¿LOS FUNDIMOS A DEBERES?
Prohibir los
deberes. Esa es la propuesta estrella de la reforma educativa que prepara el
gobierno francés. El presidente François Hollande argumenta que el trabajo debe
hacerse en la escuela, no en casa.
Y que los
papás no deben sacarles 'las castañas del fuego' (llámese 'la castaña' a un
análisis morfológico o una división de dos cifras) a sus retoños, porque eso
penaliza a las familias con menos educación y con menos recursos, ya que los
niños no pueden recibir la ayuda de sus padres, de un profesor particular o de
una academia. Hollande invoca el viejo lema republicano de la égalité. La
igualdad debería empezar en las aulas. También la sobrecarga de trabajo de los
pequeños, aunque en Francia solo van al cole cuatro días por semana (el
miércoles es día libre). La medida es polémica y sigue la estela de 'revolución
de los deberes', con huelgas de 'lápices caídos' de los padres en Francia y
Bélgica el pasado curso. Además, los deberes en Primaria ya estaban
teóricamente prohibidos desde 1956, aunque cada maestro tiene su librillo y
para la mayoría el librillo incluye aún las tareas para casa.
¿Deberes,
sí; deberes, no? ¿Son una condena a trabajos forzosos o una manera de inculcar
el sentido de la responsabilidad? La reforma francesa ha reavivado un debate
muy enconado en los países que heredaron un modelo de enseñanza basado en la
tradición enciclopédica, como España, Alemania o Rusia, donde al exceso de
lecciones discursivas y una gran carga de horas lectivas hay que sumar las
tareas de propina en el hogar. Total, para cosechar unos resultados muy
mediocres. En otros modelos, como el anglosajón, con clases mucho más ligeras y
mayor autonomía de los estudiantes a la hora de elegir su itinerario académico,
apenas ha calado la controversia. De hecho, los gobiernos suelen recomendar que
no falten los deberes. Aunque sus resultados tampoco son para tirar cohetes. Ni
Gran Bretaña ni Estados Unidos pueden presumir de las calificaciones de sus
adolescentes en PISA, aunque luego sus universidades marcan la diferencia.
En cuanto a
los dos modelos más exitosos, el escandinavo y el de los países punteros del
sudeste asiático son como el día y la noche, aunque ambos funcionan de
maravilla. El primero apenas le da importancia a los deberes (aunque los hay),
el segundo es tan competitivo que es necesario ir a academias privadas, con lo
que el trabajo extraescolar se convierte en realidad en una doble jornada
agotadora para los estudiantes.Aquí se mira con envidia a Finlandia.
Frustrados, muchos padres españoles se preguntan cómo puede ser que nueve de
cada diez niños finlandeses, que han entrado al colegio un año o dos más tarde
(a los siete) que sus hijos, que han dado 1500 clases menos (y, además, más
cortas) y que solo han hecho deberes durante un cuarto de hora (o como mucho
media) al día, se saquen el título de Secundaria, mientras aquí estamos a la
cabeza de la tasa de abandono escolar en Europa. ¿Pueden ser los deberes por
exceso o por defecto un factor determinante?
Lo primero
que habría que saber es si estamos agotando y estresando a los más pequeños.
Para muchos niños de cinco a doce años, las 24 horas del día parecen no ser
suficientes. A esas edades, estiman los expertos, es necesario dormir del orden
de once horas diarias. Una media de difícil alcance en un país donde los
escolares salen del colegio entre las cuatro y las cinco de la tarde y apenas
les quedan unas tres horas y media para merendar, bañarse, cenar, jugar y hacer
deberes antes de acostarse. Esto es, para despertarse a las 7.30, deberían
estar dormidos a las 20.30. Es una carrera contrarreloj capaz de 'fundir' a
padres e hijos. Los niños, entienden los pedagogos, necesitan jugar, correr,
moverse, sorprenderse y descubrir que van superando sus propios límites tanto o
más que estudiar.
La lista de
argumentos a favor de la reducción drástica de los deberes no ha dejado de
crecer en los últimos años. El ejemplo de países como Finlandia, Japón,
Dinamarca o la República Checa, donde los maestros suelen asignar pocos deberes
a sus alumnos, ha espoleado esta reclamación. No se trata se argumenta de ver
los deberes como los responsables de los males infantiles, sino su exceso. «No
es malo que a partir de los siete años los niños dediquen algún tiempo, no
mucho, a ir creando en casa hábitos de trabajo, de lectura, de creación
artística... pero sin agobios, entiende Tomás Andrés Tripero, profesor de
Psicología del Desarrollo y de la Educación en la Universidad Complutense. Esas
actividades intelectuales serán buenas para practicar la concentración,
fundamental para el desarrollo neurológico y cerebral». Una carga desmesurada,
opina Tripero, es contraproducente ya que el niño puede verse abrumado por una
agenda ante la cual se siente desbordado. «De esa manera, el estudio se
convierte en algo terrible y desconcertante, en vez de en una aventura de
descubrimiento y placer».
Y no es solo
la cantidad. «Hay deberes inútiles y pesados que pueden interpretarse casi como
un castigo», subraya Enric Roca, catedrático de Pedagogía de la Universidad
Autónoma de Barcelona. «Deberían ser tareas atractivas vinculadas a la realidad
del mundo, que ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya
consolidado en horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya
aprendido». Por ejemplo, algo tan simple como acompañar a los padres al
supermercado y fijarse en las etiquetas de los alimentos. Qué mejor manera de
aprender lo que son las proteínas o las grasas y al mismo tiempo adquirir
hábitos de consumidor responsable.
Pero no se
trata de desterrar por completo esta práctica del sistema educativo.
Profesionales como Joan Miquel Sala, presidente de la Asociación
Castellano-Leonesa de Psicología y Pedagogía, creen que se deben hacer deberes
en Secundaria. «Entre una y dos horas no es un tiempo excesivo. Cuando hacen
los deberes fuera del aula, los niños se enfrentan a dificultades que tienen
que superar. Desarrollan el esfuerzo personal y la autonomía».
«Los deberes
también sirven para que los padres se enteren de lo que hacen sus hijos,
estableciendo con ellos una relación de colaboración. Los niños, a su vez, ven
que a sus padres les preocupa lo que hacen en la escuela y se implican»,
advierte el catedrático Enric Roca, subrayando la importancia de la complicidad
entre padres e hijos. «A padres implicados corresponden, por regla general,
alumnos eficientes», añade Sala, aunque matiza que no se trata de sentarse y
hacer con ellos la tarea, sino de ayudar en casa a crear hábitos de disciplina
y trabajo. «La familia debe tutelar la realización de las tareas escolares»,
dice Sala.
Es lo que
hace Pablo Gortázar, un padre de dos niñas, de 10 y 13 años, que se indigna al
ver que «de la hora y media que la mayor, extremadamente responsable, pasaba
haciendo sus deberes, 20 minutos los dedicaba a copiar en rojo los títulos de
los ejercicios, por exigencia de su profesor». Gortázar emprendió la búsqueda
de un centro educativo donde su hija pequeña no necesitara emplear más de media
hora al día en hacer sus deberes. Los deberes, al igual que no deben acaparar
el tiempo libre, tampoco pueden privar a los niños de clases extraescolares
como deporte o música.
«Pero los
deberes no son el único 'villano' que impide a los niños disfrutar de
entretenimiento de calidad», incide Tripero. Pasar demasiado tiempo ante la
televisión, las videoconsolas, las tabletas o los smartphones es también muy
perjudicial. «Lo único que hacen es saturar los sistemas perceptivos». Los
padres deben poner los límites para que el tiempo del niño tampoco se vaya por
el desagüe con lo electrónico. Hay estudios que asocian el aumento del
sedentarismo y la obesidad a la excesiva carga de tareas.
Prenderá la
llama revolucionaria francesa en España? Los padres están muy divididos.
«Provocan desigualdades sociales», comenta Jesús María Sánchez, presidente de
la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa)
que representa a más de tres millones de familias y el cual aplaude las
reivindicaciones y medidas que llegan desde el país vecino. «Y crean tensiones
entre padres e hijos. Muchas veces, para poder hacer los deberes, se quedan sin
jugar, por lo que generan rechazo». La otra gran confederación, Concapa,
advierte, sin embargo, que eliminar los deberes «acarreará más fracaso
escolar». Esta asociación católica defiende que los deberes «refuerzan la
capacidad de razonamiento y memoria en los niños; puede cuestionarse si la
carga de trabajo que conllevan es o no excesiva, pero la supresión sería una
gran irresponsabilidad».
Los deberes
en el mundo
España: ¿Hay
que hacer deberes? Sí. De 1,5 a 3 horas diarias de media. Horas pasadas en la
escuela desde los 7 a los 14 años: 7300. Fracaso escolar (no terminan la
Secundaria): 26,5%. Ranking en PISA: 33.
Finlandia:
¿Hay que hacer deberes? Sí. Muy ligeros: de 15 a 30 minutos. Horas en la
escuela desde los 7 a los 14 años: 5700. Fracaso escolar (no terminan la
Secundaria): 9,8%. Ranking en PISA: 3.
Corea del
Sur: ¿Hay que hacer deberes? Sí. Mínimo 3 o 4 horas, pero se hacen en
academias, no en casa. Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 5900. Fracaso
escolar (no acaban Secundaria): 2%. Ranking en PISA: 2.
Francia:
¿Hay que hacer deberes? No, están prohibidos en Primaria, pero muchos
profesores se saltan esta norma. El Gobierno propone ahora que por ley todas
las tareas se realicen en la escuela. Horas lectivas de los 7 a los 14 años:
7400. Fracaso escolar: 12%. Ranking en PISA: 21.
Reino Unido:
¿Hay que hacer deberes? Sí. El Gobierno recomienda de 1,5 horas (en Primaria) a
2,5 (Secundaria). Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 7150 Fracaso escolar:
15%. Ranking en PISA: 26.
Alemania:
¿Hay que hacer deberes? Sí, y los padres se quejan de que los niños pasan más
horas en clase y haciendo deberes (38,5 semanales) que con ellos (18). Horas
lectivas de los 7 a los 14 años: 6300. Fracaso escolar: 11,5%. Ranking en PISA:
19.
Dinamarca:
¿Hay que hacer deberes? No. Los colegios no pueden mandar deberes para los
fines de semana. Horas lectivas: 6500. Fracaso escolar: 9,6%. Ranking en PISA:
2
Cuatro
modelos de educación: Así funcionan
El modelo
continental. El más seguido en España
La tradición
enciclopédica y memorística francesa que importaron España, Alemania... Pocos
descansos. Muchas materias. Abundancia de lecciones discursivas del profesor,
con toma de apuntes y exámenes en los que hay que responder al pie de la letra.
Currículos tan cargados que no hay manera de completarlos sin refuerzo
extraescolar. No es extraño que la 'revolución de los deberes' haya surgido en
Francia. Los padres creen que les restan demasiado tiempo libre a sus hijos...
y a ellos, porque tienen una mayor tendencia a ayudarlos: la estructura
familiar es más protector
El modelo
anglosajón. Premio a la creatividad
Británicos y
estadounidenses aconsejan que los niños trabajen una hora y media en casa y dos
horas y media si van al instituto. Así equilibran un sistema en el que las
clases son bastante ligeras frente al modelo continental. Se intenta no 'quemar'
a los alumnos con un exceso de carga académica, aunque esto ha conllevado una
caída en el nivel de las asignaturas técnicas. Las tareas de casa tienen un
gran valor en la nota y se premia la creatividad; al contrario que en el modelo
continental, donde se consideran una obligación y su incidencia solo suele
tener carácter penalizador si no se hacen.
El modelo
escandinavo. Menos horas lectivas
No hay
sobrecarga de horas lectivas (un niño finlandés tendrá unas 1500 horas menos de
clase que un español para sacarse la Secundaria). Las clases son cortas. Muchos
recreos y descansos. Relajadas y con prácticas variadas. Se huye de la
memorización. Y no hay obsesión por evaluar continuamente. La única obsesión de
este sistema es detectar cuanto antes a los niños con dificultades de
aprendizaje para garantizar la igualdad de oportunidades. Pocos exámenes y con
escasa trascendencia. Se mandan algunas tareas para casa, pero muy ligeras. Eso
sí, es impensable que no las lleven hechas.
El modelo
asiático. El poder de la exigencia
Los alumnos
reciben clases privadas después del horario escolar: el 90 por ciento de los
coreanos, el 85 en Hong Kong y el 97 en Singapur. Así que los deberes no se
suelen hacer en casa, sino en las academias. Y eso a pesar de que en los colegios
el horario suele ser de mañana y tarde. Los estudiantes llegan a casa
exhaustos, sobre las ocho de la noche. El sistema es muy competitivo. Se sigue
la tradición confuciana, que premia el mérito. Los padres ni se plantean que no
haya deberes. Las clases son tensas. Se pregunta la lección. Se castiga. Los
exámenes son a cara de perro. Generan un gran nivel de angustia. Alto índice de
suicidios.
FUENTE: XL
SEMANAL
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