ENTRE VAPORES… NO DE NIEBLA. JOSÉ MANUEL BELMONTE


ENTRE VAPORES… NO DE NIEBLA                  
La generación más afortunada, no se sostiene. La que ha gozado de más libertad, la que goza de  más días de ocio, de más posibilidades de educación, la que no ha conocido la guerra y disfruta de la paz desde que nació, la que ha dispuesto de más avances en medicina, y en medicamentos, la que ha viajado, a su corta edad,  más que todas las generaciones anteriores, y conoce más mundo real y todo un universo virtual, no se sostiene. No son todos, pero son demasiados.


Hubo fuegos de artificio. Chispazos de alegría. Fogonazos de luz contra la noche. Dicen que esta generación, “acoge con entusiasmo cada oportunidad que tiene de deprimirse”, y no desaprovecha cualquier oportunidad que se le brinda. Por eso hoy, no se sostiene. Ha amanecido el 1 de enero, entre la bruma, no sólo por culpa de la niebla. La generación bella, del vestido de fiesta y la corbata, apenas puede llegar a casa. No se sostiene. Por culpa del alcohol y de otras sustancias, camina dando tumbos, moviéndose como zombis, en silencio o a gritos, en pequeños corros o inconexas parejas que sostienen un vaso medio lleno entre las manos. Es más que borrachera. Pese  a la mañana fría, hay algunos sentados en un banco, incapaces ya de levantarse, hasta que pase un tiempo. No se sostienen.

Si comieron las uvas, ni se acuerdan de que ha empezado un nuevo año. Amnesia total de lo acontecido en las últimas horas. Para ellos el año comenzará más tarde. Su larga noche de música y de fiesta es un sopor para despertar al día siguiente. Un altísimo porcentaje de juventud, vestida aún de gala, no da razón de sí, ni del lugar en que se encuentra. Es posible que sea pasajero el estado y las frases sin sentido, risas y juerga, con el penúltimo vaso aún en la mano. Salir de Fiesta, incluso simplemente Salir, ya es equivalente a beber. Los jóvenes son cada vez más débiles y vulnerables a los efectos nocivos del alcohol.

Los padres y abuelos que contemplan este espectáculo, cada vez más días y más noches en el año, no le ven sentido. “Nunca hasta ahora ha sido el mundo un lugar tan bueno  para vivir” (Matt Ridley). Muchos no son muy conscientes. El negocio del ocio manipula a los más débiles. Hasta es posible que destruya el futuro de muchos jóvenes, sin saberlo (ni ellos - ni ellas). Es una pena, porque son muy valiosos. Los buitres sólo ven negocio entre vapores. La copa con alcohol es más barata que un refresco. La barra libre hasta cierta hora, engancha incluso a los menores.

Es 1 de enero. He recorrido la ciudad, contemplando el espectáculo. En la calle, pasadas las 10 de la mañana coinciden jóvenes de traje y vestidos de gala, en corros o dispersos, con los adultos madrugadores en busca del café y los churros. La sorpresa es mutua y mayúscula. ¡No suelen coincidir!  Hoy, flota en el aire el recuerdo de la tragedia del Madrid Arena. Comentan los adultos, que podía haber sucedido en cualquier ciudad a la vista del espectáculo que los jóvenes ofrecen.

 ¿Dónde está el remedio? ¿Hay que cerrar los ojos, a las fiestas, macrofiestas, botellones y demás desmadres autorizados? ¿No se inician en ello cada vez más jóvenes, y no participan en ellas cada vez más entrados en años? ¿Pasa por ahí el camino del futuro? ¿Ninguna autoridad ve lo que todos ven? ¿No tienen hijos los políticos, o no sienten lo que otros padres sienten? ¿Tendremos que sostener a quien no se sostiene ni en política ni en la calle?

Cierto que algunos ya reclaman una ley contra el consumo de alcohol en menores, tras el éxito de la ley antitabaco. Pero no están muy convencidos de la eficacia de una normativa “garantista” del acceso al consumo de alcohol en los menores.  Hay demasiados implicados: padres, docentes, políticos, jueces, comerciantes, policías, etc. Cuanto más tarde la sociedad en tomar conciencia del problema y medidas acordes, más se habrá destruido la juventud. Dejar el tabaco, como el vicio del alcohol, siempre pasará por la voluntad personal.  Habrá que reforzarla, porque ellos son la esperanza de futuro. Como dice, Amin Maalouf: "más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación".  O como dice Rosetta  Forner, en su columna “que no te la den con queso”, “La chispa de la vida está en ti, no en una botella”.

Basta con entrar en Tuenti, para ver las fotos, que ellos cuelgan en la red después de esas locas ”noches”. Podría dar una idea de que tanto los padres como los hijos están desorientados y expectantes. No se debería seguir infravalorando los riesgos, como señala Daniel Hermens, autor de un estudio sobre las consecuencias que el abuso de bebidas tiene en el cerebro. Señala el doctor de la Universidad de Sídney que, los daños funcionales afectan a la contracción, a la materia del mismo y a las habilidades cognitivas del hipocampo. “Cuando las toxicidad del alcohol se detiene en el cerebro del joven, se experimenta un apagón”. Ya no es consciente. Si el hecho se repite con frecuencia pueden causar daños graves a su cerebro. Incluso podría generar una predisposición genética al abuso de la bebida, cada vez más difícil de controlar y corregir.

Además de los daños cerebrales, la cirrosis tampoco suele aparecer de forma casual. Los jóvenes, ellas y ellos, beben “como agujeros”, según la expresión francesa.  Serán NiNis, pero no se privan. "Beber, colocarse de varias maneras para poder divertirse, o encontrarle algún sentido a la vida, no es vivir, sino jugar a la ruleta rusa con la muerte. Si a los 13 o a los 15 años uno no es capaz de reír, disfrutar, soñar y tener alas en el alma ¿cuándo las tendrá?" (Rosetta Forner).

 ¿Tendremos un feliz año sin que nadie mueva un dedo para cambiar esta situación? Debería empezar a preocuparnos.

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