HUGO CHÁVEZ EN MI RECUERDO
“Los que mueren por la vida no merecen
llamarse muertos” (canción de Alí Primera)
Aunque se
veía venir, he sentido una profunda tristeza al conocer la muerte del
presidente Chávez. Tuve la oportunidad de trabajar en su despacho como miembro
de la Fundación CEPS y compartí con él algunos momentos intensos y que
perdurarán siempre en mi memoria. Lo recordaré como una persona serena,
comprometida con su pueblo, incansable hasta la extenuación (¿cuándo dormía ese
hombre?, me pregunté siempre), muy cariñoso y atento con sus interlocutores. No
le perdonarán nunca que diera voz a los millones de personas que no la tenían,
que permitiera que su pueblo disfrutase del dinero del petróleo que antes iba a
los privilegiados. No le perdonarán que ganase una elección tras otra y sin que
en ninguna se pudieran descubrir irregularidades de las que incluso hay en los
países que alardean de democracias asentadas. No le perdonarán, en suma, que no
aceptase -como le ofrecieron muchas veces- obedecer al Imperio, ser sumiso y someterse
a los intereses de sus multinacionales.
Pude
comprobar en Venezuela cómo lo querían las gentes sencillas. En una ocasión un
abuelo muy mayor me dijo en uno de los barrios más pobres de Caracas: “Gracias
al comandante ya puedo reír”. Le habían arreglado los dientes y eso para él era
ser otra persona. Conocí a muchas otras que habían empezado a ver gracias a las
operaciones de cataratas que se realizaban en Cuba a través de las Misiones,
las mismas que permitían a las madres llevar a sus hijos al médico. Una simple
consulta que evitaba el sufrimiento de verlos enfermos sin poder recurrir a
nadie, como antes les pasaba. El propio Chávez me comentó una noche en su
despacho que habían puesto en marcha unos quirófanos ambulantes que en una
semana hacían las operaciones de pequeña envergadura que antes se hacían en
siete años a personas sin medios económicos. El empoderamiento que sentían los
millones de personas que con la revolución empezaron a disfrutar de todo ello,
por no hablar de las escuelas, de las universidades… es lo que no han sabido
tener presente quienes nunca han entendido el gran apoyo electoral de Chávez.
El proceso
que él ha liderado no está exento de errores, de limitaciones. Claro que los
hay. Pero lo éxitos están ahí, en la disminución de la pobreza, en los
servicios y el poder que se han puesto a disposición de la gente sencilla que
no tenía nada, ni siquiera “cédula” que los identificase como simples
ciudadanos. Y eso teniendo en cuenta que no ha habido ni un minuto de respiro.
La oposición no paró nunca de enfrentarse al gobierno y a Chávez personalmente
con un odio que cuando lo viví allí me parecía terrible e inhumano. No creo que
ningún otro país haya sufrido una huelga como la petrolera, un auténtico golpe
de estado empresarial que trató de paralizar al país y acabar con el gobierno.
Por no hablar del golpe de Carmona que apoyaron los gobiernos de las grandes
“democracias”, como los de Estados Unidos o de España.
Me vienen
ahora a la memoria los momentos en los que estuve con él y me emociono.
Recuerdo los correos de amigas y amigos venezolanos que de vez en cuando me
escribían simplemente para decirme que Chávez acababa de recomendar mi manual o
alguno de mis libros en algún programa de televisión o en algún mitin o
conferencia. Recuerdo el pánico que sentí cuando me encargó la primera tarea
(quería saber mi opinión sobre las medidas de emergencia económica que deberían
estar previstas y adoptarse inmediatamente si se daba otro sabotaje o golpe) o
el examen tan detallado que me hizo sobre España mientras nos acercábamos a
Barajas en uno de los viajes en los que fui en su comitiva, y que me dejó
perplejo por lo que él sabía y por las cuestiones que me preguntaba, algunas de
las cuales yo nunca había tenido en cuenta.
He vivido
todas estas semanas de malas noticias sobre su salud con una pena inmensa. No
es fácil hacerse a la idea de la finitud, por muchas veces que se ponga por
delante de nosotros inexorable. Y se vive peor cuando se trata de personas a
las que queremos o admiramos de un modo especial.
El pueblo
venezolano ha tenido una suerte inmensa al contar con una persona como Hugo
Chávez en todos estos años. Ahora, sin embargo, le toca andar más solo. Ojalá
que todos esos millones de personas que salieron de la nada de la mano del
comandante sean capaces de seguir con éxito, haciendo aún mejor las cosas y
sacando adelante a su Patria, a la que tanto amaba Hugo Chávez, una persona
excepcional a la que tuve el honor de conocer y de prestarle mi colaboración
modestísima y de cuyo ejemplo seguiré tratando de aprender, de su amor
extraordinario a las gentes sencillas y de su compromiso con el pueblo. Justo
lo que no le perdonaron nunca, lo que hizo que fuese vilipendiado. Pero
también, lo que hará que no lo olviden nunca las personas humildes de dentro y
fuera de su República Bolivariana.
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