PASO A LOS JÓVENES. POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS.


PASO A LOS JÓVENES

Nadie crea que saldremos de este atolladero sin la juventud. Aunque yo no participe del absurdo mito sobre lo de la generación mejor preparada de la historia -nunca he oído a un profesor sostener eso-, lo cierto es que esta juventud es la que hay y sólo ella puede, si le dejamos, echarse a las espaldas este país y encontrar la salida de esta especie de caótico Madrid Arena en que nos hemos encerrado. Por eso, aunque sólo sea como símbolo, me parece tan oportuno el estímulo anunciado por la ministra Báñez de reducir en un 80% la cotización como autónomos de los menores de treinta años. Un estímulo que al mismo tiempo es un intento, ya casi a la desesperada, de nutrir el anémico espíritu emprendedor de nuestros jóvenes. El único pero que cabe poner a la iniciativa es su limitada duración de seis meses, demasiado poco para que cualquier negocio dé sus primeros pasos. Ahora hace falta que la medida se ejecute pronto, ya, y no quede enfangada en uno de esos estériles debates entre los llamados agentes sociales, que echan directamente al guano la maltratada ilusión de las gentes.


No soy el único en esperar que esta terrible crisis tenga, al menos, dos virtudes: limpiar la vida nacional de la roña acumulada por tanta impostura y falsedad, y obligar a muchos jóvenes, que quizá imaginaban un futuro de cómoda instalación en la estructura podrida, a inventar y seguir un rumbo propio. Los tiempos difíciles han sido siempre semillero de vocaciones heroicas, de individualidades probadas, de nuevas empresas. Nuestros tan denostados años de trasguerra tuvieron también esa cualidad, sin la que no es posible entender el crecimiento posterior. Pero hace falta que la generación que hoy empieza a declinar sepa hacer sitio, apoye y dé alas a los que no carecen de empuje. Y esto se debiera trasladar primeramente al seno de esas familias que quieren tanto a sus hijos que darían un brazo de papá por tener colocado al niño con un sueldecito ridículo pero se aterrorizan ante la sola posibilidad de comprometerse con la idea de negocio, con el sueño de vida esforzada e independiente de un hijo. Friends, family and fools -familia, amigos y locos- son las tres instancias que los anglosajones, que algo saben de esto, señalan como necesarias para los nuevos emprendedores. Pero la locura, en nuestra situación, sería dar la espalda a los jóvenes.


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