NO CON MI DINERO
Los buenos
lectores de periódicos habrán podido comprobar la frecuente presencia de
noticias en los últimos días sobre la investigación científica en el País
Vasco. Así, por ejemplo, en un periódico de difusión nacional entrevistaban a
numerosos líderes científicos del País Vasco que, sin excepciones, estaban
encantados de haberse conocido. En otros medios, incluso en este propio diario,
noticias de agencia informaban sobre las inversiones en ciencia que se estaban
produciendo allí. Hace unas semanas he estado dos días allí, invitado por mis
homólogos de Bilbao. Estaban contentos pues muchos de ellos han recibido
bastante dinero en la reciente convocatoria pública de proyectos científicos.
En un
periódico de Bilbao un alto cargo del PNV de Guipúzcoa declaraba que en el País
Vasco los brotes verdes comenzaban a ser realidad. Mientras tanto en las
páginas generales las noticias sobre Andalucía estaban presididas por el 'caso
Malaya' y el asunto de los ERE. Sí, a través de la lectura de los periódicos,
realmente parecía que estábamos en otro mundo. Sin embargo, es conveniente
restregarse los ojos y respirar hondo pues nadie está libre de caer en
cualquiera de las variantes menores del síndrome de Estocolmo. ¿Por qué, ahora,
este entusiasmo sobre la investigación en el País Vasco? ¿Por qué los brotes
verdes del País Vasco no son la misma metáfora vacía que aquellos otros de la
señora ministra de economía de Madrid? Pues porque les han caído sin apenas
esfuerzo millones de euros con el destino de desarrollar la I+D del País Vasco.
¿El motivo? Los votos del PNV para que el Gobierno sacara adelante los
presupuestos generales del Estado y la presencia de una ministra de Innovación
y Ciencia, vasca, en el Consejo de Ministros. La misma ministra que no ha sido
capaz de defender desde su asiento en el Consejo la reducción de la partida
dedicada a la ciencia en los presupuestos generales del Estado. La misma que no
ha tenido ninguna dificultad para librar cuantiosas cantidades de dinero para
investigación en su tierra natal. Ni siquiera se han preocupado esta vez de
disimularlo. Cuando he hablado estos días sobre este asunto con altos cargos de
la gestión biomédica y sanitaria del país, se han limitado a esbozar una pícara
sonrisa. La cuestión viene de largo y no es la primera vez.
Las primeras
transferencias sanitarias a las CCAA, en el País Vasco se llamaron
eufemísticamente, las transferencias del Insalud, porque recibieron más dinero
que nadie por este concepto. Las consecuencias son que hoy, 2011, más de
treinta años después, el País Vasco es la que más dinero recibe por ciudadano
para prestaciones sanitarias. Exactamente 1.623,08, euros frente a los 1.180,09
euros de Andalucía, es decir un 32 % más, según los últimos datos del MSC
publicados por la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. Una
diferencia enorme. Al igual que con la Sanidad hoy las diferencias de estas
inversiones en investigación científica se verán dentro de unos pocos años y
entonces tendremos que ir los andaluces a que nos den teórica sobre la gestión
de la ciencia al igual que hoy lo hacemos con Cataluña.
Pero
entonces ya nadie se acordará que hubo en algún momento una decisión política
que hipotecó a generaciones enteras. Unas nuevas generaciones que tendrán que
soportar la suficiencia de quienes creyeron que lo que tienen les correspondió
por merecimientos históricos.
Como
ciudadano esta situación es humillante y como médico y científico, lamentable.
Un investigador andaluz, un grupo de investigación andaluz tiene hoy que poner
mucho más empeño para conseguir recursos que cualquiera de, por ejemplo, el
País Vasco. Pero lo peor es el futuro. Pocos dudan de que el futuro pasa por el
conocimiento. Las sociedades del futuro serán o sociedades del conocimiento o
sociedades de servicio. Es esta la nueva dialéctica del amo y del esclavo. Si
Andalucía no es capaz de cambiar su modelo productivo seguiremos siendo los
criados del norte. No es esta la sociedad que quiero dejar a mis hijos.
Hemos
criticado desde aquí en numerosas ocasiones determinados aspectos de la
política científica en Andalucía, pero tengo también que reconocer ahora el
enorme esfuerzo que desde las admiraciones públicas andaluzas se ha hecho por
incrementar la investigación. No reduciendo, por ejemplo, en estas últimas
convocatorias los presupuestos de educación y de investigación.
Pero este
esfuerzo se queda en agua de borrajas al lado de lo que con toda la prudencia
necesaria podríamos calificar como pelotazo científico, arriba contado, tal
como hace treinta años se hizo con el sanitario. Un esfuerzo autonómico andaluz
que tampoco es suficiente para neutralizar la deriva de la señora Garmendia,
que ha terminado generando una política científica lamentable en la que, como
dice Pere Puigdomnénech, para justificar la reducción del presupuesto ha
aumentado la presión sobre los grupos de investigación tanto como han
disminuido los fondos dedicados a este fin. Y esta presión, una vez más a quien
perjudica es a los grupos andaluces cuya infraestructura es más precaria que la
de comunidades como Madrid, Cataluña o, ahora, el País Vasco. Quiero llegar a
una rápida conclusión. Hay cosas que a los treinta y cinco años del final de la
dictadura y cercano, dicen, el final de ETA no se pueden seguir manteniendo.
Hay que
impedir que un pequeño partido nacionalista con un puñado de votos tenga más
peso político que otro de ámbito estatal con muchos más votos, lo que exige
cambiar la ley electoral, como hay que acabar con los fueros y derechos
históricos de algunas comunidades, pues históricos son también los derechos y
los agravios de todos.
Parece
llegada la hora de que desaparezca aquel injusto pacto con los territorios así
mismos llamados históricos, que tal vez estuviera justificado en un momento
para evitar males mayores, pero que, profundamente antidemocrático, solo es un
instrumento para el nepotismo y el chantaje político. Es posible que algunos
crean que el precio político de esta ruptura sería insostenible. Tal vez nos
llevaríamos una sorpresa pero, en todo caso, cuando uno ve que se presume con
el dinero de los otros de brotes verdes, a algunos no nos importaría correr
ciertos riesgos. Y desde luego ez da nire diruarekin (no con mi dinero:
traducción del Google).
FUENTE:
DIARIO SUR
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