EL CATALANISMO INDEPENDENTISTA. SALVADOR PÉREZ BUENO


EL CATALANISMO INDEPENDENTISTA
La deriva soberanista del nacionalismo catalán en plena crisis económica es el envite más desestabilizador que sufre hoy la democracia española.

Dice Manuel Álvarez Tardío, profesor de Historia, que "el catalanismo no fue nunca un proyecto de modernización y democratización para una nueva España, sino una coartada en una competición entre elites por el poder". Y como la economía no está al margen de las relaciones de poder, detrás de ello está el interés económico, muy en línea con el dicho popular de que para el catalán lo importante es la "pela".
       
                                     
El desarrollo capitalista en España propició la acumulación de capital en las zonas industriales de Cataluña y del País Vasco al amparo del proteccionismo industrial exigido por sus élites y de la privilegiada atención del Estado en los programas de inversiones públicas. El Sur quedó relegado a un vagón de enganche al tren del desarrollo que tenía que mover la locomotora del Norte.

Paradójicamente, los nacionalismos del Norte han recubierto sus insaciables exigencias de privilegios bajo una queja continuada que todo el mundo reconoce en el victimismo catalán.

La democracia española de hoy reconoció esta posición privilegiada de vascos y catalanes desde la misma Constitución de 1978. En lo político-institucional reconociendo el fácil acceso a un marco privilegiado de autogobierno, que desde Andalucía se quebró, no sin grandes dificultades, generalizándose a todas las regiones y nacionalidades de España. Esto último dio lugar a la queja de los nacionalismos del Norte en forma de denuncia del "café para todos", ya que impedía subrayar sus diferencias y cuestionaba su desarrollo privilegiado. En lo económico, el País Vasco obtenía el privilegio fiscal de los conciertos económicos forales, mientras que Cataluña, rechazando en el proceso constituyente lo anterior, exigió un traje a su mediada en el sistema general de la Lofca (Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas). Todos los cambios posteriores en la Lofca, han sido pactados con los nacionalistas catalanes, y desde los intereses de éstos.

A todo lo anterior hay que añadir que el diseño de partidos propiciado por la Ley Electoral configuraba el bipartidismo español al amparo del poder moderador de los nacionalismos del Norte, de tal manera que de no existir mayorías absolutas, la estabilidad parlamentaria depende de los nacionalismos vasco o catalán. Lo que a su vez obliga a los dos partidos de gobierno, para favorecer sus aspiraciones de acceso al poder o para mantenerse en él, a hacer continuas concesiones a aquéllos. No ha existido un partido de ámbito estatal que haya podido escapar a ello, ni tampoco fue posible un poder compensatorio en el sur, como representó el andalucismo, favorecedor de la solidaridad y de la cohesión territorial.

Así las cosas han funcionado hasta la llegada de la crisis económica. Esta crisis se produce mientras el lento proceso de construcción europea muestra descarnadamente su deficiente arquitectura política e institucional. De tal manera que parece evidente que hacer frente a la crisis exige, entre otras cosas, más Europa, o lo que es lo mismo, más cesión de soberanía de los Estados de la Unión. Pero en este proceso de integración europea ¿dónde van a quedar las élites nacionalistas del Norte de España? ¿De qué manera van a poder proteger sus intereses ejerciendo su poder especifico diferenciado?

Quizás nuevamente haya que recurrir al profesor Álvarez Tardío, quien afirma que "el remedio empieza por tomar conciencia de que el catalanismo, como el resto de nuestros nacionalismos, no se alimentan de una España reaccionaria y centralista que ahogue el derecho a la diferencia, sino el miedo a una sociedad cada vez más abierta y competitiva."

A todo ello hay que añadir que la crisis económica no viaja en solitario. Junto a ella corre en paralelo una crisis institucional y política tras la que se está destapando una descomunal corrupción que ha puesto en evidencia la evolución del sistema de partidos políticos en España. Éste ha derivado en una "élite extractiva" en la terminología de César Molina con diferentes expresiones territoriales. Esta "élite extractiva" en Cataluña, la del 3% que decía Maragall, cree que un Estado independiente catalán seria más manejable, en orden a evitar otros controles y responder ante la Justicia.

Los que dicen que el sistema surgido de la Transición está agotado llevan toda la razón del mundo. Por ello hace falta una nueva Transición en el sentido de una refundación de la democracia que cierre una estructura del Estado democrático y alumbre reglas institucionales y políticas de transparencia y calidad democrática.

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