LOS INTERESES DE LOS PRÉSTAMOS
BANCARIOS
Cualquier
persona que haya tenido que devolver un préstamo sabe lo que significan los
intereses a la hora de pagarlo. Uno recibido, por ejemplo, al 7% supondría
tener que devolver casi el doble del capital recibido al cabo de diez años.
Tanto es el
peso de lo intereses que llevan consigo los préstamos que durante mucho tiempo
se consideró que cobrarlos por encima de unos niveles determinados más o menos
razonables se consideraba no solo un delito de usura sino una acción inmoral, o
incluso un pecado grave que condenaría para siempre a quien lo cometiera.
Hoy día, sin
embargo, casi todos los gobiernos han eliminado esa figura delictiva y a todo
el mundo le parece natural que se cobren intereses legales de hasta un 30%
(esto es lo que cobran en estos momentos los bancos españoles a los clientes
que sobrepasen su línea de crédito) o que haya naciones hundidas en la miseria
no exactamente por lo que deben sino por la cuantía de los intereses que han de
pagar.
Los países
de la Unión Europea renunciaron a tener un banco central que los financiara
cuando necesitasen dinero y entonces tienen que recurrir a la banca privada en
esas circunstancias. En consecuencia, en lugar de financiarse al 0%, o a un interés
mínimo que simplemente cubra los gastos de administrar la política monetaria,
tienen que hacerlo al 4, 5, 6 o incluso al 15% en algunas ocasiones. Y eso hace
que cada año los bancos privados reciban entre 300.000 millones y 400.000
millones de euros en forma de intereses (¿tengo, entonces, que explicar quién
estuvo y por qué detrás de la decisión de que el Banco Central Europeo no
financiara a los gobiernos?).
Los
economistas franceses Jacques Holbecq y Philippe Derudder han demostrado que
Francia ha tenido que pagar 1,1 billones de euros en intereses desde 1980
(cuando el banco central dejó de financiar al gobierno) a 2006 para hacer
frente a la deuda de 229.000 millones existente en ese primer año (Jacques
Holbecq y Philippe Derudder, La dette publique, une affaire rentable: A qui
profite le système?, Ed. Yves Michel, París, 2009). Es decir, que si Francia
hubiera sido financiada por un banco central sin pagar intereses se habría
ahorrado 914.000 millones de euros y su deuda pública sería hoy insignificante.
En España ha
ocurrido lo mismo. Nosotros hemos pagado ya, a cuenta de los intereses (227.000
millones en total desde entonces), tres veces la deuda que teníamos en 2000 y a
pesar de ello ahora seguimos debiendo todavía el doble de lo que debíamos en
ese año (Yves Julien y Jérôme Duval, España: ¿Cuántas veces tendremos que pagar
una deuda que no es nuestra?). Eduardo Garzón ha calculado que si un autentico
banco central hubiese financiado los déficits de España desde 1989 a 2011 al
1%, la deuda ahora sería también insignificante, del 14% del PIB y no de casi
el 90% (Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara
intereses de deuda pública).
Y lo curioso
es que estos intereses que cobran los bancos a las personas, a las empresas o a
los gobiernos y que lastran continuamente su capacidad de crear riqueza no
tienen justificación alguna.
Se podría
entender que alguien cobrase un determinado interés cuando concediese un
préstamo a otro sujeto si al hacerlo renunciase a algo. Si yo le presto a Pepe
300 euros y eso me impide, por ejemplo, pasar un fin de semana de vacaciones
con mi familia podría quizá justificarse que yo le cobrase un interés por la
renuncia que hago a mi disfrute. Pero es que eso no es lo que sucede cuando un
banco presta.
Lo que la
mayoría de la gente no sabe, porque los banqueros se encargan de disimularlo y
de que no se hable de ello, es que cuando los bancos prestan no están
renunciando a algo porque, como decía el Premio Nobel de Economía Maurice
Allais, el dinero que prestan no existe previamente sino que lo crean ex
nihilo, es decir, desde la nada.
El
procedimiento es muy sencillo y lo explicamos Vicenç Navarro y yo en nuestro
libro Los amos del mundo. las armas del terrorismo financiero (p. 57 y
siguientes):
“Supongamos
que Pedro se deja convencer por un banquero y deposita los 100 euros de los que
dispone en un banco, a cambio de recibir un interés del 4% al año. En ese
momento, el banco hace dos anotaciones en su balance, que es el libro en donde
registra sus cuentas:
- Por un
lado, anota que tiene 100 euros como un activo (los activos son los bienes o
los derechos sobre otros que tiene alguien), y más concretamente en concepto de
dinero metálico entregado por Pedro.
- Por otro,
anota que tiene un pasivo (los pasivos son las obligaciones de alguien) de 100
euros, puesto que ese metálico es en realidad de Pedro y tendrá que
devolvérselo en el momento en que lo reclame.
Al hacerse
este depósito tampoco ha cambiado la canti- dad de dinero en la economía. Sigue
habiendo 100 euros, aunque ahora estén físicamente en otro lugar, en la caja
del banco.
Ahora
supongamos que otra persona, Rebeca, necesita 20 euros y veamos qué ocurre en
la economía si Pedro le presta esa cantidad o si es el banco quien lo hace.
Si Pedro
tiene 100 euros y le da 20 en préstamo a Rebeca la cantidad de dinero existente
en la economía sigue siendo la misma: 100 euros, solo que ahora 20 están en el
bolsillo de Rebeca y 80 siguen en el de Pedro. El préstamo entre particulares
no ha alterado la cantidad de dinero total aunque sí produce un efecto
importante: Pedro ha renunciado a poder gastar una parte de su dinero, los 20
euros que le presta a Rebeca.
Pero ¿qué
ocurre si no es Pedro quien le da un préstamo de 20 euros a Rebeca sino el banco?
Rebeca irá
seguramente atemorizada a la sucursal banca- ria preguntándose si el señor
banquero le hará el favor de concedérselo. Pero el banquero no tiene duda:
desde que recibió el depósito de Pedro está pensando que este, con toda
seguridad, no va a retirar la cantidad depositada de un golpe, de modo que si
deja una parte de esos 100 euros depo sitados para atender a sus reembolsos y
encuentra a otra per- sona que desee un crédito puede hacer un buen negocio
siempre que le cobre más del 4%.
Cuando llega
Rebeca a su banco, el banquero se frota las manos y, aunque seguramente le
pondrá pegas para disimular quién hace el favor a quién, le concederá enseguida
el présta- mo deseado de 20 euros a un tipo desde luego superior al 4%,
pongamos que al 7%.
Supongamos
que le pone esa cantidad a su disposición en un depósito a su nombre y que le
entrega unos cheques o una tarjeta con los que puede utilizarlo.
¿Cuánto
dinero hay en la economía en el momento en que se concede dicho crédito?
Como la
inmensa mayoría de la gente piensa que el dinero es simplemente el dinero
legal, contestará que sigue habiendo 100 euros. Pero si entendemos que el
dinero es lo que es, es decir, medios de pago, veremos claramente que hay más:
Pedro puede hacer pagos con su talonario de cheques por valor de 100 euros y
Rebeca puede pagar hasta gastar los 20 euros que le han dado de préstamo. Por
tanto, desde el mismo momento en que se hizo efectivo el préstamo, en la
economía hay 120 euros en medios de pago. No se han crea- do ni monedas ni
billetes (siguen existiendo por valor de 100 euros) pero sí medios de pago que
llamamos dinero bancario por valor de esos 20 euros”.
Así es como
los bancos crean dinero desde la nada cuando dan un préstamo. El banco crea el
dinero en la medida en que crea deuda, pero lo cierto es que esta también se
crea desde la nada: simplemente anotando el banco en el activo de su balance
que los 100 euros que Pedro había depositado ahora se convierten en 80
mantenidos en la caja y 20 en un préstamo concedido a Rebeca y que esta se
obliga a devolver. Si no fuese así, si el dinero que crean los bancos no
naciese de la nada, la cantidad de dinero no podría aumentar, puesto que un
billete o una moneda no pueden reproducirse materialmente a partir de sí
mismos.
Y si sabemos
estas cosas tan simples ya podemos responder a la pregunta del título: ¿qué
justificación tiene que los bancos cobren intereses cuando conceden préstamos y
por qué no deberíamos pagarlos?
La respuesta
es clara: no hay ninguna justificación y no deberíamos pagarlos porque proceden
de dinero creado de la nada. Si los pagamos es solo porque los banqueros tienen
un privilegio desorbitado que nos imponen gracias a su enorme poder.
Una agencia
pública podría crear esos medios de pago sin ánimo de lucro y sin apenas ningún coste, simplemente
controlando que se mantenga la proporción adecuada entre actividad económica y
medios de pago.
Pero cuando
la creación de dinero se convierte en el negocio de la banca, es lógico que
esta lo cree sin cesar, promoviendo la mayor generación de deuda posible. La
banca privada tiende a aumentar así la circulación monetaria sin necesidad,
artificialmente, y sin que al mismo tiempo esté aumentando la circulación de
activos reales (porque esto obviamente no está a su alcance).
Esta es la
razón de que aumente tanto la deuda y no el que vivamos por encima de nuestra
posibilidades o porque se gaste mucho en educación o sanidad, como nos dicen
siempre.
Ya sabemos
entonces lo que hay que hacer para que la economía funcione mucho mejor: acabar
con el privilegio de la banca e impedir que pueda crear dinero desde la nada
aumentando la deuda.
Otro día
explicaré la forma alternativa en que podría funcionar perfectamente el sistema
bancario sin que los banqueros disfruten de este privilegio que nos arruina
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