OTRA NIÑA VÍCTIMA DEL MACHISMO
No
hace ni un mes escribía: “malos tiempos
para los niños: peores para las niñas”. Hablaba de Malala, la niña de 14 años
defensora del derecho a la educación, a quien tirotearon los talibanes y que
actualmente intenta recuperarse en Inglaterra. Denunciaba otros muchos casos de abuso y malos tratos.
El pasado martes día 30
era atacada otra niña. Murió después.
Vuelvo a denunciar la injusticia machista, mientras Naciones Unidas y los países civilizados no mueven un dedo. Esas niñas, “esas personas
que se ignoran, están salvando el mundo” (dijo Borges, Los Justos). No hay que parar hasta lanzar una campaña contra el machismo en cada
país, mientras a la mujer no se le reconozcan los mismos derechos que a los
hombres. La mujer y sobre todo la niña
no pueden ser desposeídas de sus derechos humanos. Ni tienen por qué esconderse tras un velo, ni ser maltratadas,
ni mutiladas. Merecen el respeto y la dignidad de un ser humano. No son ni
deben ser moneda de cambio de cualquier aberración. Pero lo están siendo; unas
veces por inicuas leyes discriminatorias a favor del varón, y otras simplemente
por un supuesto “honor”, o por costumbres tribales de conveniencia “machista”.
No exagero. Hoy hablo de Anusha,
una niña a quien sus padres han dado muerte
por “honor”. La han atacado,- inhumanos-, con ácido. Tenía 14 años. Ha sucedido
en la aldea de Saidpur Bela, Cachemira, al norte de Pakistán. La policía piensa que la causa ha sido la
sospecha de que su hija tenía relaciones con un joven del lugar. Han hecho de
ello un asunto de “honor”.
¿Honor? ¿Puede haber mayor
deshonor y mayor canallada que “quemar
con ácido a su propia hija”? ¿Lavará la sangre de la hija el crimen de sus
propios padres? ¿Qué concepto tienen del amor, de la paternidad y de la vida?
¿Qué es una hija en estos pueblos? Desfigurarla, dejarla ciega tal vez o
matarla, ¿salvará el honor de la familia? Volvemos otra vez al mismo tema: el
varón, joven, adulto, o viejo, nunca es inculpado de nada, ni una ligera
sospecha. Puede ser un joven normal
enamorado, un “Romeo”. Lo cual podía hasta tener su lado romántico. Pero en la
mayoría de los casos se trata de un
“cabrón” o un “adúltero”, que quiere aprovecharse de la joven. Si la niña se
relaciona con alguien que la familia no quiere, o no acepta casarse con quien
sus padres quieren para ella, entra en juego el “honor”. Es decir: la venganza.
“Te vas a enterar”. ¡Tú no eres libre para escoger, ni para decidir tu futuro!
Ahí se amparan el maltrato y hasta el “crimen”. Confunden desobediencia con
deshonra. ¿Derechos humanos de quién?
Los
"crímenes de honor" son habituales en Pakistán y en otros países
musulmanes. La expresión “crimen de
honor” designa el castigo de una mujer por parte de miembros de su familia, o
miembros de la comunidad en la que vive, que consideran haber sido previamente deshonrados
por la víctima. Una mujer no puede ir por libre, porque no lo es. Según los
datos de la Comisión de Derechos Humanos, 943 mujeres perdieron la vida
el año pasado en agresiones de este tipo, en este país. Muchos hechos no
trascienden, pero algunos, como éste de Anusha, son especialmente
repugnantes y traspasan las fronteras. Y lo especialmente macabro y perverso: muchas
de las agresiones se realizan lanzando ácido a la cara de las mujeres.
En este mismo año, según algunos
periódicos, se han producido más de 80 ataques
semejantes al de Anusha, es decir con ácido. Atacar con ácido a unas
mujeres indefensas es una cobardía machista y homicida. Para ellos es un arma,
una amenaza real, para amedrentar y domesticar a las mujeres; hacerlas sumisas y obedientes a sus mandatos o
caprichos.
El
horror no tiene más que una cara, la de la injusticia y la de la atrocidad. No
puede hablarse de fe. Es un fanatismo interesado. En Pakistán y en otros
países, tiene también otra cara: la de quien no aparece, la de la burla. Es
decir, mientras,
la niña es maltratada, condenada sin
juicio y lapidada, “el pretendiente”, “el amante”, “el novio” o como se le
califique por allí al sujeto varón, campa libre, sin sospecha, o encantado de
que obliguen a la niña a casarse con él. ¡Todo a su favor! Y la sociedad
internacional mirando para otro lado. ¿Hasta cuando el silencio?
¿Es que una niña en
Pakistán no tiene los mismos Derechos Humanos que una niña en Estados Unidos,
en Chile o en los Emiratos Árabes? 943 mujeres muertas de esta forma ¿no es un genocidio? ¿Para cuándo
el aceptar como genocidio el exterminio por razón de género? Si se
admite que el genocidio es un delito que comprende cualquiera de los actos perpetrados con la
intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo étnico, racial o
religioso como tal, por qué no también la muerte por razón de sexo? De
hecho se acepta como tal genocidio, las medidas destinadas a impedir
nacimientos en el seno del grupo o el
traslado por la fuerza de niños (niñas) de un grupo a otro grupo.
¿No es un genocidio la imposición del hijo único, en algunos países? ¿No lo es
el aborto de las niñas por ser niñas que existe en otros países con
discriminación abortiva selectiva? ¿No
es genocidio arrancar del seno de las familias a varias niñas para
“entregarlas” a otro grupo, por motivo de honor, o por un trato o por compensación,
- como se narraba en mi artículo antes citado-?[][ ¿No existe un Derecho
Penal Internacional?
No niego que este caso
pueda ser castigado. Afirmo que, con el machismo reinante y el fanatismo
imperante, muchos casos –demasiados- quedan sin resolver. Es
deseable toda la presión internacional, además de la presión de media Humanidad
- todo el colectivo de mujeres-, para que ningún culpable escape de la acción
de la justicia. ¿Qué hacen las asociaciones feministas? Después de tanto tiempo, casi todos lo sabemos. Ni por parte de los musulmanes
habrá manifestaciones a favor de los derechos de las niñas; ni por parte de los
occidentales reproches masivos o manifestaciones contra estas salvajadas. Eso
sí, no se les ocurra hacer caricaturas de Mahoma. La caricatura sí es
abominable.
Una
última pregunta: ¿Seguirían los fanáticos “varones” amañando el matrimonio
forzado de sus hijas, maltratando, mutilando, violando o matando niñas-mujeres,
si las penas se las aplicaran en donde más les duele? Se dice que el castigo, para ser eficaz, tiene
que ser proporcional. Ellos, con sus armas intentan imponer su ley. En esa ley
la mujer o no cuenta o no tiene derechos, aunque sea su hija. La sociedad tiene armas para que la ley sea
igual para todos. ¡Que se cumpla!
Recuerden: Ameneh Bahrami, una mujer iraní que quedó desfigurada y ciega
cuando un hombre le arrojó ácido a la cara hace siete años. El atacante fue
condenado a quedar ciego también con ácido.
Justo antes de que se cumpliera la condena, cuando ya estaba totalmente
acongojado, ella le perdonó. El tipo en cuestión y algún otro “valiente” se lo pensarán
la próxima vez. ¡Para eso sirve la ley!
Después
de la ley, el arma más poderosa es la educación. Con ella hay que forzar la
evolución hacia una vida más humana. Para despertar conciencias. Las mujeres y las niñas lo saben. ¡Ellos
también! Por eso, como pedía Mario Benedetti: ¡No te rindas! Hombre y mujer
un mismo reto: la igualdad. “Porque cada
día es un comienzo nuevo. Porque esta es la hora y el mejor momento”.
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