LA MUERTE DE CHAVEZ
Confesaré
que conozco mal Venezuela. Al calor de un viaje a Caracas hace cuatro años, leí
mucho sobre la 'revolución bolivariana' y he discutido a menudo con colegas
sobre ella. Estoy obligado, en cualquier caso, a expresar mis opiniones con
prudencia.
Lo primero
que diré es que Chávez ha resultado ser claramente preferible a sus
antecesores. Cuando he departido con detractores del presidente fallecido, ha
sido muy raro que negasen lo anterior. Importa subrayarlo para no perder la
perspectiva o, lo que es lo mismo, para recordar qué era la Venezuela anterior
a Chávez, tanto en el terreno interno como en el de sus sumisiones
internacionales.
Dicho esto,
dejaré claro que a mi entender la llamada 'revolución bolivariana' ha sido un
intento de expansión de un Estado-providencia que ha contribuido a mejorar -no
sabría argumentar si poco o mucho, porque aquí las opiniones divergen- el nivel
de vida de las capas más castigadas de la población. Si alguien dice que no es
poco, lo aceptaré de buen grado; si alguien aduce que no es suficiente, lo
acataré también.
Las cosas
como fueren, y ante lo que era con toda evidencia, también, un proyecto
caudillista y estatalista, creo que quienes postulamos la autogestión y la
democracia desde abajo a duras penas podíamos sentirnos cómodos. En tal
sentido, me parece que muy a menudo la ‘revolución bolviariana’ se ha dejado
llevar por una retórica desbocada que ocultaba que los avances objetivos hacia
una sociedad socialista eran, por decirlo generosamente, limitados.
Por detrás
ha pendido, en fin, el fantasma eterno de la corrupción y de la burocracia.
Venezuela es, en ese terreno, un ejemplo más de lo que ya sabemos: si su papel
en el planeta se ha visto enaltecido en virtud del oro negro que atesoraba su
territorio, ello no ha sido sin contrapartidas internas. Entre ellas las dos
mencionadas, nunca convincentemente encaradas.
Acabo. No
puedo evitar reconocer que las críticas miserables que Chávez recibe en estas
horas de nuestros tertulianos -imagino las de la a menudo montaraz oposición
venezolana- engrandecen su figura. No era, en ningún caso, un dictador. Y fue
víctima frecuente de un racismo descarnado que sólo las gentes biempensantes
piensan ha quedado desterrado de una sociedad como la nuestra.
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