EL DERECHO A DECIDIR
¿Hay algún
punto de unión entre la conducta del extesorero del PP que guardaba 22 millones
de euros en una cuenta secreta en Suiza con la del gracioso Iñaki Urdangarín
que se reía de todos nosotros? ¿Y hay algún punto de unión entre estas
conductas y la declaración de soberanía del Parlament de Catalunya y los
políticos que la han promovido? Pues sí, lo hay, y se trata de la asombrosa
irresponsabilidad que demuestran todos los protagonistas de estos hechos.
Porque tanto el extesorero del PP como Urdangarín, lo mismo que Artur Mas y
Oriol Junqueras (junto con la izquierda hare-krisha de Joan Herrera y la
izquierda caótica de la CUT), han actuado de una forma tan egoísta y tan
vergonzosa que demuestra que les importa un pimiento todo lo que nos pase a los
demás.
Ya sé que los partidarios de la soberanía catalana se revisten de
ideales y de motivos románticos y patrióticos, y en algunos casos son personas
decentes que actúan con gran honestidad. Sí, de acuerdo, pero la propuesta en
sí misma, en este momento de crisis y desmoralización y ruina económica, es una
carga explosiva que sólo puede entorpecer la recuperación económica y la
reconstrucción moral de una sociedad maltrecha. Y esa carga es tan peligrosa como
la codicia desvergonzada de Bárcenas y de Urdangarín, o de los directivos de
las cajas de ahorros que se concedieron jubilaciones gigantescas antes de que
sus cajas fuesen intervenidas por el Estado con el dinero de todos.
Que una
cierta izquierda esté defendiendo la independencia de Cataluña es un hecho
asombroso que en cualquier país europeo resultaría inconcebible, aunque en
nuestro país no hay ningún hecho asombroso que la realidad no se encargue cada
día de demostrar como posible. ¿Podemos imaginar a la izquierda italiana aliada
con la pequeña burguesía histérica de la Liga Norte al grito de "¡Nápoles
nos roba!"? No, eso sería imposible, pero en Cataluña hay una izquierda
dispuesta a saltarse todos los mandamientos de la solidaridad territorial al grito
de "¡Espanya ens roba!". Ése es el mismo grito que agita al pequeño
burgués bávaro que se opone a las ayudas a los países del sur de Europa, pero
ningún dirigente de la izquierda catalana de Iniciativa o de la CUT „o de los
sectores más nacionalistas del PSC„ parece haberse dado cuenta. Y además, no se
puede gritar a favor de Europa „es decir, a favor de un proyecto común cuya
meta es fundir todas las identidades y todas las fronteras en una misma
identidad europea„ al mismo tiempo que se grita a favor de instaurar una nueva
identidad nacional e imponer unas nuevas fronteras. Ahí hay una contradicción
insalvable que alguien debería explicar. El proyecto catalanista, desde Cambó a
Macià, fue siempre europeo, pero el proyecto soberanista de Mas y Junqueras va
contra la idea misma de Europa.
Ya sé que
mucha gente no quiere oír hablar de esto, porque su fe nacionalista es tan sólo
una mínima variante de la fe religiosa, así que en estos temas no admite ni la
más mínima herejía o tibieza o contradicción. Y que conste que lo mismo digo de
la fe incuestionable en España. Pero los que no profesamos ninguna fe tenemos
el derecho de señalar las contradicciones o las mentiras de quienes se hacen
pasar por los representantes de la fe verdadera. Y una de las contradicciones
de esta nueva fe es que la apuesta por una Cataluña independiente no viene
dictada por un imperioso sentimiento nacional, sino que es la atropellada huida
hacia delante de una clase política corrupta que quiere hacer olvidar como sea
sus fracasos y quizá también sus delitos. Y para seguir repartiéndose los
beneficios, a esta clase política le interesa engañar a la ciudadanía con la
promesa de que dejará de vivir en un país pobre, triste y desgraciado „como
decía Espriu en un poema célebre„ sólo por el hecho de que ese país se declare
independiente. Y el engaño prosigue cuando se hace creer que un simple decreto
administrativo obrará el milagro de convertir a los parados y los desahuciados
en gente "neta i noble, culta, rica, lliure" (y sigo citando el
Assaig de càntic en el temple).
Siento
incordiar a los felices creyentes en esta clase de fe, pero las cosas no son
así. Es normal que el rentista o el pequeño empresario „el botiguer de toda la
vida„ sueñe con la independencia catalana. Pero por favor, que la izquierda
deje de hacer el ridículo defendiendo los intereses de los rentistas.
MÁLAGA HOY
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