CARTA
A UN MINISTRO.
Querido señor ministro:
Recuerdo la primera vez que visité el Ministerio de
Cultura. Fue allá a por el año 1987 (sí, hace más de 25 añitos). En aquella
época yo trabajaba en la compañía de teatro La Cubana y eran habituales las
visitas a tan ilustre lugar, bien para hablar de giras teatrales, bien para
discutir la política de subvenciones o simplemente para formalizar algún
papeleo burocrático.
Aquel día Jordi, el director de La Cubana, me dijo
la siguiente frase: “Hay que llevarse bien con las secretarias, porque los
ministros van cambiando, pero ellas continúan”.
Un servidor ha visitado en más ocasiones ese magno
ministerio y efectivamente, tal y como me dijeron, han ido desfilando por el
sillón que ahora usted ocupa, bastantes personas.
Pero tengo que reconocerle que a ninguno de sus
predecesores o predecesoras en el cargo de titular de la Cultura le he visto
las maneras que observo en usted y mire que por ese sillón ha pasado gente tan
docta como Esperanza Aguirre, Ángeles González Sinde o, en su momento, el
mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Pasaré por alto algunos de sus 'hits' personales
como, por ejemplo, esas ganas de retocar diversas entradas del 'Dicccionario
biográfico español' de la Real Academia de la Historia u otros deslices cuya
intención todavía no acierto a comprender.
Me gustaría tan solo comentar un par de sus
"geniales ideas": la futura reforma educativa y la desmesurada subida
del IVA en muchos sectores de nuestra industria cultural.
El primero: ese proyecto de reforma en la educación
que me tiene anonadado. Empezó usted fuerte, con aquel "pistoletazo de
salida" (o más bien habría que decir "petardazo de salida")
sobre "españolizar a los niños catalanes" (sic), pero es que ahora,
ni corto ni perezoso, se arremanga para relegar la lengua catalana a un papel
secundario en la enseñanza.
Como diría su jefe, don Mariano: "Mire usted,
señor ministro"... para empezar,
aquí en Catalunya, no tenemos ningún problema con la lengua.
De hecho, la lengua nunca debe ser un problema sino
más bien una solución. Una solución y una herramienta que sirve para
comunicarse, para entendernos los unos con los otros y que incluso a veces ni
hace demasiada falta porque ya se sabe "que a buen entendedor, con pocas
palabras basta".
De hecho, la lengua (o las lenguas) solo se
convierte en un problema cuando políticos como usted la utilizan a su antojo y
conveniencia. Ahí es cuando sí empiezan los problemas. Y sí, además, se procede
a entrar como un elefante en una cacharrería, como es su caso, parece que lo
único que usted busque sea un afán desmesurado de protagonismo porque si no, de
verdad que no lo entiendo.
Por estas latitudes estamos muy tranquilos, señor
ministro. Se lo dice de buena fe el hijo de Estrella, una salmantina de pura
cepa, y de Fernando, un extremeño nacido a la vera del Guadiana.
Y como estamos tranquilos, le agradeceríamos que nos
dejara en paz. A nosotros, a nuestros hijos, a nuestros docentes y a todos los
que convivimos tranquilamente desde hace años a orillas del Mediterráneo.
Y ya de paso, deje usted también en paz a la
Cultura. Que esa es la otra cuestión que no alcanzo a comprender.
Deje de maltratarla, de ningunearla, de
menospreciarla... (y no hablaré de no recortarla, porque soy consciente de que
corren malos tiempos para todos, lírica incluida y puedo llegar a entender
algún tipo de ajustes). Lo que debería hacer usted, como exige su cargo es
cuidar de la cultura y protegerla. Porque un país sin cultura es algo que las generaciones
que vienen no se merecen. Aunque no sé porque le digo esto, si usted ya lo
sabe. Lo que me preocupa, es que aún a sabiendas de ello, su señoría obre de la
manera en que lo hace.
Conozco a mucha gente que se dedica (nos dedicamos)
a eso que le llaman cultura. Así, con "c" minúscula. Gente del
teatro, de la música, del cine, de la pintura, de la literatura... Gente que
trabaja (y mucho) y que se acuesta soñando con sus creaciones y se levanta
cargada de ilusiones porque, eso sí, nadie, y mucho menos alguien tan gris como
usted, nos va a robar un ápice de esas ilusiones y de esos sueños. Esa es la
materia prima con la que nosotros trabajamos y que nunca nos faltará.
Porque a pesar de su afán por reescribir la
Educación y la Cultura, por subir los impuestos de forma desmesurada aún
sabiendo el daño que eso provocará, a pesar de sus ganas de controlar la
Historia que se cuenta en los colegios, de controlar la lengua que se hable, lo
bueno es que su etapa acabará, como acabaron las de ministros anteriores.
Ya sabe: "Los ministros pasan, las secretarias
permanecen".
Y, entonces, su nefasta gestión solo será un
recuerdo, un mal recuerdo, eso sí, pero recuerdo al fin y al cabo.
En cuanto a lo de compararse con un toro bravo,
déjeme que le diga que a la mayoría de toros bravos que recordamos fue porque
se llevaron por delante a algún torero. También es verdad que a alguno se le
recuerda por ser indultado pero ya le digo que ese no va a ser su caso.
Lo que espero es que a usted no se le recuerde por
ser el "ministro toro" que se llevó por delante la Educación y la
Cultura de este país.
Que pase el siguiente, pero que pase pronto, por
favor.
FUENTE:
EL PERIÓDICO
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