LA BUENA VIDA DE NUESTROS CORRUPTOS. ARTURO CHECA


LA BUENA VIDA DE NUESTROS CORRUPTOS
su nuevo hogar no hay ni rastro de sofás tapizados en tela italiana, ni televisores Bang& Olufsen, ni jarrones chinos. Ni mucho menos de uno de los exponentes más desaforados de su pasión por el lujo hortera: lámparas de huevo de avestruz. Su nuevo hogar se reduce a un catre, una mesa, unas estanterías para colocar ropa y el retrete. Quizás en sus noches de nostalgia Gerardo Díaz Ferrán recuerda las amplias estancias de su chalé de 328 metros cuadrados en la majestuosa calle Arturo Soria de Madrid. O los paseos bajo las estrellas y junto a la piscina en su jardín de 1.300 metros cuadrados. Hoy tiene que conformarse con los 10 metros de su celda y los garbeos por el patio de la prisión.


Pero hasta entre las paredes de la cárcel de Soto del Real hay hueco para los caprichos del expresidente de los empresarios españoles. Su jornal carcelario asciende a 90 euros semanales (ahora se acordará del lingote de oro de un kilo que halló la Policía en su chalé cuando fue arrestado), con los que se ha comprado una maquinilla profesional de afeitar de casi 200 euros y varios botes de gomina –solo usa de la buena–. En la intimidad de una sala vis a vis hasta celebró con su familia a finales de diciembre su 70 cumpleaños.

El arresto y encarcelamiento de Díaz Ferrán por supuesto alzamiento de bienes y blanqueo de dinero en Nueva Rumasa y el Grupo Marsans es solo el último de los episodios de corrupción en España. Perdón. El último ha sido el ‘caso Pallerols’, el turbio asunto de las subvenciones europeas para la formación de parados que fueron destinadas a financiar a Unió y cuyas salpicaduras ha regateado con maestría el diputado Josep Antoni Duran i Lleida. Ah, no... Perdón. El último ha sido el enésimo episodio de Luis Bárcenas, el otrora tesorero del PP, de cuyo nombre en la calle Génova nadie quiere ahora acordarse: al parecer repartía sobres cargados de dinero negro entre los líderes populares mientras mantenía oculta una cuenta con 22 millones de euros en un banco suizo. Bárcenas también está imputado en el ‘caso Gürtel’, red de corrupción política liderada por el también famoso Francisco Correa.

Quedarse con el dinero ajeno parece una práctica irremediablemente ligada al ADN español. Hoy, más de 300 políticos están imputados en investigaciones por presunta corrupción en nuestro país. Y no es un mal de estos tiempos. En la corte de Felipe III, allá por el siglo XVII, ya florecía. Que se lo digan al taimado Duque de Lerma, don Francisco de Sandoval y Rojas. Él protagonizó el primer pelotazo urbanístico de la historia. El astuto duque convenció al Rey para trasladar la corte de Madrid a Valladolid. Antes compró dos palacios... que luego vendió a Su Majestad. El primer crack de la especulación.

Ahora en España hay tanto mangoneo como en Botsuana, por ejemplo –ocupa el número 30 del ranking–. Y no es una afirmación gratuita. Son datos del Índice de Percepción de la Corrupción 2012 presentado por Transparencia Internacional, una ONG que anualmente analiza este problema en 176 países en función de la percepción de los ciudadanos, especialistas y colectivos consultados por organismos internacionales. Los más íntegros son los daneses y los finlandeses.

Hoy suenan Díaz Ferrán, Juan Antonio Roca –por cierto, los únicos que siguen en prisión–, Julián Muñoz, Francisco Correa, Álvaro Pérez ‘El Bigotes’, José Luis Baltar... Pero allá por los finales de los 80 y comienzos de los 90, con la democracia en plena ebullición, surgieron los primeros ‘figuras’ de la corrupción. Tipos como Luis Roldán, el empresario Javier de la Rosa, el ‘hermanísimo’ Juan Guerra, el juez Luis Pascual Estevill, el banquero Mario Conde o la trama de financiación ilegal del PSOE, conocida como ‘caso Filesa’, llenaron entonces kilómetros de páginas de periódico. ¿Qué fue de ellos? ¿Cuántos cumplieron realmente la pena por sus delitos? «Es escandaloso y excesivo que se tarden 20 años en instruir un asunto. Es algo inasumible en un estado de derecho y lucho por solucionarlo», ha afirmado el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, en relación a la interminable investigación del caso Pallerols, cuyos implicados han eludido la cárcel gracias a un acuerdo con la Fiscalía.

Decir corrupción es decir Luis Roldán (Zaragoza, 1943). En la memoria colectiva están las imágenes de su enriquecimiento como director general de la Guardia Civil con dinero destinado a los huérfanos y cuarteles de la Benemérita, su rocambolesca fuga a Tailandia y el punto surrealista que ya le concedió a toda la historia el espía Francisco Paesa, implicado en la trama, dado por muerto primero y avistado luego en sitios tan dispares como París o Sierra Leona. No se puede decir que Roldán no cumpliera su pena, pues hasta quedar libre en 2010 purgó uno a uno los 15 años de cárcel. Otra cosa es el dinero que trincó.

El prófugo más buscado
«Él siempre niega que tocara ningún dinero. Dice que se lo llevó Paesa. Y de ahí no lo sacas», sostiene Ramón Campo, periodista del ‘Heraldo de Aragón’ que ha entrevistado varias veces a Roldán. El Estado recaudó algo más de un millón de euros entre los embargos al acusado. Pero otros 10 millones se han evaporado. El que una vez fuera el prófugo más buscado de España no se esconde para nada hoy en Zaragoza. «Esta ciudad permite que convivan en ella el alcalde que un día salió corriendo a buscarlo a Laos (Juan Alberto Belloch), el propio Roldán y hasta el exgeneral de la Guardia Civil Rodríguez Galindo (condenado a 75 años de cárcel por los GAL)», ironiza Ramón Campo.

Jubilado, Roldán vive en el cogollito de la ciudad, en la misma casa en la que creció de niño, propiedad de su madre. No está solo. Comparte su vida con una cincuentona rusa «muy elegante» a la que conoció en un chat. En 2007 se casaron en el juzgado. Nadie se enteró. Va a comprar el pan, saca dinero del banco (siempre ha dicho ser insolvente), viaja en autobús, pasea por un parque cercano de la mano de su amada y más de una vez se ha dejado ver por el estadio de la Romareda o en conciertos de música clásica. «Hace vida como un ciudadano normal. Nadie le increpa ni le achaca nada», precisa RamónCampo. La corrupción acaba pasando página. El viernes por la tarde sale por la puerta de su casa como cualquier zaragozano. Va a tomar un cafelito.

–¿Se arrepiente de lo que hizo?
–Yo he cumplido por lo que ocurrió. He pagado mi pena, 15 años en la cárcel, no como otros. La Justicia no es igual para todos...

Corrupción y política quedaron ligadas por primera vez con el ‘caso Naseiro’. Hijo de labradores, sin estudios pero con una gran brillantez para las relaciones sociales, Rosendo Naseiro (Villalba, Lugo, 1935) puso nombre al caso de financiación ilegal del PP que en 1989 enfureció a Manuel Fraga (nacido en el mismo pueblo) e hizo tambalearse al entonces bisoño presidente del partido, José María Aznar. El tesorero no estuvo ni una semana en prisión y el caso quedó finalmente en agua de borrajas al anularse las escuchas telefónicas que le delataban.

Naseiro vive hoy en el distrito de Relatores de Madrid. Los que le conocen dicen que aún le duele una fecha:el 11 de octubre de 2001, cuando su mujer, Olga Rodríguez, murió en un accidente de tráfico en Lugo. Se refugia en su gran pasión. El arte. No es un simple aficionado. Los expertos lo consideran propietario de la colección de bodegones del siglo XVII más importante del mundo. Su conocimiento es tal que en ese mundillo existe un cliché sobre la calidad o autenticidad de una de las obras: ‘Si Rosendo dice que es bueno, es bueno’. Su secreto lo explica el especialista en arte Carlos García Osuna: «Naseiro pudo comprar en los años 70 cuadros por cuatro o cinco millones de pesetas que hoy se tasan hasta en un millón de euros».

Si unos 300 políticos están hoy imputados por robar, el saldo de condenados en tres décadas es más bien exiguo. Solo cinco altos cargos han ingresado en prisión por condena: Luis Roldán, Gabriel Urralburu (expresidente de Navarra), Antonio Aragón (consejero de Urralburu) Rafael Vera y José Barrionuevo (ambos por apropiarse de fondos reservados).

¿Por qué hay tanta corrupción en España? Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del Comité de Dirección de Transparencia Internacional, lo matiza:«Hay mucha, aunque comparativamente todavía estamos entre los que aprueban el examen. Pero no tenemos buenos mecanismos de transparencia y de rendición de cuentas de nuestros gobernantes; tenemos una Administración muy politizada, un sistema judicial muy lento e ineficiente y unos partidos políticos demasiado dependientes aún del clientelismo y la opacidad».

El vermú de De la Rosa
El expresidente de Cantabria Juan Hormaechea (Santander, 1939) tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer mandatario autonómico condenado. Tres años de prisión por pagar con fondos públicos anuncios en los que denigraba a sus adversarios políticos. El Gobierno lo indultó y nunca pisó la cárcel. En su tierra, donde sigue viviendo con su mujer (asturiana) y ligado a sus dos hijos, muchos creen todavía que el exlíder de Unión para el Progreso de Cantabria cayó en desgracia al enfrentarse a figuras prominentes del PP como Aznar.

Hormaechea es un ciudadano admirado en Cantabria. Tiene plazas y calles a su nombre y hasta un campo de fútbol en el barrio de Albericia. No falta en fiestas de postín, como la que organizó el pasado verano en Santander Juan Antonio Pérez Limón, el multimillonario asturiano afincado en México, y en la que coincidió con Carmen Martínez Bordiú... o Jaime de Marichalar. Y si en su época política se le calentaba la boca con frases como «me encantan los animales, y si son hembras y con dos patas, mejor» o «Isabel Tocino es una tonta rubia meneando la melena», los años no le han cambiado. En las últimas elecciones autonómicas participó en mítines del fascista Frente Nacional. Y también se despachó a gusto:«Hay anormales que quieren quitar el crucifijo de las aulas... ¡Si hay un moro al que le ofende, pues que se vaya a la morería!».

Eternamente aquejado de problemas de salud, la edad tampoco perdona a Hormaechea. Los rumores llegaron a situarle, enfermo de cáncer, en el mismo centro médico de Houston que trató a Rocío Jurado. Un periódico incluso publicó una información para asegurar que no estaba muerto. Los que lo conocen dicen que hasta su último día seguirá con una fijación: publicar un libro para subrayar que la Historia no le ha juzgado correctamente. Para el catedrático Manuel Villoria, la Justicia terrenal tampoco se aplica siempre con todo el tesón necesario con estos personajes: «Los jueces que tienen que juzgar casos importantes de corrupción tienden a pedir el traslado cuando pueden y evitarse el muerto. Ello refleja la politización también de la Justicia: si un juez quiere hacer carrera, lo mejor es que no se meta con los políticos».

El exsacerdote y expresidente de Navarra Gabriel Urralburu (Ezcároz, 1950) corrió peor suerte en el juzgado y entre los suyos. Él sí ingresó en prisión: le cayeron 11 años en 1998 por el cobro de comisiones ilegales. En 2001 logró el tercer grado, pero le esperaba otra condena: la de su pueblo. «Sufrió muchas increpaciones por la calle. La gente no olvidó lo que hizo», recuerdan en ‘Diario de Navarra’. Urralburu ha puesto tierra de por medio y hoy reside en Madrid, donde trabaja en un bufete de abogados.

Entre los clásicos de la corrupción hay otra figura:Javier de la Rosa (Barcelona, 1947), el cerebro del ‘caso KIO’ (en el que se apropió de 375 millones del grupo petrolero kuwaití) y la fraudulenta descapitalización de Grand Tibidabo, que arruinó a 8.000 pequeños accionistas. Su foto comiéndose un bocata de chorizo en la cárcel Modelo de Barcelona dio la vuelta a España. Él se aferró al clavo ardiendo de la insolvencia. Pero hoy no es difícil verlo por la Ciudad Condal en un Smart negro. Él no conduce. Tiene chófer. A menudo lo lleva al restaurante El Caballito Blanco, un local chic en Barcelona en el que suele tomarse un vermú. También se le puede encontrar en su chalé de Cadaqués.

La vida tampoco ha tratado mal al ‘hermanísimo’. Los tejemanejes de Juan Guerra cayeron como una bomba. Sus chanchullos en un despacho oficial de la Delegación del Gobierno en Sevilla le costaron la dimisión a Alfonso Guerra. Y poco más... No cumplió los dos años de prisión por defraudar más de 40 millones de pesetas (253.000 euros) entre 1988 y 1989 ni pagó la multa de casi 60 millones (356.000 euros). Y Hacienda ha dado por «incobrable» la deuda al declararse, cómo no, insolvente. La venta de un piso embargado en Sevilla le llevó el año pasado de nuevo ante los tribunales, pero se le absolvió al tratarse de un error del comprador.

El ‘hermanísimo’ vivió en la urbanización Roche de Conil de la Frontera (Cádiz) hasta que su segunda mujer, Mercedes Martínez, murió en un accidente de tráfico. Luego se trasladó a Espartinas (Sevilla), donde dicen que algunos amigos tuvieron que prestarle ayuda económica. Luego, se esfumó. «No sé dónde anda ni en qué trabaja», es la frase más repetida en su antiguo entorno.

Hablar de corrupción sin mentar a Mario Conde (Tuy, Pontevedra, 1948) es dejar la mesa coja. Tras cinco años entre rejas, su cruzada ahora es la política. A diario empuña un iPad y es muy activo en redes sociales como Twitter. Encabeza Sociedad Civil y Democrática, que pasó con mucha pena y poca gloria por las últimas elecciones gallegas: 23.576 votos (ni los 79.000 que le siguen en Twitter) y ni un escaño. Pero demuestra que es un as de los negocios: ha vuelto a hacer dinero con empresas aceiteras en Sevilla. Dicen que solo en fincas agrícolas tiene un patrimonio de 500 millones.

Otro que amasó una gran fortuna es el capo de la trama de corrupción del ‘caso Malaya’. Su vida no ha podido ir más que a peor. Lógico teniendo en cuenta que la Policía sospecha que Juan AntonioRoca amasó una fortuna de 240 millones haciendo y deshaciendo a su antojo los designios urbanísticos de Marbella durante años. Un televisor Sanyo y una biblioteca personal eran los pocos lujos de los que disponía en la cárcel de Albolote (Granada). En Alhaurín de la Torre (Málaga), su casa mientras se celebraba juicio, disfrutaba de una segunda celda como despacho para los documentos del proceso y un ordenador. Eso sí,un en un presidio a reventar de internos. ¿Irán de verdad la corrupción y el tráfico de influencias en nuestro ADN?

FUENTE: EL CORREO

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