NUESTRO IRREALISMO. EDUARDO JORDÁ


NUESTRO IRREALISMO
Es un poco extraño que algunos de nuestros actores y cineastas estén tan preocupados por la situación de la sanidad o la educación públicas, según quedó demostrado en la última gala de los Goya. Y lo digo porque no recuerdo que ninguno de ellos haya dado vida nunca a un maestro o a un trabajador de la sanidad pública. Si la memoria no me falla, el cine español no ha rodado en los últimos treinta años ni una sola película ambientada en un aula, como sí hacían las admirables Hoy empieza todo, La clase o Profesor Lazhar, por citar películas que tratan de profesores y de alumnos con hondura y densidad emocional. Y que yo sepa, tampoco se ha rodado una sola película española que tenga como protagonistas a médicos o trabajadores de un hospital público, ni mucho menos que muestre sus verdaderas condiciones de trabajo.


En cambio, hemos visto docenas de películas sobre la guerra civil y la posguerra (ahora ya sólo falta, me temo, una de zombies), casi siempre en clave maniquea y engañosa -y lo que es peor, enfática y declamatoria-, pero la realidad de la España actual, la de estos últimos quince o veinte años, apenas ha hecho su aparición en el cine español. ¿Hipotecas? ¿Corrupción? ¿Burbuja financiera? ¿Irresponsabilidad moral de una sociedad civil anestesiada? ¿Indiferencia suicida de una sociedad que miraba para otro lado? Por mucho que haga memoria, no recuerdo ni una sola película que tocara estos temas. Sí, ya sé que ha habido excepciones (Los lunes al sol, por ejemplo), pero la realidad es un personaje que no suele frecuentar nuestro cine. Y cuando hablo de realidad, no me refiero a griterío ideológico ni a sainetes de brocha gorda, sino a ese cosquilleo en la espalda que uno siente al ver una película y reconocer que lo que se le está contando se parece asombrosamente a su propia vida.

Y lo raro es que la ausencia de realidad va contra la tradición de nuestro cine. En casi todas las películas españolas de los años 50, a pesar de la censura franquista, se podía percibir cómo era el mundo que retrataban, y eso que casi siempre estaban obligadas a encubrirlo o maquillarlo. Pero la realidad de la sociedad actual casi nunca aparece en el cine español. Y si lo hace, con sus churretones de grasa y sus piernas llenas de varices, es casi de forma involuntaria, como en Carmina o revienta, quizá el mejor retrato sociológico que se ha filmado en España en estos últimos treinta años, aunque no tengo muy claro que eso fuera lo que pretendía su autor.

FUENTE: MÁLAGA HOY

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