DÉMOSLE MIL GRACIAS A LA NATURALEZA
Si bien es cierto, la celebración de la Navidad
llegó a nosotros por un sentido religioso, la costumbre de reunirnos en esta
fecha nos dio el hábito del reencuentro familiar. Ahora todos, ese día nos
convocamos para compartir, en definitiva, es ya un momento especial entre los
seres queridos. Celebramos con la misma alegría de una fiesta de cumpleaños, en
este caso, es como si fuera el
cumpleaños de la familia. En gratitud o en expresión de nuestro más puro
afecto, igual en esa ocasión tan particular
nos obsequiamos regalos. También es el espacio para la reflexión en
familia y expresar nuestros buenos deseos para el futuro próximo en unión a
todos aquellos que le han dado un significado a nuestras vidas.
Para quienes deseamos vivir en armonía, respetando a
nuestros semejantes y aceptando el derecho de las otras especies de tener su
lugar en este mundo , para todos aquellos que tienen plena conciencia del
privilegio de merecer habitar un planeta sano, sin continuación y menos
despilfarro de los recursos naturales que es el patrimonio de todos, humanos y
no humanos, es también la oportunidad para mostrar nuestra gratitud por la
naturaleza. La madre natural. La gran protectora y proveedora de todo lo que
hemos necesitado para preservar la vida.
Muchos pensaran que darle gracias a la naturaleza
suena como algo distante o religioso. El egocentrismo humano, nos ha hecho
creer que la vida de los que habitan en el planeta solo gira entorno a nosotros
mismos. Es exactamente igual a cuando en épocas pasadas pensábamos que el
universo giraba alrededor del Planeta Tierra como su único eje. Craso error,
nuestro sistema planetario tiene como eje el Sol y la vida en todas sus expresiones,
solo gira teniendo como centro la naturaleza.
Desde cualquier perspectiva, la Naturaleza acepta
expresiones de gratitud. Compromisos para su defensa y esfuerzos para
restaurarla. La Navidad es uno de esos momentos, no el único, pero si uno muy significativo.
En la Navidad, démosle mil gracias a la Naturaleza,
por permitirnos disfrutar el mayor de los milagros, lo más sagrado que tenemos,
la vida y el derecho a disfrutarla hasta el final de nuestro ciclo natural.
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