacidad de destrucción ha llegado a unos niveles que en unos cuantos meses
pueden acabar, numerosas veces y por todo el planeta, con volúmenes de recursos
que a los colonos usanos les costó décadas depredar y que tardarán años en
recuperarse, cuando no es imposible.
Se trata de esos mismos recursos que los
sabios pero, según los colonizadores, atrasados indígenas habían conservado
durante miles de años, obrando previsivamente, con consideración, respeto y
agradecimiento a la Vida y la biosfera que la sustenta, defendiendo los tesoros
que alberga y cuya conservación es fundamental para mantener el frágil
equilibrio que explica el surgimiento del milagro de la conjunción entre
energía y materia que es la Vida.
Sin duda, lo afirmado por el jefe
Seattle retrata fielmente la mentalidad arrasadora de los criminales que han
monopolizado el poder y la riqueza durante la desastrosa Historia, pero que
califican sus delitos como grandes hazañas y exaltan a los criminales
despiadados que las protagonizan, poniéndolos de ejemplo para la juventud y
guía para gobernantes, como el gran Alejandro Magno o los viles Bush o el
detestable y repugnante Bashar al Assad.
Por fortuna, muchos pueblos ajenos a esa
mentalidad depredadora imperante en la Historia han logrado sobrevivir, y sus
enseñanzas están disponibles para todos los seres humanos de buena voluntad,
que son las mayorías, hasta ahora oprimidas pero ya no más.
Estamos en condiciones de superar el
aterrador período para establecer sociedades planas, respetuosas de Pachamama.
Ya no soportamos la destrucción criminal y podemos evitarla. No sólo es posible sino indispensable y
urgente.
Pero no es una tarea individual de un
líder o caudillo especialmente dotado, sino una obra común que han de adelantar
todos los que deseen integrarse libremente para definir y establecer la nueva
sociedad horizontal, justa, abundante y equitativa.
Inevitablemente ha de ser global, pues
al globalismo nos ha conducido el progreso técnico-científico
independientemente de los deseos de los agentes sociales.
Pero también -a diferencia del
globalismo consumista de los potentados de todas las ideologías, que busca
arrasar con las diferencias para imponer el idiotismo consumista y
homogenizador en todas partes, empobreciendo objetivamente a la Humanidad-, el
globalismo democrático habrá de ser respetuoso de las diferencias culturales y
de las soberanías nacionales e individuales.
En consecuencia, ha de dar lugar a
muchas redefiniciones de fronteras en las antiguas colonias que los imperios
dividieron a su arbitrio y pisoteando los derechos de los pueblos.
También habrá de adoptar expresiones
particulares, ajenas a la institucionalidad burguesa, que satisfagan los
anhelos de los pueblos por gobernarse según sus propios criterios, aunque
respetando unos valores mínimos, como los expresados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
En el globalismo implantado por los
pueblos, la autocracia pierde cualquier fundamento porque la autoridad se
basará en méritos auténticos y no en el uso de la fuerza y la mentira.
Racional, generosa y equitativa en el
consumo, la sociedad que remplace las dominantes en la Historia ha de
orientarse a la exaltación de la Vida en vez de fomentar la codicia consumista
que convierte el Mundo en un basurero aunque son pocas las necesidades
verdaderas que satisface.
Acatando las advertencias de los
hermanos mayores, como el jefe piel roja, será defensora del planeta y
protectora de la Vida.
Pese a que los consumistas no lo
entiendan debido la preeminencia de sus cerebros de reptiles correspondientes a
su escasa evolución -que les impide apreciar la belleza y valorar lo sutil
mientras los induce a deleitarse con dinero, causándoles deliberadamente
sufrimientos a quienes no lo poseen-, “Todo lo que le ocurra a la tierra, le
ocurrirá a los hijos de la tierra”, como lo saben y advierten el jefe Seattle y
todos los hermanos mayores y sabios que son como él y a quienes es evidente que
no pertenece Evo Morales a pesar de su retórica, origen y apariencia.
“El hombre no tejió el tejido de la
vida; él es simplemente uno de sus hilos”, según afirma el denostado salvaje;
pero el sionismo antropocentrista que afecta a judíos, cristianos y musulmanes
considera que el universo fue hecho para el hombre.
Nada ni nadie los convence de lo
contrario, como lo ilustra Martha Quijano de Moreno en su escrito “Las corridas
de toros y el respeto por la vida”, publicado en El Colombiano del 26 de julio
en la página 21, donde afirma que “La naturaleza toda fue creada por Dios para
el bienestar de la persona humana”.
En este caso particular, se trata del
mismo periódico que sigue reivindicando la dictadura furibista, como si al
personaje no se le hubiese caído el teflón con que lo rodearon los medios de
los potentados aliados a las clases emergentes en su propósito de consolidar el
poder político nacional que, tradicionalmente, han monopolizado las oligarquías
liberales y conservadoras.
Por eso, el señor Gabriel Harry no tiene
inconveniente en afirmar, en el mismo ejemplar del periódico citado, p. 18, en
artículo que llamó “La insensatez y la desinformación”, que Álvaro Uribe Vélez
ha sido “el mejor presidente que ha tenido el país en los últimos tiempos”.
Ya son muchos los engañados -ajenos a
los delitos de los parapolíticos que llevaron a tantos bandidos al Congreso, y
al gurú a la presidencia-, que comprenden que lo del teflón fue una farsa
mayor.
Al no seguir difundiéndose tamaña
estupidez, se ha visto que el personaje está formado por cobre de la peor calidad
en vez de por el oro que los ingenuos ilusos y desinformados le asignan a
quien, según las desmesuras de El Colombiano, Bolívar no sería digno de
limpiarle las alpargatas, pese a que son innegables sus oscuros negociados y la
corrupción de quienes fueron sus funcionarios.
Retomando el asunto ambiental, parece
que tiene más razón el jefe indio que la columnista Quijano, de modo que se
puede admitir que “La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su
creador”, lo cual suena más sensato que afirmar que fue hecha “para el
bienestar de la persona humana”, pues éste criterio es el que usan los
antropocentristas para destruirla.
Por fortuna para las demás formas de
vida, “Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras
tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios
desechos.” Evidentemente, es lo que está
sucediendo tras un poco más de 150 años de haberlo advertido el sabio y
despreciado indígena. Estamos pasando
más rápido que cualquier otra tribu, pero lo hacemos arrasando con todo.
Sin duda, el basurero en que hemos
convertido el Mundo le da razón plena al lúcido salvaje que se expresó con
tanta sapiencia en 1854, cuando el aterrador Neoliberalismo no existía y la
economía se guiaba por los postulados de los clásicos, sobre todo Adam Smith y
David Ricardo, pues Marx aún no había viviseccionado el sistema depredador y
suicida con su gran obra, “El Capital”, aunque ya había publicado, en 1848, su
“Manifiesto Comunista”, financiado por un Rothschild admirador de su talento.
¿Qué podemos decir en la actualidad
cuando, con la gran minería y las mega obras, se aprestan a destruir
simultáneamente lo que queda de biosfera mientras intentan achacarle todos los
desastres al calentamiento global, lo cual les permite culpar a los individuos,
sumiéndolos en la angustia y la impotencia que se aplacarían comprando “bonos
de carbono”, otro novedosos producto financiero introducido por los banqueros
ladrones para alimentar la gran pirámide mundial?
Quizás la respuesta sea que “La vida ha
terminado. Ahora empieza la supervivencia.”, como lo afirmó el sabio piel
roja. Y como es obvio que hemos logrado
sobrevivir, lo cual induce a los potentados a precipitar una guerra nuclear
mundial que lo impida para el 95% de la población, antes de que la desaten
podemos enterrar la Historia creando sociedades dignas y sensatas.
Es evidente que este es el desafío
actual, y que es un reto definitivo. Si
no vencemos, desapareceremos o, en caso de que haya sobrevivientes, quedarán
como parte del 4% destinado a la esclavitud por el 1% constituido por los
potentados.
Así de sencillo, simple y claro es el
dilema de las generaciones vivas… ¡Ojalá se inspiren en la sabiduría del jefe
Seattle y aprovechen los avances actuales para derrotar a los enemigos comunes!
A propósito, “Los pueblos entonces han
de saber darse prisa y estar a la altura. De lo contrario, más pronto de lo que
quisiéramos, no quedará ya mucho que salvar, al menos no del planeta tal y como
lo conocemos.”, según afirma Ricardo Jiménez en su escrito sobre la conferencia
de Río + 20, que anexo.
Ésta fue un estruendoso fracaso que
obliga a los pueblos a tomar la iniciativa para hacer el cambio indispensable.
De lo contrario, hasta las esperanzas han de acabarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario