A CAMBIAR SE APRENDE, A CAMBIAR SE
EMPIEZA
Cuando yo
estudiaba en Francia, asistí a una conferencia fuera de la Universidad, de un
Profesor convencido que animaba a “Romper los moldes”. Los moldes de la
sociedad actual, decía, son muy rígidos y estrechos. Encasillan. Propician los
prejuicios. No tienen alma. No comprometen. Carecen de utilidad para cambiar.
Hay que romper los moldes, los esquemas, más mentales que sociales. Hay que
atreverse a soñar. El por-venir no llegará por un cauce prefabricado. No hay
que atar la vida a viejas leyes y costumbres. Es justo lo contrario, lo que se
necesita. Caminar y sembrar. Sembrar mientras caminamos. Descubrir la libertad,
generosidad, sinceridad. Salir de la
comodidad de los cauces, de los moldes, para encontrar personas, caminos y
horizontes nuevos.
No es fácil
romper moldes, ni esperar que lo esencial perviva cuando todo se derrumba. Hay
que mirar al horizonte. Siempre al futuro. Hay que aprender a cambiar en la
intemperie, sin nada a que agarrarse.
Sin la red que supone el pasado. Crear es eso. Tal vez sobre el silencio limpio
se alce la esperanza que de aliento a las alas de un mundo nuevo. Del
sacrificio libre y la voluntad noble se alzan las semillas de las pequeñas
ideas y verdades sencillas, de gente responsable.
Cuando todo
el sistema y las instituciones se han sumido en la total hipocresía se han
desmoronado los modelos caducos y vacíos y el decir una cosa y hacer otra. La
sociedad tiene que pagar las consecuencias de que nadie haya respondido de sus
actos. Su gran irresponsabilidad no les sirvió más que para medrar y
enriquecerse. Pero al no mostrar si quiera vergüenza, no piensan cambiar. Se pudrirán con su dinero.
Posiblemente ni la justicia les alcance. Hay que abandonarlos. Han perdido la
credibilidad. No podemos perder el tiempo en más mentiras, ni seguirlos. No son
el futuro.
Hay que abandonar esas pautas. Pueden intentar
un lavado de cara, cambiar algo para seguir igual. Hay tales señales de
descomposición, que hasta ellos mismos
comprenden que no se puede pretender una revolución “desde un hotel de cinco
estrellas”. No podrán tapar los escándalos de apropiación y malversación de los
caudales públicos, o las redes de comisionistas de lucro personal con cargo al
dinero de todos, desde las mismas entrañas de los partidos. La sociedad no es
ciega. No se puede seguir llamando a eso democracia. Los pobres siempre pedirán
justicia. Querrán prolongar su estatus por algún tiempo. Hay que abandonarlos,
que la justicia haga su labor, y mirar hacia adelante. Hay que creer en el
por-venir, pensar en él. Soñarlo diariamente.
Siempre ha
habido valientes. Personas con carisma, que marcan un camino, que se atreven a
romper los moldes. Comprendieron que el mundo cambia cuando damos un paso hacia
la autenticidad. Pueden ocupar posiciones elevadas o no, pero siempre dejan de
actuar mecánicamente, como Gandhi, como Mandela, como la Madre Teresa de
Calcuta, como Vaclav Havel, como Balduino capaz de dimitir por no firmar una
ley injusta, como Gorbachov, como Lech
Walesa, como el Gran duque de Luxemburgo, que archivó una ley para no
refrendarla, como Piñera de Chile, como el Dalai Lama, etc. etc. Son
referentes. Todas estas personas se
atrevieron a romper con el pasado, con la tradición, incluso con el
presente, e imaginar un destino nuevo,
con horizontes de utopía. La gente necesitaba y necesita personas competentes,
coherentes y sinceras, que siembren
esperanza y liberen de la opresión y la amargura a los más pobres.
Todo eso,
conectando con la mejor aspiración del corazón humano, capaz de comprometerse y
hacer posible la respuesta a los problemas urgentes de todos, en alimentación,
salud, educación y cobijo. Que los conciudadanos, aquí y en todas partes, se
sientan como humanos, vivan como tales y
procuren que todos trabajen por ese
sueño o lleguen a esa meta.
Nada es
gratis. El esfuerzo es necesario. Los obstáculos no desaparecen, pero quien
tiene visión, ideas claras y pasión por alcanzar metas cada vez mejores,
encuentra la forma de hacer posible lo que parecía imposible. Como dijo Bernard Lawn, nobel de la Paz en el
1985: “ver los invisibles para hacer los imposibles”. Son más necesarios los poetas que los
analistas. Imaginación más que conocimientos. “Porque te tengo y no, como decía
Mario Benetti, porque te pienso, porque la noche está de ojos abiertos, porque
la noche pasa y digo amor… porque tu siempre existes donde quiera, pero existes
mejor donde te quiero…aunque te busque y no te encuentre, aunque la noche pase
y yo te tenga y no”.
Y como en
toda conquista, lo importante es el esfuerzo de hoy, el paso de hoy, lo
conseguido hoy. Y así un día y otro, y siempre, hasta que el hoy mejor, sea
posible con todos y para todos. Hasta hacer posible no sólo la utopía, sino la
“pantopía”, la utopía realizada en todos los lugares y para todos. Que las
aspiraciones vitales y esenciales sean una realidad para todos, o por lo menos
para la mayoría. Que llegue a todos, al menos, la posibilidad de escoger su
destino, respetando a cada uno lo que
decida.
Posiblemente,
en ese amanecer de un mundo nuevo, ha irrumpido una nueva estrella. Me refiero
al Papa que ha tomado el nombre de Francisco.
Más de 130 Delegaciones Oficiales de la
mayoría de los países han estado en Roma, así como la mayoría de los
líderes religiosos. Pero allí hubo también, y en primera fila, junto a su
familia, representantes de los pobres y marginados, precisamente invitados por
el mismo Papa en el inicio de su Pontificado. Allí estaba un profesor, José María del Corral, Director
del programa educativo “Escuela de vecinos”
para chicos de todas las creencias provenientes tanto de la escuela
pública como privada, incluso de la calle, y que llevaba 15 años de trabajo con
el Cardenal Jorge Mario, antes de llegar aquí. Cuenta su encuentro con el Papa
a la salida del ascensor: cuando salió del ascensor, sin saber yo que salía del
ascensor ni él que estaba yo, nos vimos, le di un abrazo y le dije “¿cómo te digo
ahora?”, y me dijo él, “Jorge”, “¿cómo me vas a decir?”. Bueno, me puse a
llorar por supuesto, y me dijo quiero que estés en el lugar de mi familia”.
Otro
personaje que estaba allí como invitado del Pontífice, es Sergio Sánchez, del
movimiento de los excluidos. Es Cartonero. Recoge papel y otros residuos para
reciclar. En varias ocasiones el Cardenal Bergoglio ofició misa en los barrios
pobres de Buenos Aires para estar cerca de esas personas excluidas de la
sociedad y de los trabajos, explotadas y marginadas. Cuenta con orgullo: “sí,
gracias a Dios lo he saludado antes que los Presidentes, porque éramos como de
la familia y él nos ha saludado como su familia”.
Los gestos
han precedido a sus palabras. La vida ha precedido al mensaje. Los medios de
comunicación han difundido las fotos del Papa, viajando en Autobús. El cambio
es importante. Lo que vaya diciendo puede sonar cierto. No han podido ser más
elocuentes sus palabras: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es servicio”.
Es poner
patas arriba el tinglado del poder. El
papa anterior, ha enseñado el camino de la humildad al dimitir. Algo muy
importante en nuestras latitudes. El
Papa FRANCISCO I enseña el servicio como norma de vida. Como el pobre de Asís.
Algo muy necesario en nuestras sociedades. El ser humano puede aprender, si
alguien enseña con “su” ejemplo. A cambiar se aprende, a cambiar se empieza.
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