CONTRA EL PARO
La lucha
contra el paro no es técnica sino política.
Es así
porque el paro no constituye un problema para todo el mundo. Lo es para quienes
no encuentran trabajo remunerado en los mercados. Pero, curiosamente, lo que
supone un grave problema para los grandes empresarios no es el paro sino el
pleno empleo.
Es así
porque, cuando se alcanza, los trabajadores son fuertes y están en condiciones
de negociar con éxito las condiciones laborales, es decir de hacer frente al
poder del que depende el bienestar y el beneficio de unos y otros. Aunque
cueste creerlo, es por ello que a los capitalistas les interesa que haya
niveles de paro elevados, pues así (aunque en conjunto ganen menos) tendrán en
su mano el poder que necesitan para controlar a la fuerza de trabajo y su
retribución.
Eso es
especialmente necesario cuando los empresarios no están dispuestos a competir a
través de la calidad o la innovación, como desgraciadamente ocurre con la mayor
parte de la clase empresarial española. Entonces tienen que recurrir
necesariamente a reducir salarios aunque es evidente que esa estrategia,
empobrecedora, deben revestirla de algún modo para que sea fácilmente aceptable
por la población trabajadora y por la sociedad en general.
El discurso
que les permite eso es muy antiguo y consiste en afirmar que los salarios son
uno de los costes principales de las empresas y que si éstos son elevados no
podrán crear empleos. Así que si se quiere que los haya, habrá que aceptar que
los salarios sean más bajos.
Por
añadidura, se afirma que si los salarios son elevados, las empresas no tendrán
más remedio que subir los precios, de modo que se producirá un peligroso
proceso inflacionario que siempre hay que evitar. Y la conclusión será que
deben establecerse normas que garanticen, por un lado, que los empresarios
puedan reducir costes laborales constantemente, y, por otro, que todas las
políticas del estado (y la fiscal y la monetaria, principalmente) deben
dirigirse a combatir la inflación. Lo cual, dicen, se consigue reduciendo
gastos, elaborando normas que flexibilicen los mercados y no permitiendo que
los tipos de interés sean bajos.
Repetidas
hasta la saciedad, estas ideas convencen pero la realidad es que son falsas
porque se sostienen en un principio que carece de fundamento.
Parten,
efectivamente, de una idea liberal del siglo diecinueve que afirma que el nivel
de empleo solo depende de lo que ocurra en el mercado de trabajo. Si hay paro,
dirán, es porque hay exceso de oferta de trabajo. Pero si los salarios bajan,
entonces los empresarios contratarán a más trabajadores y desaparecerá el paro.
Si éste existe será entonces “paro voluntario”, es decir, producido solo porque
los trabajadores no quieren aceptar salarios más bajos.
Desde hace muchos
años sabemos que esas ideas son falsas (incluso matemáticamente insostenibles)
y que en realidad solo producen incrementos del beneficio empresarial. Podría
ser que fuesen aceptables para una empresa en particular pero, a nivel de toda
la economía, el nivel de empleo depende no solo de lo que ocurra en el mercado
laboral sino, sobre todo, en el mercado de bienes y servicios. Por muy bajos
que sean los salarios, si las empresas
no tienen clientes (demanda) no contratarán a nadie. Y la mayor parte de la
demanda la componen los salarios.
Aplicando
estas ideas a la situación española deduciríamos que para combatir el paro son
imprescindibles dos cosas. La primera, limitar el poder político de las grandes
empresas que imponen su voluntad (su preferencia distributiva) al resto de la
sociedad. Es decir, las que, para ganar más, en realidad están empeñadas en
crear escasez artificialmente, escasez de actividad productiva que realmente
satisfaga necesidades reales y escasez de empleo estable y de calidad. La segunda,
garantizar demanda suficiente a las empresas que de verdad pueden crear empleo,
que hoy día son las pequeñas y medianas que fundamentalmente viven del ingreso
de los trabajadores nacionales.
Por tanto,
lo mejor que se puede hacer para crear empleo en España es elevar los salarios,
cambiando la pauta de distribución de la renta para hacerla no solo más justa
sino más eficiente económicamente.
Ahora bien,
esto no se podrá hacer si no se abordan otras dos cuestiones (para lo cual
también se necesita anular el poder político de los grandes grupos
oligárquicos). La primera, sustituir las actividades productivas que vienen
actuando como motores insostenibles de la economía por otras que utilicen los recursos de otro modo
y permitan consumir de forma más satisfactoria, equilibrada y humana. La
segunda, controlar el dinero y las fuentes de financiación para ponerlas al
servicio de la sociedad.
FUENTE:
PERIÓDICO 15 M
No hay comentarios:
Publicar un comentario